El papel del Estado y su importancia en la sociedad venezolana ha sido uno de los temas fundamentales de estudio y debate en los últimos tiempos. Muchas han sido las reformas legislativas y nuevas leyes aprobadas en función de construir un nuevo Estado más sociable y cada vez más alejado del modelo neoliberal. Este ha sido siempre el reto de la revolución bolivariana.
El neoliberalismo, surgido de los procesos de privatización de la década de 1970, considera que el Estado es mal administrador tanto de la sociedad como de la economía, pregona su menor participación en los asuntos empresariales como la energía, la electricidad, la banca, las telecomunicaciones, en la producción agrícola, entre otros.
De esa manera, los neoliberales satanizaron al Estado hasta que los privados lograron asumir el control de la sociedad y sus riqueza en la mayoría de los países latinoamericanos, entre ellos Venezuela. Y aplicaron las directrices del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, de la Organización Mundial del Comercio, firmaron Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos donde exigían condiciones leoninas para los países y en beneficios de las grandes corporaciones transnacionales.
Los gobiernos comenzarían a recibir grandes financiamientos por la banca multilateral para inversiones en obras que ejecutarían las mismas corporaciones transnacionales. Como parte de las exigencias para otorgar ese financiamiento, planteaban la reducción del “tamaño” del Estado, disminuir su intromisión en la vida privada y que el mercado sea el ente regulador de las condiciones de la reproducción del capital.
Ahora la sociedad política solo lucharía por el poder para generar las condiciones básicas para que el mercado actúe sin mayores restricciones, libertad plena para los empresarios particulares; que la ganancia de sus empresas y ejecutivos sean cada vez más elevadas y despidan más trabajadores. De esa forma, las relaciones políticas debían sumirse a las relaciones mercantiles.
El resultado del neoliberalismo en el mundo actual se mide por los niveles de desigualdad existente. Las cifras del mismo Banco Mundial demuestran que el sistema capitalista actual está en crisis gracias a los neoliberales. Menos de 100 personas acumulan la riqueza de 3.500 millones. La falta de acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad, saneamiento, educación, salud y otros servicios básicos agranda esa brecha desigual.
Según la CEPAL, hoy se reconoce que América Latina, a comienzos de este siglo, registró las tasas más altas de crecimiento en su historia, que ayudó a millones de personas a salir de la pobreza extrema, no obstante, hoy día sigue siendo la región más desigual del mundo.
Ahora la ONU y otras organizaciones internacionales se preocupan por acabar con la pobreza para 2030, que implica que cada año 50 millones de personas deberían comenzar a tener ingresos por encima de US$ 2 al día. Es decir, cada semana, aproximadamente, 1,5 millones de personas tendrían que salir de la pobreza durante los próximos 12 años. Algo que suena difícil, dado la voracidad con que actúa el Imperio del Norte y sus aliados occidentales.
En el caso venezolano, el crecimiento económico de inicio de este siglo, condujo al aumento del consumo de petróleo e indujo a que sus precios se elevaran hasta llegar a más de 100 dólares por barril, garantizándonos una mayor renta petrolera. Que sería administrado de otra forma, no neoliberal. Aplicando un modelo alternativo que ha intentado superar el modelo de Estado burgués dominante en nuestro país.
Es así como Hugo Chávez Frías, desde el mismo momento que tomó la presidencia de la República en febrero de 1999, juró luchar por desmontar todos los vestigios del estado neoliberal existente en la sociedad venezolana, el dominio de los diferentes poderes del Estado que tenían las cúpulas empresariales y los partidos políticos tradicionales en todos los ámbitos del poder territorial, con la finalidad de construir un Estado fuerte, descentralizado y altamente productivo.
Chávez edificó un nuevo sistema institucional que estaría en función de garantizar la satisfacción de las necesidades de la población, y sobre todo, de la clase social más desfavorecida del sistema dominante. Un proceso que se profundizaría aún más, cuando comenzaría hablar de la vía hacia el socialismo del siglo XXI en el año 2005, y cuando se fortalece la unión cívico-militar.
De manera abierta, Chávez invitó a enfrentar el sistema económico neoliberal y comenzar a emprender acciones innovadoras en la política pública, para dar respuestas a las circunstancias cambiantes, que contribuyeron al crecimiento económico y mejoran la calidad de vida de los venezolanos. En ese sentido, la administración Chávez era revolucionaria. El Estado tenía un nuevo rostro, con sentido social, transformador, y fundamentalmente, orientado hacia los ciudadanos, facilitándoles acceso a los servicios públicos, y masificando aquellos que de forma exclusiva llegaban sólo a los sectores más pudientes o elitesco de la sociedad.
Como vemos, fue un verdadero cambio de paradigma el que les presentó Hugo Chávez a los venezolanos, a sus seguidores y compañeros de partido. Son ideas que aún siguen vigentes que retomó el presidente Nicolás Maduro desde que asumió en abril de 2013, la continuidad de la revolución.
Hoy día, los revolucionarios estamos conscientes que los enemigos internos a vencer siguen siendo las mismas “siete plagas” presentes en la economía venezolana contemporánea: el rentismo, el neoliberalismo, los oligopolios importadores e improductivos, la corrupción política y administrativa, la devaluación cambiaria permanente, la inflación y la desigualdad social.
Y, el enemigo externo a vencer en el corto plazo son los aliados internos de Dolartoday, que le siguen el juego todos los días a esa organización criminal, alimentando los niveles de inflación que nos empobrece de manera continua y aumenta la riqueza de los que controlan el capital económico y financiero del país, afianzando la desigualdad social.
A pesar de los ataques infernales continuos del Imperio del Norte, el reto revolucionario inmediato para construir de una vez por todas el Estado productivo y socialista que queremos, es abandonar ese “cóctel maléfico” de factores internos y externos, que conducen a la miseria social, a las dádivas, la opulencia ficticia, al clientelismo, al nepotismo y el consumismo dependiente, y crear las condiciones para una verdadera cultura productiva que disminuya los niveles de desigualdad por medio de la satisfacción de las necesidades de los más desposeídos. He allí el escenario propicio para emprender los nuevos procesos productivos. La nueva sociedad venezolana debe montarse a construir sobre la base de todo lo que necesitamos y sustituir todo lo que importamos.