Mucho se ha escrito contra la corrupción y el clientelismo y su enraizamiento dentro de los valores morales, casi siempre desde la conminación para combatirlo y erradicarlo mediante las contralorías sociales y las denuncias ante la justicia, pero no se aporta al debate como evitar que esa tara se adquiera durante el desarrollo y la incorporación a la vida como ser productivo.
Nos tropezamos con la dificultad para cambiar hábitos inculcados desde la infancia con ausencia de valores y principios gestados a la sombra de una mala formación y con el agravante de haber crecido en una sociedad de exclusión, exaltación del individualismo y el sálvese quien pueda, donde la viveza y el bájate de la mula, han funcionado como elementos familiares al común de los venezolanos. ¿Cómo podrían cambiarse esas actitudes que han degradado la escala de valores? El dicho popular “Árbol que nace torcido, nunca sus ramas endereza”, nos deja ver lo difícil de la empresa y refuerza la convicción que hay que educar al individuo desde la cuna, apuntalados por una formación republicana en las aulas, que imbuya el espíritu de solidaridad, respeto, igualdad y amor por los demás. Con estos valores morales sembrados en lo mas profundo de nuestros corazones tendremos ganada la mitad de la batalla, es la concreción del hombre nuevo en la nueva moral socialista. Mientras tanto lo viejo, lo crecido torcido, los malos hábitos heredados del capitalismo irá muriendo, contribuyendo a que así sea, las generaciones de nuevos republicanos.
Ni que decir tiene que los revolucionarios que adolezcamos de vicios causados por esa mala formación recibida en la niñez, acentuada por las perversidades de la sociedad capitalista y consciente de nuestros defectos, debemos esforzarnos en revertirlos apoyándonos en nuestra conciencia ideológica. Necesario es empezar por nosotros mismos, por nuestro entorno familiar y por nuestros camaradas, para ello debemos armarnos de mucha voluntad y sacrificio, dando el ejemplo para dar al traste con el perverso “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. No se puede ganar la nueva moral socialista como si la lotería fuera, es necesario inculcarla desde la infancia para que arraigue en el seno de la familia, en lo más profundo del pueblo.
Creo que nuestros dirigentes, los más comprometidos y con el presidente a la cabeza, lo tienen claro y ahí está la camada de técnicos recién graduados y que pasarán a la administración pública. Esos nuevos republicanos que comienzan su andadura con formación de pensamiento, conciencia ideológica y valores revolucionarios, reemplazarán a los viejos funcionarios, enfermos incurables de cuartorepublicanismo, cuando hayan cumplido el tiempo de su servicio. Será un proceso largo pero constante y en un futuro no muy lejano, habrán desaparecido esas taras indeseables. Martín Guédez en su “El problema del desgaste”, dice: “Desde luego, las causas no desaparecerán en un día. No se puede transformar un aparato estatal estructurado para satisfacer las necesidades del capitalismo e infestado por los antivalores del sistema en un dos por tres. La creación del hombre nuevo no se decreta. Es una labor larga y penosa, que semeja al lento proceso de la naturaleza para dar frutos”. Es sólo cuestión de tiempo y mucha conciencia revolucionaria.