No tengo ninguna duda de los méritos de Eduardo Samán para optar a gobernar en la Alcaldía de Municipio Bolivariano Libertador de Caracas, capital de la política nacional, sede de las instituciones de mayor peso en el funcionamiento del Estado, espacio de la mayor cantidad de confabulaciones de poder, de distribución de cargos y de decisiones políticas trascendentes. Por lo general, la percepción de este cargo de Alcalde (sa) es equivalente a un presidente de la Patria Chica de los caraqueños de pura cepa, de la Caracas ya no de techos rojos, sino de grandes barriadas y una tremenda congestión de la vida. Hay que tener guáramo para querer gobernar este espacio, donde convive con la intromisión sistémica de la máxima autoridad ejecutiva y Jefe del Estado, Nicolás Maduro, de sus decenas de ministros y decenas de comandos de estado mayor.
Samán es un candidato de conciencia, y la conciencia dicta que todo aquel con derecho puede ser candidato (a) a cualquier elección; sin embargo hay unas pautas internas en las organizaciones políticas con la finalidad de evitar se disgregue y fragmente la votación y se abra un espacio donde se pueda colar el adversario. Entonces ¿Cuál es la falla de Samán? Ninguna, absolutamente ninguna. Es el hijo querido de un Pueblo que está sumergido en un problema de orden técnico y metodológico que ha venido ocurriendo en medio de una crisis de gobernabilidad general en el país y que ha obligado a seleccionar usando el dedo discrecional, que por muy pulcro que parezca ese dedo índice, lo menos que ha servido es para hurgarse los huecos de la nariz. Se ha obviado un sistema de valoración de méritos de amplio espectro que evidencie el trabajo político, los logros concretos en gestión pública, diría que el interés por el tema de la municipalidad y de las propuestas de transformación constitucional de la organización del territorio, pero sobre todo el reconocimiento que el Pueblo tiene de un aspirante a gobernante.
Ese problema de la presentación de varias candidaturas va a seguir teniendo lugar y es posible que aflore con mayor agudeza cuando se pongan los nombres potenciales para ocupar la vacante (si fuera el caso) que dejaría el camarada Maduro en el 2018; o que le competirían su liderazgo (si aspira la continuidad que en derecho tiene) para lograr por un método más participativo y democrático un espacio para representar al Gran Polo Patriótico en las elecciones presidenciales, que se avecinan. Inclusive, Samán pudiera ser uno de estos pre-candidatos.
La percepción que se tiene, y eso puede ser constatable mediante un estudio ordenado por el propio PSUV, es que la sociedad percibe a un pequeño grupo de camaradas asido al poder como propiedad y como garrapata, pero también esa sensación se tiene con la forma de dirigir la oposición su trabajo y aspiraciones. Es un mal generalizado. Es algo así que en la agricultura llamamos macollas, espacios de círculos de poder que no abren espacios y por lo regular deben estar alineados (y casi alienados) al círculo de mayor poder. De esto, se ha generado una forma de gobernar donde nadie se equivoca, nadie tiene la culpa, nadie rinde cuentas. Y en consecuencia, el Poder Popular pareciera estar sepultado y distraído en los procesos distributivos de lo que antes fue abundancia. Pero, el aporte de Samán está en impulsar el principio del fin de la dedocracia.
Como habitante de un pequeño Municipio de Aragua que no puede recaudar los recursos ni para pagar su nómina, me agradaría mucho que apareciese un Samán, con ideas, con fuerza organizativa, con propuestas transformadoras, con sentido de servicios para la vida digna, de alta calidad, no ostentosos, y que sumara para triunfos mayores y proyectos de largo plazo que reclama la Patria.
De manera que esta crisis de cooptación deja sobre la mesa la idea de buscar una solución donde se amplifique la participación de Samán como aspirante a la Alcaldía, y se le busque otro espacio a nuestra camarada Erika, que imagino ya la macolla lo ha visto.
Para quienes no lo sepan o se hagan los bolsas, nuestro Pueblo ama a Samán.