La democracia protagónica que soñamos en 1999 y el adefesio que tenemos ahora

En abril de 1999 redactamos un corto documento para la discusión en el extinto Colectivo La Grey de Maracaibo (integrado por luchadores sociales de distintas procedencias de militancia política). Titulado "Programa Mínimo", en siete páginas proponíamos una serie de principios y medidas básicas que orientaran nuestro respaldo al nuevo proceso de cambios que se abría en ese momento con el triunfo electoral de Hugo Chávez. Las dos últimas páginas se refieren a la democracia participativa y protagónica, idea fundamental del discurso de Chávez para ese momento y sustento de la convocatoria a Asamblea Constituyente. Las incluimos a continuación, para contrastar el futuro luminoso que avizoraban las fuerzas populares en 1999 con el adefesio político que Maduro y su combo han impuesto a sangre y fuego hoy en 2019. Es una contribución a visualizar mejor el tamaño enorme de la traición que Maduro-Cabello-Padrino han cometido contra la revolución bolivariana y contra todo el pueblo venezolano.

MEDIDAS POLITICAS (fragmento del documento "Programa Mínimo" de 1999):

Ante la crisis del sistema político implantado en Venezuela desde 1958, la democracia representativa de partidos, con sus expresiones de corrupción administrativa, clientelismo y fraudes electorales, sistema que ha sustituido la voluntad popular por la voluntad de los cogollos partidistas, diversos sectores del país, incluyendo al nuevo presidente Hugo Chávez, han venido planteando la necesidad de instaurar una democracia directa, participativa, que impida el nuevo florecimiento de los males que envilecieron a la democracia venezolana.

La democracia directa es un viejo principio de organización de la humanidad. Fue practicada por todas las comunidades primigenias en los cinco continentes. La propia democracia esclavista griega se basaba en ella (salvo para los esclavos, que no tenían ningún derecho democrático). El fundamento de la democracia directa es la asamblea popular como máximo organismo para discutir y decidir todo lo concerniente al gobierno de una determinada comunidad. En la medida en que las sociedades aumentaron su población y se hicieron más complejas, las formas de democracia directa se hicieron más difíciles de practicar, y tendieron a ser sustituidas por sistemas políticos que de una u otra forma usurpaban la voluntad de la mayoría social para favorecer a las minorías dueñas del poder político-económico.

No obstante, todas las sociedades en momentos de crisis vuelven a sus raíces, a las formas democráticas originarias que practicó la humanidad por miles y miles de años, ahora adaptadas al nuevo contexto social en que cobran sentido histórico. Eso ocurrió en Francia en 1789, cuando los representantes del Tercer Estado decidieron convertirse en Asamblea Constituyente, para dar inicio a uno de los principales procesos de cambio sociopolítico que ha conocido la historia reciente.

La democracia directa no es una utopía como modelo de organización para las modernas sociedades industrializadas. La Comuna de París, en 1871, era una asamblea popular integrada por los delegados de cada comuna en que estaba dividida la ciudad. El Soviet de Petrogrado, en 1917, era una asamblea de obreros y soldados integrada por delegados de las fábricas, barrios obreros y cuerpos de ejército. La profunda y trascendental rebelión juvenil y social de los años 60, que se expresó en Venezuela en el proceso de Renovación Universitaria iniciado en 1969, fue igualmente un proceso sustentado en las formas asambleísticas de organización.

De todas estas experiencias históricas han surgido una serie de principios básicos de la democracia, que a continuación resumimos:

  • La Asamblea Popular como organismo primario de discusión y decisión.

  • La elección directa y uninominal de todo cargo público.

  • La rendición obligatoria de cuentas y el derecho a revocar por referéndum a todo representante que no cumpla sus funciones.

  • Establecer límites de tiempo para el ejercicio de cargos públicos, y límites a los salarios de los representantes populares. El ejercicio de cargos electivos debe dejar de ser un privilegio para convertirse en una responsabilidad social, rompiendo la separación entre dirigentes y dirigidos. La política dejaría de ser una esfera para especialistas, una "profesión", para convertirse en asunto de toda la población.

  • Las instituciones políticas deben ser sencillas, eliminando todo lo que agregue burocracia, cumpliendo funciones ejecutivas y legislativas al mismo tiempo. Esa fue la experiencia de los soviets en Rusia, de las comunas revolucionarias en París y de los consejos obreros en varios países europeos.

  • La descentralización del poder, enfatizando en el federalismo y el poder local de las comunidades organizadas. Mientras menos poder tenga el Estado centralizado, más posibilidades habrán de participación popular en cuestiones directas del poder, siempre y cuando el poder burocrático central no sea sustituido por un poder burocrático regional, por élites locales que usurpen igualmente la soberanía popular.

  • La desmonopolización de los medios de comunicación, estableciendo controles y formas de gestión directa de las comunidades en ellos. El poder popular organizado desde la base debe mantener un control hacia los medios de información fundamentales como la prensa, televisión y radio, para evitar que los grupos empresariales que financian dichos medios los utilicen para sabotear las transformaciones sociales que se vayan promoviendo.

  • La libertad de opinión, de discusión, y la democratización de los conocimientos.

  • (nos faltó decir en 1999 y agregamos ahora en 2019): El mecanismo de referéndum para aprobar las decisiones de gobierno fundamentales para el pueblo y la nación.

Una democracia real debe eliminar a la política como una esfera donde los "especialistas" o políticos profesionales dominan al resto de la población, reabsorbiendo a la sociedad política en la sociedad civil, asumiendo formas de autogobierno o autogestión popular. Los partidos deben dejar de ser organizaciones compuestas por profesionales de la política, para convertirse en agrupaciones que expresen las diferentes tendencias políticas del país, integradas por individuos que estén insertos en la estructura social y que en un momento determinado pueden ser elegibles a cargos de representación pública. La política ya no será un privilegio de los más "vivos", sino una responsabilidad de todos los ciudadanos.

Los principios de la democracia participativa se aplican también para las organizaciones populares y gremios en general, y para los partidos y agrupaciones políticas. Ha sido una tradición en el país y en el mundo que quienes postulan cambios democráticos en una sociedad no practican la democracia en sus propias organizaciones. Uno de los defectos fundamentales de la propuesta socialista que colapsó en Europa del Este fue la supresión de la democracia directa de los soviets y consejos obreros por las decisiones unilaterales de la dirección del partido revolucionario. La sociedad de hombres libres con la que soñaron los teóricos marxistas se concretó en su opuesto, en la dictadura del partido único, y dentro del partido, en la preeminencia del Buró Político o secretariado sobre toda la militancia.

La división entre dirigentes y dirigidos, entre trabajo intelectual y trabajo manual, que es uno de los fundamentos de las sociedades divididas en clases, se ha repetido históricamente hasta en los partidos más revolucionarios. Ahora que en Venezuela se abre un proceso de democratización de la sociedad, nos pronunciamos porque los cambios al sistema político que surjan del proceso constituyente se fundamenten en la democracia participativa o directa. A la vez, al interior de los partidos que pretenden ser vanguardia en este proceso, como el MVR, también es necesario profundizar la lucha interna contra los criterios leninistas y militaristas que pretenden imponer una estructura de partido subordinada totalmente a una dirección que nunca discute sobre la política que se implementa ni se legitima con su elección desde las bases.

Practicar la democracia en todas las instancias en las cuales se actúa es fundamental si realmente se quieren generar cambios de fondo en nuestra sociedad. La revolución comienza por nosotros mismos, por las organizaciones populares, por los partidos de vanguardia. Sin ello, el actual proceso será nada más un simple cambio de personas, y se mantendrán el tipo de relaciones que han marginado históricamente a la mayoría de la población venezolana del disfrute de las enormes riquezas naturales del país. Ninguna revolución democrática puede ser llevada a cabo bajo liderazgos unipersonales que coarten la participación creativa del pueblo organizado en la conducción del proceso.



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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