España

El gesto, en la política

Los gestos y las actitudes en política son muy importantes. A menudo más importantes que los mítines y los discursos. Pues sabido es que los propósitos vociferados en los mítines o deslizados en los discursos, es raro que los políticos, una vez en el gobierno, pasen de ellos a los hechos. Sobre todo en un país como España donde están a la orden del día los incumplimientos desde que se inauguró esto que parece más una pantomima que una verdadera democracia. Los gestos y las actitudes personales del político, casi siempre transmiten más confianza y expectativas o rechazo que un mitin, que un discurso o que una arenga. Luego se verá a cuento de qué viene esto...

El caso es que desde el nacimiento de la organización política española en 1978, millones de ciudadanos venimos esperando con impaciencia cambios profundos más allá de una Constitución viciada de consentimiento por parte de la ciudadanía que, temblorosa entonces, la aprobó por los motivos tantas veces repetidos. Cambios que respondían a las expectativas de millones de españoles y a lo que dijo proponerse el líder del partido entonces socialista. Pero cambios que a lo largo de las cuatro legislaturas de las que fue su mandatario, nunca intentó y menos materializó pese a que bajo su dirección su partido logró dos mayorías absolutas consecutivas, en 1982 y en 1986, y con mayoría simple gobernó en las siguientes de 1989 y de 1993. Total, 13 años esperando esos cambios que nunca llegaron y a cuya frustración la parte de la ciudadanía que los deseaba y esperaba se fue poco a poco resignando, compensado el sentimiento con la fiesta económica de los fondos de cohesión europeos y otras yerbas, que aquella época de vacas gordas propició. Ello, para el jolgorio de conservadores y de quienes se les estaban uniendo, algunos sin apenas darse cuenta...

Bien, aceptemos que, por razones de prudencia y elegancia, es decir para no mostrar ansias de revancha, no intentase el líder en su primer mandato remover los cimientos del régimen gaseoso pero a todas luces neo franquista puesto en marcha en 1978. Pero es que tampoco evidenció intención alguna en los tres mandatos siguientes. Entonces fue cuando recapitulamos. Y entonces fue cuando la ciudadanía de izquierdas y republicana se percató que desde el primer momento la voluntad del mandatario y la de su partido no era no generar las condiciones precisas para aplicar los cambios prometidos y esperados por al menos la mitad de la ciudadanía, sino seguir gobernando sin más problemas que los que le ocasionase el partido con el que en adelante se alternaría. Y así, del mismo modo que, cínicamente, Fernando VII en 1812 (lo que supuso entonces el fracaso del proceso de modernización política y administrativa que representaba la Ilustración tardía de las Cortes gaditanas) y luego se ha ido comprobando, aquel mandatario, entonces socialista (y luego ya ni se sabe), desde 1978 decidió "marchar por la senda constitucional". A pesar de que ello significase traicionar el ideario de su fundador, sus postulados vociferados en los mítines que le dieron la mayoría absoluta en 1982, y pactar más o menos secretamente con los franquistas. En suma, lo cómodo no para un reformista sino para un auténtico conservador...

Así las cosas, y visto por todo el mundo que la senda constitucional no eran más que raíles por los que discurrían las condiciones de una dictadura blanda con monarquía, y en lo territorial la misma unidad artificial de la una, grande y libre del Movimiento, se produce otro movimiento: el Movimiento de los indignados a raíz de la manifestación del 15 de mayo de 2011. Convocada por diversos colectivos, se produjeron una serie de protestas pacíficas en España con la intención de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo y de la hegemonía de bancos y corporaciones, así como una auténtica división de poderes y otras medidas, para mejorar un sistema escasamente democrático, pero en el que el llamamiento a la República también brilló por su ausencia.

Yo lo venía diciendo mucho antes en mi círculo familiar: si hubiese tenido 30 años, aptitudes para la política y las tragaderas imprescindibles para ejercer semejante y detestable oficio desde el punto de vista filosófico, mucho antes hubiese irrumpido en las calles con propósitos parecidos, pero hubiera ido más lejos, pues en mi opinión la República era y es fundamental para un cambio efectivo de la sociedad. Por lo que el referéndum hubiera sido la primera y quizá única exigencia... No fue el caso de las varias reivindicaciones del 15M, que se solapaban unas a otras, y la de la República fue, por lo que se ve, completamente postergada.

El caso es que Pablo Iglesias, visto y comprobado que los "socialistas" no cumplían lo que media España esperaba, fue quien se lanzó al ruedo adquiriendo el compromiso de intentar hacer lo que en 14 años no hicieron, ni el primer presidente en 13 años, ni el segundo en 4. Por eso cuando actualmente Sánchez dice no fiarse de él, vuelve a levantar ampollas de indignación entre quienes precisamente no podemos fiarnos de él por su traición al ideario socialista y el incumplimiento sostenido durante sus cinco mandatos.

Pero desde 2011 al día de hoy han transcurrido ocho años y han pasado muchas cosas, y todo sigue más o menos igual. De modo que, después de la promulgación de una Constitución que obviamente para nosotros es espuria, aquellas esperanzas de gran parte de la ciudadanía en una nación acorde con la mentalidad europea y una democracia orgánica ensamblada en una república federal, se han ido desvaneciendo a lo largo de estos cuarenta y tres años. Desvaneciendo hasta darlas por perdidas a pesar de que el líder de aquel 15M, muy preparado, con un equipo sumamente preparado entró a formar parte del Congreso y habría de representar el papel de conductor y guía de las meras expectativas en que se había convertido la esperanza, de lo que habría de ser el nuevo Estado

Pero hete aquí que aquel Pablo Iglesias de 2011, a juicio de muchos, viene experimentando un proceso mimético ostensible que, dada la carga renovadora de la que viene precedida desde hace ocho años puede resultar para muchos descorazonador. Recordemos al González atronando y asegurando que poco menos iba a derrocar el régimen, que iba a denunciar el Concordato con la Santa Sede, a reformar la Constitución, a cambiar la ley electoral… Y ya vemos en qué ha quedado todo eso y a dónde ha llegado su enriquecimiento personal y su pensamiento socialista. Pues bien, desde que Pablo Iglesias ha pasado a ser un líder individual a ser dual por razón de matrimonio o de emparejamiento, además con hijos; y desde que ha pasado de vivir en un hogar cualquiera a uno francamente acomodado, no le he seguido lo suficiente como para saber si ha cambiado mucho o no sus discursos, pero sí veo que ha cambiado en gestos y actitudes. Gestos nada sobrios como requiere una sociedad tan desigual, y actitudes que parecen denotar satisfacción y una enorme confianza en el logro de una coalición con un socio que le rechazó a él personalmente (lo que significa que tampoco compartimos el sentido de la dignidad). Pero es que, por otro lado, se le ve muy dispuesto a adoptar un "saber estar" propio de la "compostura", gestos y actitudes que tienen los políticos que, ya sin disimulos, se consideran también devotos de la monarquía y de la Constitución. Ese paso de la camisa al esmokin y pajarita en poco tiempo, y ese compadreo con quienes desde un principio se vienen mostrando, no como adversarios sino como enemigos a los que sólo les falta sacar una pistola, son gestos y actitudes mucho más elocuentes que cualquier declaración abierta de intenciones.

Esta transformación a ojos vista, que resulta obscena para muchos pero no llega a tanto en mi caso, me parece cuanto menos una extravagancia y revela un débil sentido de la dignidad que nos distancia y que desgraciadamente va a influir muy negativamente en la preferencia de las y los correligionarios que van diezmando las filas de un partido que despertó muchas esperanzas, pero que ha venido desinflando el globo de la ilusión de la izquierda por tres motivos: porque los enemigos son demasiado fuertes, porque la izquierda piensa sin ídolos, y porque lejos de exigir la reforma de la Constitución y el referéndum monarquía/república que su antagonista directo socialista nunca planteó (los dos elementos fundamentales del cambio que esperábamos tras la dictadura) se ha ido adaptando a la Constitución y casi se le ve unido a quienes vitorean a la monarquía. Una serie de gestos, de actitudes, de risitas y de omisiones que han ido resquebrajando al partido y desilusionando quizá a millones de electores...

Puede que me equivoque y Pablo Iglesias consiga alguna gesta (yo no me conformo con cambios cosméticos, para eso están los otros). Lo celebraría mucho. Pero me temo que a este paso el partido, más que ser clave para la gobernabilidad va a ser fulminado por los poderes fácticos, por los medios y por los demás políticos españoles, pero también por abandonar los dos objetivos prioritarios: república y abrogación o reforma profunda de la Constitución, pero también por gestos y actitudes estúpidos que son incompatibles con el ser y el sentir de la izquierda española verdadera...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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