¿Por qué el reformismo es un ideal mediocre? Porque es una idea que se construye desde lo que existe, desde la realidad pero en ella se disuelve, no trasciende.
Los liberales, el liberalismo idealiza la misma realidad como si todo en ella debe ser bueno por el hecho de ser real. El liberalismo representa un extremo de la condición humana, al darle vuelo al individualismo como fórmula para la vida. Dentro de una sociedad estratificada, despiadada, el hombre debe luchar frente al resto de su congéneres, salvarse de forma individual, mostrar todas sus capacidades, potenciar al máximo su fuerza física, su inteligencia y fuerza espiritual para liberarse del yugo social, de la explotación, de la segregación y el hambre pero de forma individual, compitiendo con el resto de la humanidad. El liberalismo idealiza esa condición y concepción individualista del mundo, aun no pudiendo el ser humano vivir fuera de sus vínculos sociales.
El socialismo es una idea que se formula como la sociedad que debería ser. No existe en el mundo moderno. Solo se lo conoce en comunidades muy reducidas y de forma simple, en sociedades “retrasadas” en sus modos de producción, en razón a la simpleza de sus costumbres y sus necesidades. Pero, dentro del mundo moderno, en ciudades que concentran millones de seres humanos en complejas relaciones sociales y de producción capitalistas, altamente estratificadas, el socialismo es la idea de una sociedad inexistente, que el marxismo la convierte en una posibilidad real sobre una crítica rigurosa y minuciosa a las razones liberales, a la relaciones de producción capitalista, a la mecánica del capitalismo; a sus dispositivos de control social y la imposición de su lógica.
El socialismo representa el otro extremo de las capacidades humanas, podemos decir que es una idea parida a causa de un espíritu constreñido, nacido del dolor social, es la inteligencia humana liberada en un sueño. Se le podría reprochar su inexistencia, sin embargo es precisamente su contenido profundamente humano el que lo hace factible, es uno sueño y como sueño, humano, y por ser humano, posible.
El reformismo es también un ideal, pero mediocre. No es capitalista pero tampoco es socialista. Está a medio camino, cansado, queriendo domeñar al capitalista o regularlo mediante una solicitud formal, acuerdos, conversando, avergonzado de sus orígenes socialistas, por su radicalidad, por su carácter revolucionario. El reformismo idealiza la mediocridad, hace del deseo una razón suficiente para la lucha. Su crítica es mocha, como lo son sus reformas. Sus agentes nacen de la conciliación con el contrario. El reformista es un concertador, un dialogante que se sabe derrotado de antemano, concierta sobre la base de respetar el orden social, las leyes, las clases sociales y su estratificación; habla de movilidad social, porque no cree en la revolución. Y cuando dice ¡revolución!, miente. El reformismo se diluye como idea en la realidad capitalista, es absorbido por la realidad.
Por eso la importancia que cobra el marxismo en la historia de las ideas. Una crítica rigurosa a la realidad para transformarla, demoliendo las razones metafísicas y moralistas de los teóricos del liberalismo económico para justificar un robo, el despojo de unos pocos, de la riqueza que pertenece a toda la sociedad.
La revolución socialista y la violencia.
La violencia no es un método necesario para la revolución. Nace en ella de la resistencia de los propietarios a renunciar a sus privilegios. Los capitalistas y propietarios no perjudican sus propios intereses, por más que lo soliciten los reformistas. El capitalismo no se suicida. Por eso se hace necesario para el revolucionario socialista, como lo dice Chávez en su Plan de la Patria, ir paso a paso pero sin aminorar el ritmo, es decir haciendo las cosas con perseverancia hacia una sola dirección, hacia el socialismo, tercamente, sin hacer concesiones de principios. En este sentido su respuesta violenta resulta legítima como reactiva, en el sentido que no nace de sus métodos ni de sus principios, sino de la resistencia que ejercen los verdaderos reaccionarios frente a los cambios sociales: la burguesía expropiadora, explotadora de la sociedad, que prefiere acabar con el planeta que ceder a la justicia social.
La violencia que ejerce la sociedad capitalista sobre el individuo no se nota porque es, en la mayoría de los casos, espiritual, pero puede ser física y despiadada. La injusticia es violencia, la segregación, el racismo, la discriminación de la mujer y el abuso a su condición, el Estado burgués es violento. Y tiene que serlo, para contener las demandas de la sociedad explotada; por lo tanto lo son también sus leyes. La idea de libertad en la sociedad capitalista es la mentira más grande que nos han metido en la cabeza. La libertad liberal es una libertad negativa que se construye en el dejar hacer a los más poderosos y ricos, no se ejerce positivamente de forma individual. Por eso hablan de reducir controles, de reducir el Estado a su mínima expresión de Estado policial, por eso detestan la planificación de lo que ellos consideran como suyo: la sociedad en su conjunto.
La revolución socialista es un sueño pero que se hace realidad paso a paso, sin aminorar su ritmo direccionado, terco, sin miedo, no se deja aplastar sin pelear. El reformismo usa la paz como un pretexto para no luchar, para conciliar, para ponerse del lado de los poderosos y sus métodos; cuando sus deseos no son concedidos, no pelean porque son solo deseos declarativos, los reformistas se asimilan al sistema como se diluye el cloro en el agua.
Chávez nos lo advirtió muchas veces, que nos cuidáramos del reformismo, pero la peste reformista lo venció físicamente y ahora quiere hacerlo estatua. Ahora el imperio, el capitalismo tiene acorralado al reformista, asustado, desesperado, viendo cómo hacer para salir con vida de esta debacle, entregándolo todo, lanzando cuerpos a las fieras, sacrificando los cristianos para conservar sus miserables ventajas.