No entiendo porque quieren leer esos libros si es que todo lo que deben aprender está en la santa biblia.
León V
La religión nunca ha estado separada del Estado. De hecho, es un patrón común en latinoamérica encontrarse con la religión cómo uno de los poderes del Estado. Podría incluso decirse que para la pseudocivilización latinoamericana, la religión es parte elemental del estado.
En nuestro paíspodemos observar la influencia de la religión en la política interna desde los días coloniales, y más importante aun, en la organización territorial del Estado. También podemos notarlo en la preponderancia de los principales templos católicos en el mapa del país (casisiempre frente a una plaza principal, la sede municipal del gobiernonacional, y unainatitución médica u alguna sede de organización política), y claro, en el discurso casi siempre nefasto de los lideres locales.
Dentro de un estado alienante eso no es reprochable, de hecho, es necesario. Las religiones -especialmente el cristianismo- son instituciones extraordinarias, poseen una estructura solida cargadas de jerarquías inamovibles, ejércitos de misioneros, amplio poder económico, alcance y reconocimiento mundial, y su capacidad más impresionante, la posibilidad de hacer inmóviles a sus fieles.
¡Hasta pueden hacer que un alienado abandone su fe original!
Durante un par de siglos esa comunión entre Estado y Religión ha sido la mancuerna que ha mantenido en la reacción a nuestra población continental. Es una relación tan poderosa como la de Estado- Medios de comunicación masivos. Y al igual que con ese factor la relación entre Estado y Religión, se ha venido resquebrajando en los últimos años.
Además, el progreso en nuestro continente de las ciencias, la educación, el darwinismo, la difusión de la historia, la participación política de las masas, el crecimiento del poder mediático, y los escándalos sexuales, han socavado la fuerza de la iglesia tradicional socavado a la vez la propia fuerza del Estado.
El otro cristianismo
La religión sin embargo nunca va a perder su capacidad de conmocionar a las personas y llevarlas a realizar cosas inimaginables produciendo grandes ismass en sociedades establecidas.
Una nueva religión siempre encontrará resistencia para imponerse, para lograrlo debe ser despiadada. Empero, cuando se emprende una cruzada dentro de una religión ya establecida, y se reclama -creando a la vez una nueva rama de la religión- el sendero extraviado u abandonado, toda resistencia queda suprimida pues los fieles ortodoxos ni siquiera tendrán en cuenta la nueva fe, mientras que los descontentos y prototeorevolucioanrios migraran en bandadas a esta.
Desde hace cuatro décadas una rama del cristianismo ha venido creciendo de manera eficaz en latinoamérica, el evangelio. Reduciendo su doctrina solo alnuevo testamento y a los cuatro evangelios posteriores al Jesús Nazarí, esta secta cristianas ha sabido hacerse con un lugar preponderante en la población continental.
Es una ley dialéctica que nuevas organizaciones exijan un espacio en el concierto político a medida que suinstrumento se hace más notable. El estado por su parte, es una superestructura limitada, inamoblible, donde cada factor tiene un lugar especifico, por lo cual, cuándo un nuevo factor demanda ser reconocido en el estado y no es admitido en este, se genera una revolución que puede culminar en el exterminio del agente revolucionario como ocurrió con los cristianos en el Japón Meji, en la plena incorporación del factor en cuestión en el metabolismo del Estado, como ocurrió en la Roma de Constantino cuando el cristianismo desplazó la antigua religión romana, o como suele ocurrir en menor pero más publicitadas ocaciones, el agente revolucionario destruye todo el estado establecido creando uno nuevo apegado a sus propias características como ocurrió en la Francia de Luis XVI y la revolución burguesa, o con la revolución proletaria y el imperio ruso.
Apegandonos a este postulado latinoamérica es ya una zona de combate en la que una revolución religiosa ultra reaccionaria trata, ya no solo de suplir el lugar clásico de la iglesia tradicional cristiana sino incluso de alcanzar el control del estado.
No toquemos los casos alarmantes de centroamérica y Brasil donde esa guerra ha avanzado tanto que la espectacular destitución de Dilma Rouseff estuvo marcada por la utilización de Dios como escudo discursivo. Solo reseñaremos la actualidad venezolana donde un dirigente de una secta cristiana se ha arrojado a por el control del Estado al postularse como presidente de la nación.
Javier Bertucci no es el parangón de la unidad de esta secta. Es solo el rostro y el arquitecto de una joven rama de esta. En 2003 crea en Valencia, ciudad con grandes demandas históricas de relevancia nacional, su versión del evangelio pentescosté, una vertiente moderada que otras ramas de la misma secta, pero mucho más ambiciosa.
Una de sus características más admirables es la capacidad de unir bajo su bandera a ciudadanxs de distintas clases sociales, pero especialmente a la llamada clase media y a la pequeña pequeña pequeña burguesía, dos sectores que durante el chavismo levantaron su poder adquisitivo y presencial, demandando a la vez, espacios públicos y políticos.
Su iglesia, su creación, fue tan exitosa absorbiendo a estas clases que los templos centrales en ciudades como Valencia o Barinas, son tan opulentes que miembros de esta casa, pertenecientes a las clases populares, evitan siquiera visitar estas sedes por la tesis de no merecer implatanda en todas las clases proletarias del mundo.
Pero la ambición de esta otrora pequeña secta, denotaría rápidamente que un reducido pero bien manejado poder económico no era suficiente, por lo cual, inició un proceso de anexión bastante exitoso de otras micro sectas del pentecosté, así como, su marcada campaña paramilitar desarmada llamada, El Evangelio Cambia, sustentada en el reclutamiento de los sectores populares de la población en lugares comunes para estos, plazas, comunidades, e incluso cárceles.
Si bien esta es una estrategia común a todo el cristianismo, lo que hace especialmente exitosa esta campaña es su continuidad, el empuje que le dan, su alcance, y el ejército de volumtarixs que con ropas militares no se detienen en la prédica de su fe militante.
El pastor y su sombra
El evangelio realmente cambia, esta secta a reentruducido exitosamente a miles de parias de la sociedad neoliberal, conservadora y profundamente hipócrita venezolana. La labor de la iglesia de Bertucci como institución es admirable pues convierte en adeptos a grupos totalmente diversos, que incluso se rechazan entre si fuera del templo.
Sus cifras de fieles son abstractas y poco fiables, se habla de medio millón de fieles, aunque según el ultimo censo nacional solo cien mil venezolanxs pertenecen a esta rama. Sin embargo, sea la cantidad de fieles que sea, se requieren dotes dictatoriales para dirigir una masa tan voluble, y eso es justamente Bertucci.
Durante quince años este ciudadano ha sido el líder indiscutido de su secta. Este pequeño David Miscave ha sobrevivido a pruebas de extorsión y difamación, de corrupción, y de abusos de autoridad o influencia en una sociedad fanática especialista en desfrenestar a los suyos.
Ahora bien, en el país conviven cuatro millones de evangelistas de distintas vertientes y distintas clases sociales, cuatro millones de fanáticos que aspiran a la teocracia entre otro montón de fatalismo propios de los cristianos. Cuatro millones, una cifra alarmante.
Bertucci es un hombre extremadamente inteligente. Levantó de la nada una iglesia, es carismático, sabe hablar en publico, es agradable, sabe venderse es despiadado, es probablemente el hombre más peligroso en la política venezolana, y se puede notar eso en la silenciosa campaña del gobierno venezolano en la que se le invisiviliza a la par que se hace un esfuerzo enorme y hasta dramático por captar evangelista, o como desde la clásica oposición política venezolana, se juega fuerte con la carta desgastada del catolicismo como si se tratara del fascismo italiano en pleno.
El partido nacional socialista alemán era un chiste cuando se suscitó el famoso y ridículo golpe de estado oloroso a cerveza. Hay quienes desprestigian el esfuerzo político de Bertucci, pero analicemos algo, Venezuela vive una crisis inflacionaria similar a la de la república de Weimar, vivir aquí es doloroso, no puedes comprar un pan con una semana de trabajo asalariado, escuchamos promesas y planes desde la socialdemocracia y la derecha mientras la izquierda teoriza sobre su propia incapacidad para hacer algo, y repentinamente, un grupo minúsculo se aventura a hacer algo... Cosas de tragedia y comedia.
Es clara la intención de Bertucci, adueñarse moralmente de la oposición política venezolana a la par que hace crecer a su secta y su cartera, buscando claro, crear su verdadero partido y sus cuatro millones de soldados.
He aquí un hombre muy ambicioso, con la paciencia de Job, un escalador con un ejército de fanáticos a sus pies. Hay una crisis aparentemente insuperable, y él está aquí, él viene.
El 21 de mayo no habrá presidente Bertucci -creo-, pero la verdadera lucha de este peligroso hombrecito arrancará justamente ese día.