Cada vez se suma otro "humilde revolucionario" al grupo de los ostentosos perfumados. Pero de la misma manera, otro venezolano amargado se suma a los que odian el poder, la política y al socialismo, este último mancillado y calumniado por ellos. Para desprestigiar la fuerza moral del socialismo( …) bastaron cinco años, tiempo que tardó en crecer esta mala yerba". Marcos Luna | Aporrea. 01/07/2018
Plastífera. Este cognomento es el más apropiado para calificar la estafa que supone el presente proceso político venezolano, conducido por el actual Primer Magistrado. En verdad una inmensa plasta cubre la totalidad de la geografía nacional. Se siente la fetidez y se observa el cementerio que está dejando en nuestro país el fraudulento "proceso", este que se hace llamar Revolución Bolivariana. Y después de este colosal fraude, el repudio generalizado a todo lo que huela a socialismo será la "ganancia" dejada por el madurismo como herencia política. Tendrán que pasar cien años para que los venezolanos acepten que algún político les prometa nuevamente edificar aquí una sociedad de tales características. Hasta la figura de Simón Bolívar ha sido mancillada por esta gente, que lo ha convertido en una muletilla en sus frecuentes dislates.
Pero es que aquí en Venezuela la historia nos enseña que cualquier pasatiempo político es calificado de revolucionario por los interesados en forzar las interpretaciones de los acontecimientos, por más banales que sean estos. Así que, en nuestro caso, las revoluciones han sido muy numerosas. Se han inventado de todos los tipos y suman las mismas unas trece desde 1830 para acá. Cada una con su correspondiente jefe y su Constitución respectiva. Sin embargo, hoy día, después de tantas supuestas revoluciones, Venezuela muestra al mundo un semblante lastimero y de país fracasado. Y la razón de tal ruina está precisamente en esa fiebre por inventar revoluciones que se ha instalado en la mente de la mayoría de los oficiantes de políticos venezolanos. De cada una de esas revoluciones lo que ha salido en verdad es un pujido fétido que solo satisface a los hacedores de tales ilusiones. Con ello justifican su naufragio y el de nuestro maltratado país.
Hemos tenido en este lado del mundo un florilegio de revoluciones como para enseñarle al resto del mundo lo creativo que somos en tal materia. Abundan desde 1830 para acá revoluciones de consigna que no revolucionaron nada real. Tales revoluciones generaron en la sufrida y depauperada población nacional expectativas, sueños y esperanzas que al final quedaron en eso no más: expectativas, sueños y esperanzas, además de frustración. Han sido dos siglos en esta sucesión de aventuras, de búsquedas frustradas por tener un país soberano, moderno, digno, próspero, libre, democrático, pleno de justicia. Pero muy poco es lo que se ha logrado al respecto. Seguimos siendo un país de economía extractiva monoproductora. La naturaleza pródiga, gracias a Dios que es el verdadero creador de la riqueza venezolana, nos proporciona el sustento. Esa riqueza es vendida así bruta en el mercado internacional, y con el dinero obtenido por ello compramos fuera lo que necesitamos para sobrevivir (Vean sino las cajas CLAP que este desgobierno presenta como un extraordinario logro; todos sus ingredientes son mexicanos).Tenemos toda la historia republicana repitiendo ese simplista esquema económico, mientras revoluciones fallidas, revoluciones de oropel, vienen y van.
Que si la Revolución de las Reformas (1835), que la Revolución de Marzo (1858), que la Revolución Federal (1859-1863), la Revolución Azul (1868), la Revolución de Abril (1870), la Revolución Reivindicadora (1879), la Revolución Aclamacionista (1886), la Revolución Legalista (1892), la Revolución Nacionalista (1897), la Revolución Restauradora (1899), la Revolución Libertadora (1902), la Revolución de Octubre (1945).
Ahora de nuevo, una recién llegada casta de improvisados políticos ensaya en nuestro país otra revolución, llamada esta vez la Revolución Bolivariana Socialista, Humanista, con la cual coronamos esta larga serie de procesos políticos fallidos, frustrantes y malogrados, pues a ojos vista lo que observamos está ocurriendo ahorita en nuestro país es realmente lamentable. Otro colosal fracaso económico y social se suma a este alboroto político en el que hemos vivido los venezolanos, En esta oportunidad con estos plastíferos, pareciera que sobre nuestro país se hubiese posado una plaga de langosta, una plaga abominable, una pandilla de resentidos que como tal ha devorado y destruido todo a su paso. Despilfarradores sin límites, verdugos inmisericordes, enemigos del talento, de la pulcritud y de la virtud, en su inmensa mayoría gente sin preparación intelectual ni nociones de republicanismo, han fraguado uno de los tiempos más nefastos de la historia venezolana. Luego de seis años de mandato de Maduro y su combo lo que se observa en nuestro alrededor es destrucción; un mar de detritos se extiende sobre toda nuestra geografía nacional anegándola toda con su pestilente fluido.
Por la pésima gestión de la élite psuvista todo marcha muy mal aquí, incluso la empresa PDVSA, hoy casi quebrada por la "Gerencia Socialista". Son decenas de empresas públicas, que están paralizadas o en mínimo funcionamiento, que antes producían Hierro, acero, aluminio, oro, café, cemento, leche, etc. Lo mismo ocurre con los sectores productivos y comerciales del ámbito privado, en iguales o peores condiciones. Ningún sector productivo está cumpliendo su razón de ser. Es muy evidente que no producimos ni siquiera los insumos básicos de alimentación, de otra forma, las cajas Clap no serían necesarias y menos aún, trajeran productos extranjeros. La caída consecutiva y prolongada, durante de cinco años, del Producto Interno Bruto, es una clara indicación de que estamos ante la peor crisis de nuestra historia en el ámbito económico. Ruina y desolación en los campos y ciudades venezolanas es el signo de estos tiempos venezolanos.
Por lo demás, los servicios públicos colapsaron, no funcionan: el sistema eléctrico, Corpoelec es un caos con sus apagones consuetudinarios; graves problemas con el abastecimiento de agua potable; el transporte público está en bancarrota, entre las fallas permanentes del Metro de Caracas, la desaparición de la flota de autobuses del Estado, y la modalidad de transportar a los ciudadanos en camiones de ganado; el Pueblo trabajador es ultrajado cada vez que debe abordar uno de estos camiones o perreras, mientras que del otro lado, el funcionariado burócrata pasea sus posaderas en camionetas blindadas y protegidos por decenas de guardaespaldas. Un país sin nada bueno es lo que tenemos en estos momentos, sin medicinas, sin internet, sin cobertura celular, sin conexión satelital, sin conexión ni transporte aéreo, con sus calles, avenidas y carreteras abandonadas.
El caso del sector salud es una demostración elocuente de esta catástrofe, según vemos en el informe emanado de la Oficina Panamericana de la Salud. Algunos datos arrojados por este informe son los siguientes: Entre 2015 y 2017, aparecieron unos 800 mil casos de malaria, un aumento del 200%; la enfermedad de sarampión resurgió en 21 de los 24 entidades regionales, 1.558 casos en 2018, lo que es un aumento de 114,3%, con 33 muertes sólo en Delta Amacuro; desde 2016 se han producido 1.716 casos de difteria, aumento de 221%, con 160 muertes y en 2018 hubo 352 contagios; aumento de 124% del VIH, de 68% de tuberculosis 2014 a 2017, pérdida de 22 mil médicos (un tercio del total) por salida del país, emigración hacia países vecinos principalmente de 1,6 millones de venezolanos, disfuncionalidad de la infraestructura existente y abandono de las funciones de salud pública. Hay que sumar a esto las miles de enfermeras y técnicos también escapados de la hambruna venezolana. El resultado de tal desmantelamiento es la mortandad producida entre los venezolanos carentes de asistencia médica y de medicinas. Son miles las muertes ocurridas por tal desidia, muertes que deben agregarse a la pésima gestión del presidente Maduro y de su funcionariado. Y por lo que vislumbramos, estos mismos persistirán en su empeño de seguir destruyendo lo poco que queda en pié y maltratando al pueblo venezolano, pues luego de dos meses de la reelección de Maduro ningún cambio de política ha ejecutado; ningún cambio de gabinete, ninguna medida para enfrentar los acuciantes problemas del país; puras promesas siguen saliendo de la boca del incontinente verbal. Lo mismo que ha hecho durante sus seis años de mandato. Pronunciar discursos, Charadas, verborrea, pistoladas, anunciar y prometer, pero sin cumplir. Un autócrata charlatán es en verdad lo que tenemos como presidente. Con razón este calvario nacional, esta devastación pestífera. Sin embargo, sabemos que la historia es sabia y que después de la tormenta viene la calma. Otro 23 de enero habrá de ocurrir en nuestro país. Las condiciones materiales ya están en desarrollo. Falta apenas la llama que encienda la pradera.