1. Avanza ofensiva final
El asalto final del Imperio avanza rápidamente. En su primera semana, Maduro ha sufrido cuatro graves derrotas consecutivas: 1. no logró evitar el ultimátum del Grupo de Lima (5.1.); 2. no pudo neutralizar el nombramiento de su sustituto, el "presidente interino" Juan Guaidó 11.1.); 3. no consiguió bloquear el cabildo abierto, donde Guaidó trazó públicamente la ruta de su remoción; 4. fracasó en su criminal intento de secuestro de Guaidó por su Gestapo tropical, el SEBIN. La camarilla madurista ha perdido la iniciativa estratégica en esta última Batalla por Caracas y no volverá a recuperarla, porque ya no tiene fuerza de resistencia.
2. Colapso político-mental en Miraflores
Cada una de esas derrotas, a las cuales hay que agregar el fallido intento de tiranicidio –desde el cual Maduro tiene miedo de estar en la calle- ha mermado el escaso capital político de negociación del régimen. Pero, más importante, ha producido un colapso político-mental en la mafia de Maduro-Cabello-Padrino López, que se refleja en su total incapacidad de defensa estratégica y táctica. Más allá de las habituales amenazas terroristas del Torquemada anti-comunista Diosdado Cabello y los delirantes y quijotescos discursos de Maduro --cuyo paroxismo es el último panfleto que aparece con su nombre, "Distopía Socialista"-- no hay estratagema visible que impresione a aliados y opositores. Hasta en el lenguaje corporal de sus bufones civiles y armados, que apenas se molestan en ocultar su desmoralización cuando escuchan a sus "líderes", se refleja la agonía final del régimen.
3. El Fuehrer en su Bunker
La actuación de la camarilla, basada en la conciencia, de que finalmente le ha llegado su hora y que es inevitable su capitulación incondicional ante la orden de regime change (cambio de régimen) de Washington –ejecutada en cooperación con sus sátrapas monroeistas en Bogotá, Brasilia, Buenos Aires y Santiago-- es comparable a la de Hitler en la Batalla de Berlin, después del inicio de la ofensiva final soviética (16.4.1945). Al igual que Hitler en su Bunker, la troika usurpadora hace grandes movimientos salvadoras con ejércitos fantasmas: dos millones de milicianos estarán listos en abril (Maduro); inversiones fantasmas: "las mejores empresas de EEUU van a venir a invertir aquí", y monedas fantasmas, como el petro. Son los Geisterarmeen de Hitler en Berlin y las quimeras de mentes delirantes que no van a salvar a los usurpadores. Como tampoco les va a salvar su febril esperanza de que Rusia o China pueden rescatar su distopía contra la voluntad del Imperio. En el fondo saben, que la Madre de todas las Batallas de la mafia burguesa usurpadora de Miraflores está por terminar. Por eso, el indigno Maduro ya se arrastró ante Trump, mandando un "mensaje muy humano" vía Fox News, pidiendo desesperadamente negociar, porque "somos gente humana"; somos personas con las que "se puede negociar".
4. Ho Chi Min y Maduro
En su repugnante rendición televisiva ante Trump, Maduro tiene el descaro de insinuar que como Washington negoció con Vietnam, igualmente puede negociar con Caracas. No hay mayor manifestación de su falta de dignidad y de su incultura, que ésta. El heroico pueblo de Vietnam, conducido por su vanguardia comunista bajo Ho Chi Minh y el apoyo solidario de los países socialistas del mundo, derrotó en treinta años de guerra a Japón, Francia y Estados Unidos, para conquistar su independencia. Más de tres millones de vietnamitas pagaron con su vida la "osadía" geoestratégica, de defender la soberanía nacional ante Washington. Fue la derrota militar, con sesenta mil agresores militares gringos muertos, que obligó al Imperio a negociar la paz y establecer relaciones diplomáticas. Es decir, Hanoi habló de vencedor a vencido con Washington. En Venezuela, la situación es al revés. Maduro está vencido y Washington está en condiciones de dictar unilateralmente la capitulación incondicional y las condiciones de post-guerra. Por eso, pedir negociaciones "con mucho respeto", cuando no se tiene ningún poder de negociación real, es simplemente un acto de postración y delirio más de este lumpen gobierno burgués.
5. La Solución sandinista
El principal problema del futuro venezolano, aparte de la reconstrucción económica, es la paz interna. Es decir, impedir que el modelo de asesinato político selectivo del régimen colombiano se aplique en Venezuela. Si a Maduro y su camarilla le quedara un ápice de responsabilidad y patriotismo, negociaría con los gringos y su ficha Guaidó la solución sandinista de 1989: gobierno transitorio, elecciones libres y el reemplazo de la corrupta cúpula militar de Padrino López, Nestor Reverol y del SEBIN, por los militares patrióticos chavistas, como los generales Rodríguez Torres, Raúl I. Baduel y Cliver Alcalá. Esta es la única forma, en la cual se puede proteger la vida de los militantes chavistas y abrir cauces pacíficos para el futuro del país. En contrapartida, se permitiría a la camarilla burguesa madurista exiliarse en un país que la quiera aceptar.
6. Trump, Maduro y el impeachment
La política exterior de Estados Unidos está en manos de los neofascistas gubernamentales, encabezados por John Bolton y Mike Pompeo, de los neofascistas (neoconservadores) republicanos y demócratas del Congreso, de la mafia anti-comunista de Miami y de la derecha israelí. Trump ya no es más que un bufón distractor, que pierde cada vez más poder de decisión y terminará probablemente destituido por un impeachment (juicio político), durante el año en curso. Si se da este escenario, seguirá el vicepresidente Mike Pence en la Casa Blanca: un oportunista teocrático como Bolsonaro, que es aún más reaccionario que Trump. De ahí, que aún un cambio de este tipo en la Casa Blanca no modificaría esencialmente la política monroeista frente a América Latina, porque Washington necesita el subcontinente esclavizado, como peón geoestratégico frente a China, Rusia y la Unión Europea.
7. Revolución rusa en Caracas
La nueva situación venezolana puede resumirse en tres características: 1. Una dualidad de poder reminiscente a la descrita por Lenin en la Revolución Rusa de 1917. Por supuesto, que el conflicto en Venezuela no es una guerra de clases entre un poder obrero revolucionario (soviets) y la burguesía nacional, sino entre dos fracciones de la burguesía, que luchan por el control monopólico del Estado. Esa dualidad de poder compite por la legalidad, legitimidad y el control efectivo de cuatro áreas claves del aparato burgués de dominación estatal: en lo legislativo, la Asamblea Nacional (AN) vs. la Asamblea Nacional Constituyente (ANC); en lo judicial, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) vs. el TSJ en el exterior; en lo ejecutivo, Maduro vs. el presidente "interino" Juan Guaidó y en lo electoral, el Instituto Nacional Electoral (INE) vs. la AN.
8. ¿Quién liquida a quién?
Por su propia naturaleza, una situación política dual o contradictoria es inestable y, por lo tanto, transitoria, Ambas facciones, en pugna, procuran acumular fuerzas para liquidar al rival y quedarse con el poder único. En Venezuela se trata, en esencia, de un conflicto hegemónico intra-burgués sobre las rentas extractivas, que se ha internacionalizado por afectar los intereses geopolíticos del centro de gravitación continental, Washington. Por lo mismo, Washington decide el conflicto por los medios imperiales que vea oportuno y en el momento oportuno. Ese momento oportuno ha llegado y terminará pronto en el colapso del régimen. El efecto geopolítico Saddam Husseín y Muhamar Gaddafi se impondrá en el hemisferio. La lección fundamental para las auténticas fuerzas bolivarianas, chavistas y progresistas del país, que se deriva de esta lógica imperial en la actual fase de transición, es clara: no darle un cheque en blanco al joven y carismático Guaidó, porque, al fin y al cabo, es la carta de Washington. Sólo con acuerdos públicos férreos, como la solución sandinista, debería apoyárselo, si no se quiere entregar el país incondicionalmente a los neofascistas en Washington, Miami, Bogotá, Brasilia y Buenos Aires, cuyos verdugos están listos para la venganza.
9. Ajedrez geopolítico de la Patria Grande
Los imperialistas washingtonianos han declarado públicamente que quieren destruir a los actuales gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Es probable, que el gobierno de Maduro caiga hasta mediados de 2019. El gobierno de Daniel Ortega, que repite la misma política ciega de Maduro, tendrá un espacio de vida más largo. Pero, a lo máximo, hasta las elecciones del 2022. El futuro de Cuba depende, esencialmente, de la voluntad de China y Rusia, de proporcionar los medios de una simbiosis económica y un Plan Marshall, para dar un salto cualitativo en su desarrollo económico y resistir la intensificación de la agresión gringa.
De este primer grupo de gobiernos, al cual pertenece también la Bolivia de Evo, hay que diferenciar los grandes vasallos latinoamericanos, que han aceptado el quid pro quo imperial monroeísta: comprar la protección de la mayor organización delincuencial de la historia, la OTAN, pagando con la entrega de las regiones estratégicas del subcontinente: Macri, la Patagonia y el acceso a la Antártida; Bolsonaro, la Amazonia y el Pantanao del Matto Grosso; Uribe, Santos, Duque el "portaaviones terrestre" de Colombia para el control bi-oceánico y el Canal de Panamá y Paraguay, el acuífero del Guaraní.
10. México en el gran tablero de ajedrez
Es obvio, que México no encaja en ninguno de los dos grupos: ni en el "socialista", ni en el entreguista. Y también es obvio, que hay varios puntos de contención estratégicos con el Imperio. Por ejemplo, la Doctrina Estrada de política exterior, fundada en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y la soberanía nacional, nunca será respetada por el Imperio gringo en proceso de ocaso. De ahí, qué con el neofascismo estadounidense, hegemónico en este momento, difícilmente habrá coexistencia duradera. Una versión más preclara de la dominación imperialista, como la que ejecutó Obama, en cambio, puede priorizar la estabilidad interna de México y la tranquilidad en la frontera, que garantiza el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Siendo AMLO un genio político y, sin duda, el hombre de Estado más talentoso del continente americano, puede ser posible, que con la caída de Trump y su equipo de walking dead neofascistas, logre establecer una cohabitación viable con el futuro gobierno de los demócratas.
Puede parecer poco dentro de una perspectiva maximista. Pero, para los pueblos de la Patria Grande sería una avenida hacia la paz y la prosperidad. Una luz de esperanza en la noche de los Maduro, Macri, Duque y Bolsonaro. De hecho, la única luz visible en el firmamento del Sur.