Te deseo vivas tiempos interesantes.
Anónimo
Fue un año bastante complicado. Todos deben haber ya escrito sobre el tema y estoy seguro de que algunos lo leyeron en un artículo a pesar de haberlo sentido en la piel. El que fue decretado a finales de 2016 como el año de la recuperación económica, el diálogo de partes, la productividad en todas las escalas, año de unidad, lucha batalla y victoria, terminó por ser el año más horrible de las últimas dos décadas.
La caída general de la productividad nacional, en el parque industrialnacional privado, fue alarmante. La forma terrible en la que está organizada nuestra economía productiva -culpa del modelo rentista que nos ha consumido desde la llegada de un grupito de genocidas españoles por el oriente del país-, aunada a la pésima distribución de divisas extranjeras a los pocos productores del país, generó caída productiva, aumento de costos -ocasionada por la plena libertad de mercado que hay en el terriorio nacional- cierta anarquía de carterización y una andanada de productos importados, en su mayoría de muy mala calidad, que compramos, especialmente quienes no sabemos que es CLAP, a un precio extraño que baila entre el dolar oficial, el paralelo y las emociones del dueño del centro de distribución; buen tango ese.
Quizás las caídas más alarmantes tienen que ver con textiles y papeles que a pesar de aparentar poca importancia, y que su caída porcentual de 10% es mucho menor al promedio del parque industrial nacional que roza el 40% de inoperatividad, su presencia es tan absoluta, que su desaparición genera importaciones, sobre precios, y nos hacen sentir como mafiosos traficantes de alcohol cada vez que compramos un cuaderno.
Por allí por Junio, creo que antes, estuvimos al borde de una guerra civil. Durante cien días las clases medias de todo el país, esas que renacieron tras el crak del 95, sobrevivientes además del "Viernes Negro", gracias al chavismo y la bonanza petrolera que hasta le pagaba los viajes fuera del territorio nacional, se rebeló abiertamente contra el Estado. Hubo excesos, muertes espantosas, errores, brutalidad, mucho dinero, muchas drogas, mucho sexo, fuego cruzado, fuego amigo, odio desmedido, censura, terorrismo, la verdad; nada fuera de lo que se espera en una guerra civil.
La estanflación se apoderó del país y algo muy similar a la hiperinflación nos tocó al final del año. La productividad alternativa, esa que rompería los monopolios -culpa del chavismo-, fue igualmente consumida por esa burbuja absurda que no ha explotado en parte por la ausencia de dinero físico, el bloqueo económico sádico y silente que tenemos encima, y en parte porque Venezuela ha destruido todas las leyesnde comportamiento económico de alguna forma extraña.
En esa burguesa tradición nuestra, tres elecciones abiertas se arrimaron en el año 2017. La primera fue una llamada a Asamblea Nacional Constituyente que realmente nos levantó el ánimo, las ganas de pensar, de hacer, de luchar. Una decisión tan abrumadora que sentenció una posible guerra civil al olvido absoluto. Un auténtico éxito electoral.
Hasta allí.
Parece que la Asamblea Nacional Constituyente solo sirvió para destituir a Luisa Marvelia, pues nuestras propuestas caen en una página web, en oídos, en reuniones, pero aun no hemos visto un sistema de organización real que pugne por la redacción de una nueva constitución o al menos la modificación de la que ya tenemos.
A veces parece -de nuevo- que los discursos de Sandino, Mario, Diosdado, el papero de los andes de cuyo nombre google no quiere recordarme, que tanto nos han enardecido y que tanto han calado en los que realmente, más allá de toda afinidad, deseamos construir un gran país, son solo eso, discursos.
Las otras dos elecciones, cómo toda elección de estructura burguesa, debería verse como un fracaso y una traición al socialismo. Cuando una asamblea suprema, señalada a refundar un país, a modernizarnos, a suprimir estructuras burguesas y burocráticas, llama a elecciones de gobernadores y alcaldes, no hay mucho que decir, menos cuándo el segundo partido político afín a tu idea, marcha por un camino distinto debido a las terribles imposturas impuestas.
-Si esto fuera una novela, insertaría un pígrafe aquí-.
Hace unos días hablaba con una amiga uruguaya residenciada en Alemania, politóloga y marxista, chavista como casi todos los intelectuales de izquierda en el mundo -menos en Venezuela porque el único intelectual de izquierda (un señor de lentes y ego desmedido) está contra el chavismo solo porque no puede acceder a él-, me preguntaba con auténtico interes sobre lo absolutamente imposible que parecía la permanencia de Maduro en la presidencia del país.
Fui incapaz de responder.
En parte Maduro es un presidente lleno de aciertos, probablemente el mejor ciudadano nacional para llevar la presidencia del país en este momento. Constituyentes, ampliación de la Gran Misión Vivienda Venezuela -que sigue sin tocarme-, la constante protección del ingreso integral de los y las trabajadoras, los llamados exitosos al fin al dialogo, la lucha por la productividad, la inversión social, el desarrollo de las estructuras del país en cuanto a servicios, la canasta en monedas distintas al dolar, el giro a la moneda electrónica -cosa que se pedía y que tanto problemas a dado-, coronada además con el Petro, única moneda tipo cripto con respaldo físico. Dioses, Maduro no es un mal presidentes, a pesar de los dos bonos paracitos decembrinos que tanto desagrado causaron en muchos de nosotros.
2018 va a ser un año mucho más complicado que el final del 2017. Se habla de real hipeinflación ynde datos de hasta 5000%. No solo nos enfrentaremos a otra alzada de la burbuja inflacionaria, al desabastecimiento, sino también, a la elección presidencial que se realizará pronto.
Eso es lo que no me deja dormir en las moches.
Sinceramente parece imposible que este año, el chavismo gane las elecciones presidenciales. El desagrado y la desaprobación de la gestión de Maduro, es enorme. El grueso del chavismo está desmoralizado mientras que el grueso de la oposición, está abelestrado.
En el medio de todo este huracán de confusiones, Maduro ha llamado a la construcción de un nuevo plan de la Patria que pinta para convertirse en el plan de gobierno a entregar por el actual presidente al CNE el día del registro de candidatura del presidente en funciones.
Tal vez se trate de recurrir a la máxima conciencia posible y hacer votar a las personas por sus propias ideas. Tal vez solo sea otro llamando que termine en pocas cosas determinantes para la transformación del país.
El socialismo no se decreta, se planifica y se construye. Es por eso que a pesar de lo ocurrido con la Asamblea Nacional Constituyente, devorada por la situación política del país, acatar este nuevo llamado al trabajo y a la organización popular, es necesario.
Debemos ser consistentes en este momento, no se puede tratar de aplaudir como las ovejas de Granja Animal, ni de seguir dogmas, ni de discutir por nimiedades relacionadas a las afinidades políticas o a las tendencias ideológicas.
Un plan de la patria escrito de forma colectiva tiene que ser una visión del país qué queremos construir, usando a la vez a la Asamblea Nacional Constituyente y a la próxima constitución, nacional, como cemento y cabillas para lograr tal fin.
Algunas cosas determinantes no están si quiera cerca de nuestras manos, otras, dependen totalmente de nosotros. ¿qué hacer entonces?
Podemos quejarnos hasta de la falta de lluvia, podemos aplaudir hasta el parasitismo, podemos intentar hacer algo, o elegir hacer nada. Este año va a ser tan determinante que ese adagio al principio de estas notas, recaera sobre todos nosotros como una maldición o todo lo contrario.
Ante nosostros se apresta el gran concierto, ¿qué observaremos? ¿el resurgir y el inicio de los 50 años del chavismo sin Chávez? O tal vez el final del socialismo bolivariano. Tiempos interesantes ¿no?