Una antigua leyenda cuenta que en cierta ocasión un pastor etíope llamado Kaldi notó que sus cabras se excitaban tras comer los frutos rojos de un arbusto cercano. interesado, el joven probó las bolitas y no pudo dormir en toda la noche. Al día siguiente dicho pastor mostró las frutas al superior del monasterio local, quien las recomendó a sus discípulos para que se mantuvieran despiertos durante las plegarias nocturnas. Como la provincia de Etiopía donde ocurrieron estos hechos se llama Kaffa, el producto en cuestión pasó a llamarse CAFÉ. Otra versión más precisa hace derivar el nombre del vocablo árabe "qahwah", que significa, "vigorizante".
A Venezuela arribó el grano de café en la tercera década del siglo XVIII, cuando ya en Europa, Norteamérica, África y Oriente Medio, sus habitantes habían adquirido la costumbre de degustar el aromático brebaje salido de este fruto. Desde el siglo XVI la historia recoge información sobre las andanzas del café en el mundo, y se considera que fue el botánico alemán Léonard Rauwolf quien, por primera vez, describió el café en un libro publicado en 1583.
Una versión atribuye a los franceses la introducción de esta planta en América Latina. En este caso el arbusto penetró a través de Martinica, traído en las manos del Capitán de Infantería y Alférez de Navío Gabriel Mathieu Clieu. Otra versión asigna a los holandeses este mérito. Un presidiario de la isla de Cayena de apellido Mourges lo introdujo en la Guayana Francesa. Y don Arístides Rojas (2008), informa que el café fue traído de Paris a Guadalupe por Desclieux, en 1720. De aquí paso a Cayena en 1725, para posteriormente llegar a Venezuela.
En territorio venezolano el café fue cultivado por vez primera en la Provincia de Guayana, por los misioneros Castellanos. Ocurrió este hecho en el transcurso del año 1730, y cupo el privilegio de sembrarlo, verlo crecer y recoger sus frutos al padre José Gumilla, Misionero de la orden Jesuita. En su libro titulado El Orinoco Ilustrado y Defendido, publicado en 1741, este sacerdote da cuenta de dicho acontecimiento. Sin embargo, su autor no tuvo la preocupación de proporcionarnos las cifras oficiales sobre la cantidad de café producido por esta comunidad religiosa en este siglo. Es de suponer que se cultivó el arbusto para consumo de los misioneros y de la población española habitante tanto de la ciudad de Santo Tomé como de las diferentes villas fundadas por las autoridades en la provincia. Cabe entonces a este territorio el privilegio de haber sido el lugar donde se sirvió y consumió la primera taza de café en Venezuela.
En las siguientes décadas de ese siglo se sembró el arbusto en otros lugares de la Capitanía General de Venezuela, tales como: los valles de Aragua, el valle de Caracas, la provincia de Cumaná y, finalmente, en las tierras bajas de los andes occidentales. En las cercanías de Caracas, en el pueblo de Chacao, donde las familias adineradas de la ciudad poseían estancias con casas solariegas, se cultivó café por vez primera en las haciendas de los presbíteros: Antonio José García Mohedano, Pedro Ramón Palacios y Sojo, y Bartolomé Blandín. Estos tres eran propietarios de las haciendas La Floresta, San Felipe y Blandín, respectivamente. Y fue en esta última donde un día de finales del año 1786 se sirvieron las primeras tazas de café en el Valle de Caracas. Para la ocasión se invitó a las principales familias de la capital, autoridades políticas y eclesiásticas. Hubo ceremonia religiosa, banquete, baile, discursos y brindis. De la siguiente manera narra el cronista de Caracas este acontecimiento: "Cuando llegó el día fijado, desde muy temprano, la familia Blandín y sus entroncamientos de Echenique, Argaín y Báez, aguardaban la selecta concurrencia, la cual fue llegando por grupos, unos en cabalgaduras, otros en carretas de bueyes, pues la calesa no había para aquel entonces, hecho surco en las calles de la capital ni el camino de Chacao (…) Por la primera vez, iba a verificarse, al pie de la Silla del Ávila, una fiesta tan llena de novedad y de atractivos, pues que celebraba el cultivo del árbol del café en el Valle de Caracas (…) cuando llega el momento de servir el café, cuya fragancia se derrama por el poético recinto, vese un grupo de tres sacerdotes, que precedidos del anfitrión de la fiesta, Don Bartolomé Blandín, se acercaron a la mesa: eran estos: Mohedano, el padre Sojo y el padre doctor Domingo Blandín, que, desde 1775, había comenzado a figurar en el clero de Caracas. Llegan a la mesa en el momento cuando la primera cafetera vacía su contenido en la transparente taza de porcelana, la cual es presentada inmediatamente al virtuoso cura de Chacao. Mohedano, dirigiendo su mirada al grupo de personas congregadas dice: "Bendiga Dios al hombre de los campos, sostenido por la constancia y por la fe. Bendiga Dios al fruto fecundo, Don de la sabia naturaleza a los hombres de buena voluntad. Dice San Agustín que cuando el agricultor, al conducir el arado, confía la semilla al campo, no teme, ni la lluvia que cae, ni el cierzo que sopla, porque los rigores de la estación desaparecen ante las esperanzas de la cosecha. Así nosotros, a pesar del invierno de esta vida mortal, debemos sembrar, acompañada de lágrimas, la semilla que Dios ama; la de nuestra buena voluntad y de nuestras obras, y pensar en las dichas que nos proporcionara abundante cosecha" (2008. 550-551).
En los inicios del siglo XIX se fundaron los primeros cafés en Caracas. En 1810 le tocó el turno al Café del Ángel y en 1812 al Café de la Confederación. Este mismo año La Guaira contó con un establecimiento similar de nombre Café del Comercio de los Estados Unidos de Venezuela.
Estos primeros cafés fueron escenarios donde se abordaron sin duda los convulsos acontecimientos que por esos años iniciales del XIX ocurrían en nuestro territorio y España. Muchas tazas de café se sirvieron y consumieron durante las acaloradas discusiones escenificadas en la Sociedad Patriótica, en las plazas públicas, en conciliábulos secretos y en las calles de Caracas y de otras ciudades venezolanas. El excitante brebaje y su aroma tormentoso inundó los espacios públicos y privados en aquellas ciudades y pueblos venezolanos a los que arribaban las ideas liberales y republicanas.
Ante el inconfundible aroma y sabor del café los revoltosos venezolanos se entusiasmaban más aun y radicalizaban sus discursos y aspiraciones. Se hablaba entonces de libertad, de independencia, de república, y nada mejor que el tinto brebaje para soliviantar los ánimos, para encender las almas y estimular la voluntad de aquellos valientes venezolanos en cuyos hombres se hizo la guerra de independencia y se apuntaló la República de Venezuela. Fue este estimulante bebedizo un cómplice auspiciante de las ideas independentistas y de la empresa libertadora venezolana. Luego, instalado ya el Estado republicano, el café acompañó el despliegue en nuestro territorio de la doctrina liberal y de las formas políticas asociadas a ella.
Nuestro país produjo abundante café desde 1830 en adelante al punto de haber alcanzado los primeros lugares mundiales en el comercio de exportación de este producto. En 1875 produjo Venezuela 40.000 toneladas; en 1884, la producción subió a 55.000; en 1894 la cifra alcanzó a 106.337; en 1924, la cantidad bajó a 57.391 toneladas y en 1937, ascendió nuevamente hasta la cifra de 74.555 toneladas. En la última década del XIX fue cuando más café produjo Venezuela. Ya para esta fecha los andes se había incorporado al cultivo de la planta y desde entonces la producción de esta región ha cubierto casi la mitad del total generado en nuestro país. Esas abultadas cantidades hicieron que Venezuela ocupara un lugar destacado como proveedor mundial de café. Entre 1830 y 1831 las exportaciones venezolanas alcanzaron el 39% del comercio mundial; entre 1859 y 1860 cubrieron el 45%; entre 1869 y 1870 cubrieron el 56,4%; entre 1890 y 1891 el 75%; y entre 1899 y 1900 el 40%.
En 1896 nuestro país ocupó el segundo lugar entre los principales productores mundiales de café, después de Brasil. En 1920 cayó al tercer lugar; en 1925 al cuarto; en 1931 al quinto; en 1932 al sexto; y en 1933 al octavo. En este siglo, el declive de la producción se produjo por el descuido de la actividad agrícola interna, causada por la aparición del petróleo en nuestro territorio. También influyó en esta caída el estallido de la primera guerra mundial, así como la Gran depresión de 1929.
Lo cierto es que durante casi trescientos años Venezuela ha estado produciendo café. El mercado interno ha sido satisfecho con producción local en todo este tiempo y también una parte de la demanda internacional ha sido cubierta con café nacional. Esto ocurrió hasta los primeros años del gobierno de Hugo Chávez Frías, cuando pésimas decisiones presidenciales provocaron la ruina de la actividad cafetera en nuestro país. Tales decisiones fueron: En primer lugar, el grave error que significó la expropiación, de varias industrias procesadoras de café, entre ellas: Fama de América, Café Madrid, San Antonio, El Peñón, marcas cuya producción inundaba los anaqueles de los mercados, abastos y supermercados del país. En segundo lugar, la expropiación de numerosas plantaciones de café, hoy día abandonadas y con producción en cero. Y, en tercer lugar, la política desacertada de control de precios impuesta por Chávez y Maduro. Todos estos equívocos trajeron consigo una caída vertiginosa de la producción de café nacional, según nos dicen las cifras siguientes. Mientras que en los tiempos de Juan Vicente Gómez producía nuestro país 30,2 kilos de café al ano por habitante, habiéndose alcanzado en 1998 un total de producción de 1,6 millones de quintales de café, suficiente como para exportar entre 400.000 y 500.000 quintales, después de la Revolución Bolivariana, la producción nacional de este importante renglón agrícola se redujo considerablemente. En el lapso 2015-2016 la cosecha nacional alcanzó apenas 406.000 quintales; la de 2017, hasta febrero de 2018, fue de 450.000 quintales, lo que representa una cantidad de medio kilo por habitante. Esto quiere decir que con la última cosecha se pudo satisfacer apenas el 25% del consumo nacional, que ha sido tradicionalmente de 2,4 millones de quintales. Para más datos acerca de esta crisis cafetera nacional agreguemos que desde el año 2003 Venezuela dejó de ser un país exportador de café; y desde 2010 se convirtió en un país importador de este rubro. Tres siglos de actividad económica floreciente fueron arrasados por los gobiernos de Chávez y Maduro. Producto de tal desastre ahora los venezolanos preparan su tradicional bebida con producción proveniente de países extranjeros.
Paradójica la historia del café venezolano. La planta la trajeron los holandeses a Suramérica. A nuestro territorio la acarrearon los misioneros castellanos. Su siembra la auspiciaron en suelo nacional las autoridades monárquicas peninsulares. La sembraron los españoles y criollos en esta parte de Suramérica. La infusión fue consumida por los libertadores a lo largo de las guerras por la independencia de nuestro país. Luego, los gobiernos republicanos de los siglos XIX y XX promovieron la ampliación de las tierras cultivadas, así como estimularon su producción y comercialización interna y externa. Caudillos gobernantes de la Independencia y de la Federación; los jefes andinos de la Restauradora y sus herederos de la transición hacia la democracia; y finalmente los presidentes de los tiempos de la democracia liberal, todos favorecieron a los caficultores venezolanos. Ninguno de los más de treinta presidentes del país, militares o civiles, dictadores o demócratas, entorpecieron la actividad cafetalera del país. Muy por el contrario, a sabiendas de los beneficios que tal cultivo proporcionaba al Estado, a los propietarios, a los trabajadores y a los venezolanos en general, todos protegieron el cultivo, su producción y el consumo del café nacional.
Pero las buenas noticias se acabaron. Vinieron a gobernar nuestro país los ¿Revolucionarios Bolivarianos? y destruyeron plantaciones e industria cafetera nacional. Casi tres siglos consecutivos de actividad productiva fue arrasada en poco tiempo. Se redujo la cantidad de árboles de cafeto productivos, muchas plantaciones fueron expropiadas y arruinadas, así como también fábricas procesadoras; el resultado inmediato fue la caída vertiginosa de la producción y consumo de este producto venezolano. El país que bebió café de su propia tierra desde el año 1730 pasó a consumirlo importado, consumido además ahora en pequeñas dosis y por pocas personas por lo oneroso del producto. En este caso tuvo lugar una revolución al revés, no fue una Revolución Libertadora como le de Simón Bolívar, tampoco Restauradora como la de Castro y Gómez, fue, eso sí, una Revolución Arruinadora, destructora, bárbara, devastadora. En el caso del café, esta "revolución" enfrentó a los productores, a los trabajadores y a los consumidores. Una locura pues.
Esos que vinieron a "componer" el país, a "liberarnos" del rentismo petrolero, a convertir a Venezuela en una "potencia" económica, hicieron todo lo contrario, generando con su nefasta labor, ruina, desolación, hambre, miseria, corrupción, enfermedades, migración nacional, pobreza, más dependencia y mayor rentismo.
Lo ocurrido con la actividad cafetera venezolana muestra a ojos vista lo dañino que puede resultar una gestión gubernamental para un país. Este es el caso de la magistratura ejercida por Hugo Chávez, quien al mismo tiempo que destruía tal industria, consumía a toneles la aromática y apetitosa infusión.