"No hay nada que celebrar el 23 de Enero"
Hugo Chávez
En 1958 la ciudad de Caracas retumbaba en medio de una auténtica hecatombe histórica. Dos siglos de personalismo, caudillismo, he impostura militar sobre el estado, culminaban con tanta facilidad, que cualquiera podría ruborizarse al siquiera imaginarlo.
Marcos Pérez Jiménez, el Perón de Venezuela, el último león andino, tras un escaso alzamiento militar, un combate aéreo, algunas escaramuzas en los sectores más populosos de la capital venezolana, huyó del país que había sometido plenamente por al menos, 8 años.
Un paro empresarial orquestado por las burguesía al que se unió la clase obrera por el extraordinario trabajo realizado por el Partido Comunista de Venezuela. Un cuartel alzado, un destacamento aviador alzado, desconocimiento del estado por parte de los medios de comunicación que le loaban, y el rechazo de la embajada de Estados Unidos al primer mandatario, catapultó su huida del país.
Pérez Jiménez representaba un bastión ideológico, se puede incluso afirmar, que el suyo, fue el último gobierno verdaderamente nacionalista -hasta Hugo Chávez- en Venezuela, hasta podríamos decir que a penas, junto al de Bolívar y el de Gallegos, fue el tercero.
Venezuela, como cualquier país del tercer mundo, heredero del coloniaje imperial, posee tiempos propios para alcanzar momentos históricos. El fascismo, no llegó a nuestras costas en el radio de Santana que luego regaló a Juan Vicente Gómez. En nuestras escuelas se suele categorizar al benemérito como un gran nacionalista, un constructor, con un gobierno extraordinario, un hombre al que le llovían lealtades y con gran inteligencia económica, todo un estadista dedicado al crecimiento del país.
La verdad es enteramente opuesta.
Gómez jamás pasó de ser un caudillo despótico, su gobierno, larguísimo, fue tan inestable cómo una hoja rota en otoño, solo se mantuvo gracias al poder de fuego y a la recluta forzada de poblaciones miserables que no generaba ni odio ni lealtad. Hablamos de un hombre que ni siquiera confiaba en su hijo -pensar que pudimos tener una dinastía tipo Corea del Norte asusta-, que supo exterminar rivales reales y ficticios, que vivió en medio de más rebeliones que el mismo Maduro, que llevó el país a la ruina tras la crisis del café y que entregó el país a intereses foráneos sin construir algo que no fuera por interés propio para acrecentar su legendaria corrupción.
Pérez Jiménez fue otra película.
El tipo, por sus inclinaciones profesionales, edificó la política de construcciones masivas y monumentales que luego tomó por bandera el adecaje y más tardíamente el chavismo. El primer plan de viviendas nacionales fue también fruto de su administración, no por altruismo sino más bien por querer convertir al país en una vitrina de su gestión y por el enorme problema heredado de viejos desgobiernos para con el rancherio en la capital y en Aragua. Obviamente no tocó los acuerdos económicos internacionales pero siguiendo la idea de Gallegos, consolidó con el poco excedente, una política de cuidado estatal al aparato país. La inflación tras el golpe de estado a Gallegos, por fin se estabilizó al punto que el Bolívar volvía a cotizarse, además, se mantenía la circulación en plata y bronce. Se buscó la profesionalización de los habitantes del país, de nuevo no por altruismo, sino por la evidente ecuación de progreso país y academicismo.
Los levantamientos durante su mandato no estuvieron a la orden del día, siglo y medio de alzamientos y rebeliones continuas fueron gran escuela para el general, por lo cual, para evitarselas, perfecciona la policía política que luego maximizarían los adecos -de nuevo-, por tal motivo, su estado, fue uno estable, algo necesario en todo país tras tantos años de convulsiones.
También es necesario acotar que fue un déspota autócrata, un corrupto absoluto, y un furibundo ultraconservador. Aniquiló toda disidencia interna y casi aniquila la externa. Pactó con la oligarquía nacional para que fueran estos los dueños de la política económica del país, generando la acumulación de capital fruto de negociaciones fraudulentas, tráfico de influencias, y apropiación ilegal de los recursos del país, pariendo así, a nuestra parasitaria burguesía.
Pérez Jiménez fue un auténtico fascista. Creía en el progreso del país, en el desarrollo de las fuerzas productivas, de la presencia del Estado y sus gran aparato infracestructural en la vida de la nación. Creía en la profesionalización por el desarrollo del país, y claro, pretendía mantener las barrearas y estructuras sociales establecidas, y para lograrlo, suprimió de manera sádica a la blandegue socialdemocracia y al peligroso comunismo.
aún así nuestro prospecto de Hitler, decidió marchar. Según él mismo, en una entrevista a Napoleón Bravo, decidió abandonar el país aquel 23 de Enero por encontrarse en un país fragmentado, con la burguesía que él mismo ayudó a crear, levantada, mostrando las garras, buscando su revolución.
El ego del dictador fue tal, que realmente no fue depuesto. Simplemente tras lo que él mismo determinó ausencia de motivación propia, y de la incapacidad de los factores de poder del país, por comprender su proyecto, y con intereses internacionales en contra, decidió con mucha calma disfrutar su vida en otro lugar del mundo.
Luego vino la dictadura de la burguesía.
La forma en la cual esta se estableció, fue brutal, se deshizo de los militares fantoches, no lo suficientemente fantoches que le limpiaron el camino al poder. Su endeble alianza con el proletario y el PCV se extinguió cuando no fue necesaria, lo que ocasionó la larga guerra civil de guerrillas que diezmó a una generación extraordinaria. La elite política de la que hacía parte, se mantuvo ferreamente en la dirección del Estado por 40 años, se entregó el país a intereses transnacionales, la negación al mismo Pérez Jiménez de ser candidato presidencial, viernes de devaluación tras años de devaluación, homicidios políticos, corrupción absoluta, plena e irrevocable, y un pequeño acontecimientos en febrero del 87, fueron el saldo de lo que dejó aquel 23 de Enero.
No pretendemos negar que clase de dictador tiránico fue Marcos Pérez Jiménez. Era un fascista pleno. Un ser brutal y despiadado, tanto como la dictadura burguesa que vino luego, y quizá un poco menos que la que se vendrá cuando todo esto culmine.