La meta de una revolución es elevar la consciencia del pueblo, no es comprarse un “carrito”, o tener oro en el banco. El oro no se come, y menos útil es cuando es de papel. En el centro del torbellino de problemas que padecemos todos hay una gran confusión de valores, además de una bestial desinformación de lo que realmente pasa en el país. La gente es presa de los oportunistas como nunca. Nos quieren tener embobados con discursos y discursitos, promesas y más promesas. Llevan el estandarte de la patria a todos los actos, para evitar desaires o que algún general no aplauda. Pero la Patria, en sus bocas no significa nada. Ahora mismo la están picando, junto al país, en pedazos para venderla a los “inversionistas extranjeros” y a “inversionistas nacionales” que son, para los efectos, exactamente lo mismo (protegidos por el Ciadi y similares).
Hablar de dos años para que se equilibre la economía es un descaro, y el gobierno lo sabe. Pero el país pareciera que no, y sigue esperanzado con el cuento del Petro (respaldado en un petróleo que no existe, QUE ESTÁ EN EL SUBSUELO Y QUE ES DIFICIL DE EXTRAER, como lo señala Manuel Sutherland), un ánima, un espíritu burlón. En dos meses, dice Sutherland, los sueldos serán algodón de azúcar, la inflación se habrá comido hasta las sillas, los escaparates de la casa, todo, zapatos, el Metro, el sistema eléctrico, los cachorritos, los gatos, las ratas… las que queden por ahí será porque cuentan con dólares, aviones y tienen en Miami o Europa sus tiendas favoritas.
La gente sigue creyendo en sus buenas intenciones. Y ellos ni siquiera ponen cara de estarse sacrificando mucho, pareciera que solo a ellos le va bien, pero la gente cree en sus buenas intenciones. Son ostentosos, como Pedro Carreño, y todavía hay quien no conecta imagen con palabras y se percata de la contradicción. Los mercados están vacíos, y todos estamos esperando la famosa quincena de 900 Bs soberanos, como si con ellos va aparecer la carne, el pollo, las papas, el aceite, los huevos. ¿A quién hay que denunciar y ante quién? ¿A un gerente pendejo? No puede ser que el éxito del Plan de recuperación y prosperidad económica dependa de Wilmer Contreras; que éste sea así de vulnerable. Pero la gente ¡ahí!, todavía cree.
La fe es importante para la vida pero cuando se trabaja con sentido, por resultados visibles, concretos, no en una línea de producción 12 horas por cuatro lochas. La fe mueve montañas si trabajas. Se tiene fe básicamente en uno mismo, no en promesas y cosas etéreas, “Ayúdate que yo te ayudaré” dice el Cristo. Pero, ¿no te ayudes, para que veas qué pasa con tu fe?
Por otra parte la población vive ahora precavida de aquel que tiene al lado, fraccionada, cada quién pendiente de sus propios intereses. La consciencia del deber social se diluyó con un pragmatismo pestilente que apostó por incentivar el individualismo, el éxito personal por encima del éxito de toda la sociedad. La consciencia del deber social se acabó con la muerte de Chávez, la solidaridad, el entusiasmo por los cambios, la marcha encadenados de los brazos para conquistar el socialismo.
Ahora todo está pensado y hecho desde el gobierno y sus asesores: la política económica, la redacción de las leyes, las conclusiones del congreso del PSUV, los acuerdos con las trasnacionales, el “socialismo” condensado en un Carnet… y una caja de comida de mala calidad, importada de Colombia, México, Guatemala, Ecuador, y nadie sabe por qué, si nuestras reservas, nuestros dólares se los dio el gobierno a los “productores privados” para que “produjeran” alimentos nacionales para abastecer los mercados, de calidad: atún y sardinas de nuestros pescadores (Pescalba y las empresas privadas), pasta, arroz, azúcar, leche, aceite, o sea Cargill, Polar, Nestlé, Capri.
Ese es el socialismo en cápsulas, libre de contaminación ideológica, del virus de la consciencia social, el socialismo “instantáneo”, que nos llega a nuestras casas pulcro, sin política, sin conocimiento, sin discusiones estériles, el pragmatismo pequeñoburgués que todo lo compra en Macro, ya empaquetado.
Maduro nos ha cambiado espejitos por pepitas de oro. Nos ha estafado. Una revolución de la consciencia terminó siendo un arreo de pendejos que votan y marchan en favor de un grupito de vivos con dólares, trajes y zapatos caros, y todo lo que estos símbolos cargan detrás. Sabiendo el efecto que tiene la publicidad de la expectación, viven haciendo anuncios, promesas, eternas campañas electorales, gastando lo que no hay y no tienen en eso, mientras nosotros pasamos trabajo, un pueblo entero pasa trabajo, alborotado, disperso, sin saber qué hacer, desorganizado, in culto, desinformado, como una estampida pero cautiva.
Es urgente que comencemos a recuperar la memoria, que se escriba sobre lo que pasó y ha pasado hasta ahora, que se vuelva al punto de partida de la revolución y de donde la dejó Chávez después de su muerte. Es urgente volver a insistir en el trabajo político, en cambiar las organizaciones desde la base, los Consejos Comunales secuestrados por políticos clientelares, por funcionarios del gobierno, la Comunas, secuestradas igual por burócratas y pícaros “mata revoluciones”. Hay que activar de nuevo los círculos de estudio y escuelas políticas para desmontar esta trampa y no para fortalecer las mentiras. Es ridículo discutir el Plan de Maduro sin saber lo que hay detrás, sin conocer su sentido, sin relacionar y conectar la realidad con la mentira y la verdad de las palabras. Sería bueno leer a Sutherland, a Ramírez, a Britto García, una crítica incisiva y seria, y a muchos otros críticos y estudiosos de este proceso en franca caída, para que luego, desde el piso podamos levantarnos con fuerza política y moral. La fe sin probidad es estéril, es nula, la fe sin inteligencia, sin estudio y trabajo también. Fe, esperanza y caridad, pero para los que luchan por la humanidad, no para los soñadores que rezan o que se dan golpes de pecho.