Si alguna sensatez había escuchado de boca de Maduro en estos tiempos, es lo de "un gobierno de reconciliación nacional".
Esta vez no fue intemperante ni extremista y menos bullicioso, como aquellas dos cuando, una por una, llamó primero a "Revolcón" y luego a "Sacudón, o viceversa, para venirse por el plato con puras bombitas sin fuerza ni malicia. O para mejor decirlo, dejar todo como estaba y andaba.
Pareciera, es mi primera impresión, que se produjo el hechizo que le pudiera romper las ataduras con ciertos consejeros que nunca arriman nada al mingo. O estos, porque lo terco puede quitarse por la fuerza de los hechos, por lo menos por un tiempo, tanto mete uno la pata que algo aprende, aunque sea a medio torcer el rumbo, hayan entendido que la "masa no está para bollos". El mundo no camina en el rumbo y ritmo que ellos marcan, ni baila al son que tocan, sino que obedece a otras cosas y circunstancias que hay que valorar. Por mucho que se haya leído a Marx, Engels, Althusser o Poulantzas, con perdón de quienes no nombro por razones fáciles de entender, hasta mi poca cultura, el mundo hay que interpretarlo, porque aunque ellos, en el creer de muchos, de aquél hayan hecho una película, nunca pueden atraparlo hasta el infinito y en sus detalles. Las imágenes de lo real, como los manuales, son cadáveres que van a la sepultura.
La conciliación creo debe comenzar por casa. La derrota de Falcón no es más que una nueva derrota a unos políticos, los de la derecha, que no hayan como reconciliarse entre ellos y menos sus iniciativas y hasta deseos, con quienes les sirven de managers y financistas. Ahora, entre ellos pudiera desatarse un revanchismo y eso hay que saber manejarlo. Los sectarios, acartonados y manualistas, son poco apropiados para eso.
Por eso, debe Maduro reconciliarse y reconciliar a las distintas tendencias dentro del gobierno que lo hacen como si fuese de piedra o algún material duro, nada flexible al que le cuesta adaptarse al movimiento, torcer como debe en las curvas del camino y hasta bajar la cabeza para mirar a la gente y saludarla. El tiempo pasa, el paisaje cambia, los problemas se acumulan y el gobierno sigue su marcha inflexible e indiferente porque quienes conducen en nada acuerdan. Por eso es bueno que Maduro llame a conciliar. Por ejemplo, una manera de hacerlo es entender que allí en el gobierno hay demasiados "bate quebrados", que llevan años de aquí a allá y hasta en el mismo puesto sin hacer nada que les destaque. Quizás sean buenos para distraer y hacer favores y hasta mostrarse leales "al proceso", pero, está demostrado, ni es suficiente. Y lo peor es que esos parecen ser como jefes importantes de los que hacen imposible todo acuerdo que no sea dame lo mío. Si es por eso que Julio Escalona pide "derrotemos la quinta columna en el poder", alguien tiene que decirlo. Porque por supuesto la hay y con su actitud, hasta de no estar de acuerdo con nada o con todo aquello que pudiera desenredar los nudos, pero le quita sus privilegios, hace de eso, "quinta columna". De esos que le tienen pavor, fobia, a la palabra privado y sólo con oírla se manifiestan en contra, en el discurso y con los hechos, sin demostrar fórmula alguna para hacer que las cosas caminen como deben hacerlo. Pero lo peor es que para esos mismos, privado es sinónimo de propiedad. Tanto que tampoco quieren nada con lo socialista y prefieren lo del Estado donde nadie se siente tentado a cuidar el colmillo del animal y se puede meter la mano con toda libertad.
Es verdad, Maduro sacó más de seis millones de votos. Es verdad que le sacó un promontorio a Falcón, pero es un tremendismo por lo menos, decir que eso, conociendo la realidad del cuadro político - económico venezolano y el padrón electoral, pero también el asedio intenacional, es una cosa como para sentirse seguro y hasta proponerse planes que sólo pudieran contar con el respaldo del mismo universo que a favor del presidente depositó su voto.
Las sanciones aplicadas a Venezuela no son un juego. No se trata de una fantasía que se desvanece al amanecer el día. Están y van a estar allí haciéndonos daños. Por eso, es indispensable ampliar el universo, hasta donde sea posible, para desvanecerlas, hacerlas retroceder y hasta vencer. Son verdades, la descendencia de la producción petrolera y los conflictos que se nos plantean en el mercado mundial. Es verdad todas las cosas que vivimos; no forman parte de un sueño como pudiéramos soñar que se pueden vencer por haber obtenido una victoria con seis millones de votos de un padrón electoral de casi 20.
Por eso es bueno lo de la conciliación y que esta llegue hasta más allá donde los cortos de vista no pueden mirar por eso mismo, estar incapacitados. En ese caso se les pone lentes apropiados y si con ellos no tampoco nada ven, se les quita del puente de mando porque al barco no podemos dejarle incrustarse en el primer arrecife.
Hay que conciliar con el partido y el GPP. Dejarlos a ellos existir, lo que significa desempeñar su rol, que no puede ser el de "mirón de palo", figura de adorno o empleado bien pagado y hasta papeado. El gobierno debe ser una cosa y el partido otra; para que concilien, tanto como este desempeñe su rol dirigente, por el contacto que tiene con la gente y aquél dispuesto a atender las señales del todo para mantener o cambiar el rumbo. La gente toda, el empresariado, ese que está en capacidad de producir, sin prejuicio alguno debe tener todo el derecho de opinar y ser oído para que produzca y no tenga excusas o razones para decir se le excluye, margina o ignora. Hay un mercado, nos guste o no y el actúa, hay que domarlo y eso no se hará nunca ignorándolo.
"Quiero ir hacia un gobierno de reconciliación nacional, lo ratifico. Un gobierno de unidad nacional para hacer la revolución, pero quiero que sea un gobierno para lograr la unidad de la nación, para profundizar y retomar el camino revolucionario que es necesario retomar". Eso ha dicho Maduro y lo celebramos. Hay mucha gente a quien tomar en cuenta y muchas opiniones por escuchar y atender. Nada de apostrofar a la gente, como llamarle desleal o traidor porque discrepa y menos mirarle como perro sarnoso.
Pero además ha dicho
"podemos dar un conjunto de gestos necesarios que avancen hacia un proceso de reconciliación nacional, de perdón, de reencuentro entre los venezolanos".
Sólo falta que esos entre "gestos necesarios" tomando en cuenta opiniones más allá del anillo de hierro, defina un plan de gobierno coherente con ese discurso. Es el deseo de millones, como dije al principio, ojalá este discurso sea el primer gran empujón para reventar la cerca y no volvamos a quedarnos en "Sacudón" y Revolcón".