Visto desde el punto de vista puramente material el asunto de la propiedad es un problema, admite explicaciones. Por ejemplo, se puede ver cómo se confunden objetivos políticos con reivindicaciones obreras: la propiedad social de los medios de producción con el simple control obrero de la producción. La propiedad social es un objetivo material que nos conduce a un objetivo fundamentalmente espiritual; para ésto se necesita, para cambiar la consciencia, para la liberación del individuo. Todo eso del "control obrero", la "autogestión obrera" se haya dentro del campo de la propiedad privada, retributiva del egoísmo materialista y a ultranza; son formulas reformistas para "suavizar" los efectos hegemónicos del capitalismo, ampliar la distribución de la riqueza, sin embargo siempre terminan subsumidos –control y autogestión – por el campo de la propiedad privada. Lo mismo pasa con las cooperativas y otras forma colectivistas de propiedad con sentido y lógica capitalistas. Cuentan para el lado capitalista de la propiedad y de lo privado.
La propiedad privada y el Estado. La propiedad privada atenta contra la sociedad, niega al Estado como representante de toda la sociedad (Nos referimos a la propiedad privada de los medios de producción, la que se concentra en pocas manos, que su tendencia es a eso, a que se concentre la riqueza cada vez en menos manos; cuando hablamos de propiedad privada hablamos de aquella que aspira a ser grande y hegemónica, no de otra). Siendo representante de toda la sociedad, los controles del Estado a la actividad privada serían necesarios para que ésta no degenere en monopolios económicos y políticos, permitiendo espacios de decisión a la sociedad civil. Pero la tendencia es lo inverso. (La libertad dentro del capitalismo es un mito, la de empresa, la política, de pensamiento; está limitada por la acción de los monopolios, de los que tienen el control, en última instancia, de la economía, la libertad es solo para los más ricos (y para los espíritus fuertes y valientes que se les oponen, por supuesto). La movilidad social: en los pases altamente estratificados –que son casi todos los países bajo el yugo capitalista – es casi nula).
La actividad monopólica es formalmente restringida o prohibida en casi todo el mundo. El problema de la competencia está en que caduca muy rápido, en que toda actividad privada de producción y comercial capitalista tiende a la concentración y al monopolio. La competencia comercial no existe sino entre grandes oligopolios y entre países altamente desarrollados; cuando el capitalismo o los capitalistas compiten entre ellos lo hacen usando la fuerza, con sus aparatos políticos, militares e industriales a nombres de sus naciones, es decir, colocando al obrero y al trabajador del campo como carne de cañón en guerras e irrupciones de gobierno, para provecho propio. Más abajo los "capitalismos emergentes" (como el que pretende Maduro) son absorbidos o invadidos por los grandes. Técnicamente el Estado, que hace de nación en los países capitalistas altamente desarrollados, se reduce al aparato militar y policial. El estamento político, sus gobiernos y parlamentos, representan intereses industriales, financieros y comerciales bien organizados. Mucho más abajo, en el resto de países, o países pobres y dependientes (como el que nos ha dejado Maduro), se impone un Estado policial y una clase gobernante subordinada a algún centro de poder capitalista mundial, o se promueve la anarquía, como en muchos países africanos. Eso, a grosso modo… Por eso la independencia política significa, estrictamente hablando, independencia del capitalismo, no hay de otra.
La propiedad social y el Estado. En la sociedad socialista –por la que ahora luchamos – el Estado es, transitoriamente, la representación política de toda la sociedad y quien administra los grandes medios de producción como propiedad social –la distribución de bienes y servicios, en fin, todos los procesos económicos – y de forma planificada. A diferencia del capitalismo, donde el Estado coincide con la ganancia de los más ricos, donde se liberan los controles, sociales y estatales, de la producción y comercialización de bienes y servicios, ¡la anarquía! para garantizar la ganancia de los más ricos – la ganancia es lo que determina todo–, el Estado socialista lo hace (o sea, produce) en función de satisfacer las necesidades materiales y espirituales de toda la sociedad –solo mientras ésto sea su tutoría – hasta que se convierta en el proceder cotidiano de la sociedad. Su soporte ético espiritual es la conciencia del deber social, cada individuo actúa consciente de que se debe a la sociedad, desde ella construye lo nuevo, la consciencia del deber social es una realización práctica de la idea de pueblo, de nación, de patria, la única garantía de que el individuo pueda desarrollar al máximo sus capacidades individuales productivas, creativas y espirituales. Esta idea es compartida y desarrollada, por ejemplo, por inteligencias como la de Oscar Wilde en "El hombre en socialismo" y por Albert Einstein en "Qué es el socialismo", además de Marx y algunos marxistas avanzados.
El capitalismo. Es un sistema comprobadamente depredador y eminentemente excluyente, es la fuente de todo tipo de privilegios, del embrutecimiento sistemático de las grandes masas, de consumidores y trabajadores; la fuente de la tecnología para el control y la dominación de masas, a través del monopolio del conocimiento y manipulación de los centros de conocimientos científicos y académicos para su propio provecho, claro está. Se perfila como el último eslabón antes de la destrucción inevitable de la humanidad y de la vida que la hace posible. Así lo testimonian científicos de toda clase y tendencias, incluyendo sus propios investigadores. Como ejemplos está el político y ambientalista, ex candidato a la presidencia de EEUU, All Gore, y está el científico, productor de TV y documentalista David Athenbourg, entre otros científicos honestos. Los dos formados en el sistema, no ven salida al planeta en el modelo de producción capitalista.
El socialismo. Es posible solo a través de procesos revolucionarios y radicales. La violencia, como se suele pensar, no es el motor de sus acciones. Lo que impulsa la revolución socialista es el cambio del sistema por otro más humano o proto humano. Pero como este cambio nunca podrá ser consensual, es decir, con el consentimiento de los propietarios y poderosos capitalistas (y facilitado por el sistema); como este cambio genera una resistencia violenta requiere de una reacción violenta equivalente o proporcional, generándose una verdadera guerra, fruto de la exacerbación de las tensiones entre dos clases enfrentadas conscientemente. La violencia, el desborde de las tensiones, es el precio que hay que pagar por los grandes, necesarios y urgentes cambios. Violencia no significa necesariamente volúmenes de muertos y destrucción; violencia es, en este caso, imponerse sobre la voluntad del otro mediante la ascensión y uso del poder. El socialismo se instaura por la conquista del poder y la imposición de la mal entendida dictadura del proletariado para sostenerlo hasta la victoria definitiva del espíritu socialista (aquí, el dictador es entendido, en parte, en el sentido clásico griego, como un compromiso, un mal necesario para general y sostener otro orden social distinto), es la reversión de la tiranía del Estado hegemónico burgués por la dictadura del Estado socialista; de las mayorías conscientes y en "revolución continua" (en proceso de cambio continuado) sobre la minoría expropiadora, hegemónica.
El capitalismo es la consciencia del hombre del presente, mientras el socialismo es la consciencia del hombre nuevo, del hombre del futuro. La humanidad cambia o perece, así de simple.