El gobierno de las palabras es como debe calificarse este encabezado por Nicolás Maduro. Este hombre ha inundado de palabras el país los seis años que lleva ejerciendo como Primer Magistrado de la República. Charadas y más charadas, largos discursos todos los días por cualquier excusa, alocuciones presidenciales, cadenas obligadas a todos los medios de comunicación venezolanos, diálogos y congresos de la patria, reuniones con unos y otros, mítines en calles y plazas del país, asambleas con gremios, trabajadores, campesinos.
Promesas y más promesas. Promete rectificaciones que no ocurren, anuncia cambios que olvida de inmediato, ofrece mejoras que no llegan, indica nuevas políticas gubernativas jamás ejecutadas, mueve de aquí para allá y viceversa los mismos fracasados y torpes funcionario gubernamentales. Las mismas aburridas y repudiadas caras de la gente que nos hundió en esta tragedia. Los enchufados del PSUV, los sirve para todo, los utilitis, los sabelotodo que han demostrado no saber nada, que saltan de una gobernación para un ministerio, de aquí para la Constituyente, de este lugar para la presidencia de una empresa pública, luego se van al Servicio Exterior, a poco regresan para alguna alcaldía, y así, de cargo en cargo, improvisando, pirateando, tirando flechas, fracasando y destruyendo. Total, no se desprenden de un cargo, de una dependencia gubernamental bien remunerada, de unos guardaespaldas, de vehículos blindados, de almuerzos en restaurantes del este caraqueño. Estos son los revolucionarios del siglo XXI, los torpes e incapaces que no desgobiernan, causantes de la quiebra económica del país, de la ruina nacional y del empobrecimiento de la mayoría poblacional venezolana. Gracias a ellos ha ocurrido el milagro de la quiebra, entre otras cientas, de PDVSA, de MINERVEN y de SIDOR, emblemáticas empresas públicas del país. Pero para el presidente Maduro y estos incapaces, el culpable de la debacle es el Imperio yanqui y Donald Trump. Éste infiltró sus fuerzas malvadas dentro de las instituciones y empresas venezolanas y las saboteó todas. Por tal razón no contamos hoy con producción nacional de cemento, café, cabillas, maíz, aluminio, gasolina, aceites de vehículos, aceite comestible, caraotas, arroz, clavos, alambres, cauchos, azúcar, y pare de contar. El villano imperio es el causante de nuestra desgracia. Maduro y su funcionariado no tienen nada que ver en el desastre. Las excusas están a la orden del día.
En verdad la silla de Miraflores está hoy ocupada por un incontinente verbal, un charlatán, un retórico, un hablador de pistoladas. Sus reiterativos e irresponsables discursos no tocan fondo, no se traducen en hechos prácticos, en ejecutorias gubernamentales, en programas convertidos en acciones. Una distancia infinita es la que media entre las charadas de Maduro y la realidad cotidiana venezolana. Tiene casi 20 años en funciones de gobierno y casi 6 como presidente, sin embargo cada vez que habla al país lo hace en tales términos que pareciera haber tomado el día de ayer la Primera Magistratura nacional.
Por lo dicho, este es un gobierno de la mera retórica, del consignismo vacío, del banderismo repetitivo, de la pura monserga, del bla bla bla, de las promesas incumplidas: "seremos una potencia"; "el mundo se sorprenderá con el modelo económico que mi gobierno está construyendo"; "denme la mayoría en la Constituyente y les daré prosperidad económica"; "los quince motores encenderán la llama del progreso nacional"; "luego de ser reelecto presidente florecerá el gran país que la Revolución Bolivariana impulsa"; "estableceremos un poderoso sistema de seguridad social jamás visto en el mundo"; "Los CLAP son un invento extraordinario, cuya eficiencia envidian los países desarrollados"; "superaremos el rentismo petrolero"; "reimpulsaremos las misiones sociales"; la minería ecológica socialista es nuestra alternativa al rentismo petrolero". Y así: bla bla bla bla bla bla bla, bla, bla.
Mientras charadas van y charadas vienen, el pueblo está hambriento y enfermo. En Miraflores discursean, se reúnen, dialogan, hablan, y comen muy bien; afuera, en las calles del país el pueblo padece toda clase de calamidades y atropellos causados por este pésimo gobierno. El funcionariado vive en un mundo aparte, distante del que atormenta la mente, el cuerpo y los bolsillos de los venezolanos. Aquí la tragedia mortifica; allá la comedia y su nómina de actores disfrutan la obra. Tragedia y comedia son las dos caras que muestra nuestro país al mundo. Tragedia en pueblos y ciudades del país, comedia en la exquisita Miraflores, donde los rojitos revolucionarios engordan como cerdos de navidad.
Según vemos entonces, lo que requiere nuestro país azotado por una inmensa desventura es un gobierno capaz de ejecutar las acciones conducentes a sacarnos de tan dolorosa situación. Un gobierno que corrija las causas del hambre, de la escasez, de la inseguridad, de las enfermedades, de la corrupción, de la megainflación, de la quiebra del aparato económico nacional. Necesitamos un gobierno generador de riquezas, que haga y no que prometa hacer, un gobierno que resuelva y no que anuncie soluciones. Necesitamos no un gobierno lenguaraz, sino un gobierno de acciones concretas. Basta de charadas, basta de alocuciones, basta de retórica, basta de charlatanería, basta de consignismo. El país necesita soluciones, no alocuciones. El país requiere de un ejecutivo responsable, no un gobierno "yo no fui", no un gobierno que esconda sus errores y fracasos.
Y advertimos: no crea el charlatán que la cuerda estirará hasta el infinito y que soportaremos seis años de retórica y habladeras de pendejadas. El tiempo se agota y la paciencia de nosotros los venezolanos está llegando al límite máximo. Cualquier cosa puede pasar. Razones sobran para que eso ocurra. Por mucho menos hubo un Caracazo en nuestro país en febrero de 1989, por mucho menos el presidente Carlos Andrés Pérez fue destituido y llevado a la cárcel.