Para resolver un problema es preciso un buen planteamiento, preferentemente impecable. Si el problema es social o socioeconómico, luego también lo es un análisis meticuloso de la eventual perturbación que sufre la sociedad y da origen a ese problema. Y la perturbación no puede ser si no la profunda desigualdad, la miseria, la marginación, la exclusión social, la negación práctica de los derechos básicos o la obstrucción del poder, al ejercicio de esos derechos que se supone ya conquistados por el pueblo, es decir, el grueso de la población común.
Pues bien, llevamos 40 años alternándose en España una derecha tardo franquista, por un lado, y, por otro, una izquierda que empezó siendo socialista, luego pasó a ser socialdemocracia para adaptarse a los tiempos, y ha terminado siendo un oxímoron: izquierda neoliberal.
Para esa sociedad común de la que hablo, es decir para esa colectividad compuesta de individuos jóvenes que no son ricos ni están acomodados, cuya vida y destino dependen y fluctúan entre la voluntad de los empresarios y la de sus padres o abuelos, es decir la clase trabajadora sin más, la diferencia entre la derecha ultramontana y esa izquierda neoliberal que dice representarla es minúscula. Solo hay matices de diferencias.
Desde un punto de vista iusnaturalista, los primeros son depredadores que se reafirman en su derecho a depredar, mientras que los segundos son depredadores que no quieren serlo pero las razones de Estado y la reakpolitik les obliga a serlo. ¿Y cuáles son las razones de Estado y la realpolitik? Pues no afectar demasiado al establishment, al statu quo de los poderes económicos, financieros y bancarios; no minar más de lo que está el desprestigio del ex monarca, del monarca y de la monarquía que se reinstauró por la puerta de atrás…Una izquierda, ésta neoliberal, muy resuelta a aplicar a los males de la sociedad española medicamentos, parches y sinapismos, pero no cirugía, ni siquiera estética...
Las razones de esa progresiva transformación, más bien deriva, más bien degeneración de la izquierda que se postula como más representativa por encarnar la ideología socialista que la impulsó hace más o menos cien años, las desconozco pero las sospecho. La primera mímesis, el paso del socialismo a la socialdemocracia, debió ser, por un lado, el temor a ser confundido el socialismo suyo "civilizado" con el socialismo real que se suponía no lo era, y por otro lado, la incorporación de muchos de los miembros y militantes del partido a un relativo bienestar similar al que habían disfrutado hasta entonces las clases dominantes. Y la segunda mímesis, el paso de la socialdemocracia a lo que algunos llaman "buenismo", la incorporación a otra mejora del bienestar. Pero en este caso no un bienestar holgado y estable, sino un bienestar precario, un acomodo basado exclusivamente en el acceso a la comida segura, a un techo familiar y a los nuevos utensilios tecnológicos, en todo lo que poco o nada tienen que ver los gobiernos. Al final, más razones materiales y menos éticas. Los aspectos morales, los detalles solemnes que van más allá de ese acomodo: garantías, de trabajo y en el trabajo, aborto, igualdad de género en la práctica, eutanasia, derecho de expresión, referéndums, derecho a elegir entre monarquía y república, derecho a autodeterminación... y otras bagatelas, están de hecho vedados a esa gran mayoría de la población que nada o poco tuvo que ver con la guerra civil y con los fundamentos morales procedentes de una religión y de una religiosidad que han caído en barrena...
Población, por cierto, que se las ve y se las desea para lograr una vida independiente y digna en lo material, y sofocadas sus tentativas de hacerse oír en medio del estruendo, estridente o sordo, que provocan los neo-conservadores neoliberales, los de siempre en realidad, y los pseudo socialistas que se limitan en la mayoría a ser unos buenos chicos al lado de los ladrones y tramposos que han sido los otros en esa su alternancia durante los cuarenta años que vivimos en la ficción de una democracia.
En España, ni se ha reabierto ni se ha cerrado la herida dejada por la guerra civil y la postguerra. Lo que ocurre aquí es inédito en Europa, pues las guerras civiles en los países de la Vieja Europa les quedan demasiado lejos como para influir en su convivencia.
En resumen, España vive desde que surgió la esperanza con brotes esporádicos más o menos virulentos en un tejido social con una herida muy infecciosa que no se cerrará hasta que los hijos y nietos de los vencedores pasen a mejor vida...