"Las mutaciones no dirán nada al que no puede o no quiere comprender"
I Ching
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto"
Bertolt Brecht
"La tiranía de un príncipe no pone en mayor peligro a un Estado que el que supone para una república la indiferencia por el bien público"
Montesquieu
¿Cómo puede constituirse una identidad colectiva racional a partir de la irracionalidad de los individuos que la conforman?
Javier Peña
Esta nota gira en torno a las preguntas:
- • ¿Es la abstención un fin o un medio?
- • ¿Es la abstención una "acción moral"?
- • ¿Tiene la abstención un alor moral?
- • ¿Es la abstención en la coyuntura actual una gran imprudencia?
I. Onanismo
Onanismo es una palabra que deriva de Onán, un personaje de la Biblia (capítulo 38 del Génesis). Hijo de Judá, Onán sufrió la muerte de su hermano mayor y tuvo que contraer matrimonio con su viuda, una mujer llamada Tamar, de acuerdo a la ley de los judíos. Las normas de la época indicaban que, si Onán tenía un descendiente con Tamar, no sería tomado como su hijo: en cambio, sería atribuido a su hermano. Esto, a su vez, implicaría un desplazamiento de Onán en la sucesión hereditaria de su familia. Para evitar esta situación, Onán desarrollaba el coitus interruptus con Tamar, evitando eyacular en su interior para que la mujer no quede embarazada. La Biblia cuenta que, ante estas acciones, Dios decidió matar a Onán. Su nombre, por extensión a la práctica, pasó a asociarse a la masturbación ya que, al igual que el coitus interruptus, supone que el semen se desperdicia y no se emplea para procrear.
☻Cuando el ciudadano común acude a sufragar, lo hace con la intención de expresarse a favor (o no) de una de las opciones disponibles, de acuerdo a una postura política que asumió, ya sea durante el proceso electoral o antes de él. Sin embargo, la amplia brecha que existe hoy entre las necesidades generales de la población y el actuar de nuestra clase política, hace surgir cierta inconformidad, desencanto y apatía por la política. Desde el punto de vista de la racionalidad (individual) de los ciudadanos, no parece que sea racional concurrir a votar. La probabilidad de que cada voto por separado incida en el resultado final es ínfima, cuando es una elección entre millones de personas. Por eso, el beneficio que cada uno saca yendo a votar (medido por el valor del resultado deseado multiplicado por la probabilidad de incidir en él es insignificante, tanto que no compensa los costes (informarse sobre los candidatos, leer los programas, trasladarse, hacer colas, etc.). Esta situación conforma lo que se ha dado en llamar "paradoja del voto". En relación con la paradoja del voto, hay que tener en cuenta la otra cara de la moneda. A pesar del carácter racional de la abstención, aquí en Venezuela no existe obligatoriedad jurídica de votar; sin embargo, muchos ciudadanos ejercen su derecho de sufragio. ¿Hay que interpretar entonces que la conducta de todos los votantes es irracional? No parece que esta sea una explicación muy plausible. La mayor parte de los votantes podría justificar su propia conducta dando razones (que seguramente irían en la línea de que mantener el bien que supone la democracia supera los costes individuales) y no simplemente apelando a un acto irreflexivo y puramente emocional.
II. ¿Sin motivo ni razón?
Las razones dan lugar a un deseo "motivado", en la medida en que justifiquen que el fin de la acción tiene un valor. La creencia en el valor puede provocar una actitud positiva hacia él. Porque consideramos que algo es deseable, lo llegamos a desear.
Las razones para actuar abarcan motivos y razones para creer. Si preguntamos "¿Por qué S hace X?" Podemos contestar aduciendo los motivos (deseos, inclinaciones, intereses) que impulsan S hacia X o las razones por las que S cree que X es valioso. La explicación por motivos no elimina la explicación por razones (¿Por qué Pedro asistió a la manifestación? Lo movía una pasión: la exaltación de sentirse en la vía justa; también tenía poderosas razones: las que fundaban la justicia de su causa).
La acción intencional, dirigida a la realización de un fin considerado valioso, puede explicarse por una actitud positiva previa hacia un valor, por el deseo o el aprecio afectivo hacia la realización del fin. En ese caso, la pura pasión explicaría la búsqueda del valor. Pero también puede explicarse por la creencia justificada en la realidad del valor, esa creencia se funda en razones de las que se puede inferir que el fin buscado es efectivamente digno de ser deseado o apreciado. En ese caso, la tendencia activa hacia el valor se explica en una forma de racionalidad. No escapará la importancia de esta cuestión para explicar el comportamiento moral, ni su relevancia para comprender cualquier comportamiento, individual o colectivo, conforme a fines. (Podríamos preguntar: el comportamiento político de Pedro, al asistir a la manifestación, ¿es obra solamente de su pasión personal o es producto de una deliberación racional? Quizás las dos propuestas no sean excluyentes).
☻La no participación del ciudadano en un evento electoral, es calificada genéricamente como "abstención". En efecto, la abstención se da cuando el ciudadano cuenta con todas las facilidades y garantías, para ejercer el derecho al voto. En Venezuela existe el derecho al voto pero no hay norma constitucional ni legal que imprima al mismo la calidad de "obligación", es decir, que el ciudadano que vota lo hace voluntariamente y no porque exista una norma que le imponga ejercer esta actividad. En el discurso político, especialmente en el politológico, uno de los desafíos de la democracia que llama mucho la atención es el abstencionismo. El supuesto que subyace es que la democracia se legitima y, al mismo tiempo, se consolida por medio de la participación masiva en los actos electorales, es decir por medio de una alta participación electoral. En este sentido la sola celebración de elecciones no basta, tampoco la garantía del pluralismo político y de la libertad del elector de escoger libremente entre las ofertas electorales; para cumplir con las expectativas que se han generado en torno a la democracia se requiere, además, una alta concurrencia del soberano, el pueblo, al acto electoral. Este exigente criterio lleva, primero, a destacar el abstencionismo y, segundo, a interpretaciones del fenómeno tendentes a cuestionar la calidad de la democracia y a poner el acento en la desafección de la gente frente a ella.
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