Me pareció en gran parte acertado el artículo del amigo Rafael Rodríguez Olmos, de hace unos días en Aporrea, en el que llamaba la atención acerca de la vaciedad del reciente discurso de Maduro ante la ANC. En dos platos, el colega señalaba que, salvo el aumento de sueldo que, al final, no fue tal, sino una burla cruel, dada la monstruosa devaluación del Bolívar-Soberano en cuestión de días (o de horas o hasta minutos, como lo ha hecho ver Temir Porras a propósito del aumento de la cotización de un Petro "desanclado" a los pocos minutos de haberse hecho públicos los anuncios presidenciales), Maduro no dijo nada acerca de lo principal para el pueblo: cómo enfrentar la hiperinflación y el empobrecimiento masivo del pueblo venezolano.
Pero esta no es toda la realidad. Más bien me parece que en ese discurso, así como en otros previos y sucesivos, Maduro ha estado dibujando un giro importante, aunque, es bueno destacarlo de una vez, no es hacia el socialismo ni mucho menos, sino hacia el relanzamiento de un capitalismo dependiente extractivista, como desenlace de la crisis terminal del capitalismo rentista de siempre, que ahora adquiere rasgos más terribles que nunca.
Describir este giro madurista, nos hace reconsiderar una conseja de la cual uno mismo se ha hecho eco: que las políticas maduristas son incoherentes. Al revisar un texto que nos facilita Emiliano Terán, acerca de la pugna directamente territorial en una fase salvaje de extractivismo, se nos confirma nuestra impresión. Efectivamente en estos años hubo un "golpe de timón", pero no en la dirección de los motivos más importantes de lo que podríamos llamar la "utopía chavista" (las comunas, el Poder Popular, la democracia participativa), sino en la vía de profundizar, no sólo la apropiación delictiva de la renta (ésta última ya se ha reducido bastante en virtud de la caída de la producción de PDVSA y el estancamiento de los precios del petróleo), sino de nuevas formas de esa lógica de saqueo del capital extractivista.
Haría falta un texto mucho más extenso para explicar esto, pero podríamos sintetizar sus principales rasgos así: a) bienvenida a la inversión del capital transnacional (norteamericano, ruso, chino, canadiense, francés, etc.) en empresas mixtas explotadoras del petróleo y la riqueza minera, en las que el esquema de propiedad se ha corregido en beneficio de los capitalistas extranjeros, hasta llegar a estructuras 50/50 y sin regalías, como cuando Gómez y sus sucesores inmediatos; b) privatizar disimuladamente las empresas que fueron estatizadas desordenadamente (esto es: sin seguir un plan adecuado de industrialización) durante Chávez, como salida a un fracaso gerencial cuasi delictivo, c) permitir una economía "sumergida", completamente dolarizada, por donde circulan las divisas "lavadas" de la corrupción, la extracción bestial de las zonas mineras, la "bachaquería" coordinada por jefes militares integradas en la cúpula burocrática-militar gobernante, las ganancias del mercado especulativo de divisas y, en mucho menos proporción, las remesas de la migración. Por supuesto, esa economía "sumergida" (o, más bien, emergente), dolarizada, es una especie de asesinato continuado del Bolívar, ya muerto, pero que "sigue muriendo", como en aquel poema de Vallejo.
Ya habíamos tenido un prólogo de estas políticas económicas de relanzamiento del capitalismo dependiente extractivista, con la aprobación, a principios de período hace ya casi seis años, de las Zonas Económicas Especiales (con facilidades tributarias al capital transnacional, flexibilización laboral y otras inspiraciones del capitalismo con rostro de "comunismo defensor de libre mercado" de China), así como las más recientes Ley "Terminator" (según Britto García) de Protección a la inversión extranjera y la Ley que reforma o suspende la de los ilícitos cambiarios. En los recientes discursos maduristas, sólo se le dan unos toques de color. Ya Maduro parece hacer paráfrasis de aquella arenga de Bujarin en una olvidada URSS: ¡enriquézcanse! ¡Quién dijo que estábamos contra la empresa privada! Pero el discurso ya no es dirigido a los pequeños y medianos productores agrícolas de una Rusia devastada por la guerra civil, sino hacia los capitales extranjeros y una nueva fracción burguesa, enriquecida ya por el saqueo de la renta petrolera que ya no da más, sobre todo por ineficiencia e ineptitud.
Lo más irónico, diabólico, terrible, de todo esto, es la gruesa niebla ideológica que recubre y oculta, entre ilusiones anacrónicas, lo que es no más que un nuevo esquema de saqueo nacional, en un ficticio duelo entre el "socialismo" y el "capitalismo". Los fracasos políticos de la oposición de derecha, que configuran una verdadera derrota histórica, a largo plazo, ya sembraron un fondo de desesperanza, desafiliación y abulia política que, cuando no encuentra salida en el éxodo, va adquiriendo el horrible rostro de la base social de apoyo a un régimen gorila, una guerra civil o a una intervención extranjera directa. Pertenece a la lógica del devenir de los sentimientos que la frustración profunda se transmute en el odio más intenso. Mientras tanto, siguen levantándose los muros de la incomunicación entre verdaderas burbujas culturales de los rebaños opositores y maduristas, donde se intercambian y refuerzan mensajes de odio al adversario e idealización heroica de los propios.
Mientras tanto, hay una "mano zurda" funcionando, buscando acuerdos donde se resguarden los intereses de los que se han enriquecido y se siguen enriqueciendo en este saqueo nacional. Desgraciadamente, frente a un horizonte de guerra civil o sangramiento permanente, esta es la opción menos costosa en términos de sufrimientos populares.