Socialismo reflexivo (III)

Para nosotros, el socialismo no es un estado que debe implantarse, el mismo señor Presidente lo enseña cada vez que nos habla, es una ciencia social y hay que estudiarla, conocerla, para poder construirla con base y sujetarla a la realidad, algo así, como lo explica Carlos Marx en su ciencia. Por eso, es necesario no teorizarla, sino estudiarla y conocer de cómo y de dónde vienen sus raíces y saber que es tan primitiva que nace aferrada al sentimiento humano. Uno de los aspectos importantes que debemos observar es el de cómo siempre las minorías dominantes han servido para hacer doctrinas, acciones con inspiración liberadora en las mayorías sufridas, de ahí que encontremos mucho antes de la existencia de Jesucristo puntos históricos, animados por la libertad, la justicia y la igualdad, todos empapados de ese tinte, de ese sistema, tan atacado y el cual ya ha tenido sus edades heroicas, sus fenómenos históricos y su insistencia para vivirlo como bien para el hombre y su mundo.

Entre las sectas judías precristianas es muy importante considerar la comunidad de los esenios como una especie social de orden comunista. Esta secta, de la que se tiene información investigativa, desde el año segundo antes de cristo, constituía una comunidad conjurada, vivía bajo una organización social. Sus casas eran comunitarias y practicaban una absoluta comunidad de bienes. Sus labores agrícolas eran de trabajo colectivo y sus trabajos artesanales lo realizaban individualmente, pero los ingresos producidos los entregaban a la comunidad. Estaba rigurosamente prohibida la fabricación de armas, así como el ejercicio del comercio, la esclavitud era considerada como un pecado y todos ellos se extendieron por Palestina. Juan el Bautista, perteneció a esa comunidad y con él nace primitivamente el cristianismo. Con la llegada de Jesús, hallamos que las capas sociales en la que encontró inmensos partidarios fueron las mismas en las que se reclutaban los esenios y los fanáticos nacionalistas radicalistas, pequeños artesanos, campesinos y la mayoría de los ciudadanos de Jerusalén quienes vivían en extrema pobreza. Jesús condena a los ricos, con duras palabras y los invita a repartir sus riquezas y a participar de un nuevo humanismo. En el sermón de la montaña, encontramos un lenguaje que en todo su aspecto denota una meta social revolucionaria de la primitiva doctrina cristiana: “sed bienaventurados vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de dios. Sed bienaventurado vosotros, los hambrientos, porque seréis hartos, sed bienaventurados vosotros, los que lloráis, por que reiréis… pero, por contra, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque tenéis lejos vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que estáis hartos!, porque pasareis hambre. ¡Ay de vosotros, los que aquí reís!, porque llorareis y aullareis (luc., 6,20-25).

Es la promesa de un cambio en el destino de los olvidados, los marginados, los desheredados, es la reafirmación de la esperanza construida desde la prehistoria de la cristiandad. Es el choque de una civilización que vive una realidad y la iglesia que se dice cristiana uniéndose a la minoría poderosa y al sistema contrario a esta predica y para ello eleva a Jesucristo a un altar donde nadie pueda alcanzarlo y sus tesis las envuelve en un manto sagrado, lleno de misterios mentirosos para ellos enriquecerse y dominar a sus nuevos esclavos. Existen hechos históricos que muestran la verdad y la honestidad de Jesús, sus apóstoles posteriormente vivieron sobre el comunismo que predicó el líder, reunieron sus fieles, vivieron socialmente y se mantenían todos en común, los ricos vendieron sus propiedades y pertenencias y las distribuían entre todos, según lo que cada cual necesitaba. La multitud de los fieles tenía una sola alma y un solo corazón. Ninguno de aquellos dijo que de lo existente era propio, sino que era común a todos. No hubo entre ellos ningún necesitado, puesto que todas las propiedades de tierras o casas eran por ellos vendidas y depositados sus precios a los pies de los apóstoles, dándose a cada cual según sus necesidades. (4, 32, 34 y 35). En la carta de Bernabé, aparecida entre el año 96 al 130 después de cristo, se dice: “tienes que demostrar en todos los aspectos comunidad con el prójimo y no hablar de propiedad; puesto que sois compañeros en lo incorruptible, mucho más en relación con lo corruptible.” Tras haberse convertido el cristianismo en poder y religión de estado, continuaron apareciendo comunidades comunistas de consumo, los conventos recibían miembros, que en muchos casos eran ricos que rompían, por motivos morales o religiosos, con su vida cómoda. Como también acudían allí ciudadanos pobres, desposeídos que buscaban una razón justa y humana para vivir. Pero es el santo y mártir católico Tomás Moro quién en 1518 publica la primera utopía comunista racional de los tiempos modernos, allí Moro crítica a las condiciones inglesas de su tiempo, da a entender con bastante claridad que como socialista trata de algo más que hacer un placentero experimento literario intelectivo. Entre los males de Inglaterra cita los numerosos delitos de robo, que no cesaban a pesar de los castigos más severos y el desplazamiento de los campesinos por las ovejas, que había alterado la estructura rural. Tomás habla de una isla llamada utopía, una republica que tenia que ser gobernada por la razón. Y en su proyecto político dice: “a mi me parece… que de hecho, allá donde todavía existe la propiedad privada, donde todo se mide con el valor del dinero, no será nunca posible llevar a cabo una política justa con éxito; soy de la opinión de que ocurren las cosas mejor, de que siempre predomina lo mejor sobre lo peor, de que se es mas feliz allá donde se comparten las cosas y se procura acrecentar por todos los medios su valor…”

En él predominaba el sentimiento humano de la armonía, la igualdad, la justicia y por ello había que abolir la propiedad privada, toda esta concepción fue continuada por un noble, el conde Francés de Saint-Simón, combatiente por la independencia norteamericana y la revolución Francesa y defensor de la idea de que la sociedad tenia que ser gobernada por los sabios y que los frutos del trabajo y los dones del progreso se distribuyeran equitativamente y aunque yo encuentro en su teoría una conceptualidad muy tecnocratica y antifeudal más que socialista, debo reconocer su sentido socialista y el carácter internacional que tendría el futuro orden de la sociedad. Él expone la solidaridad internacional de los trabajadores y el interés común de los empresarios por el libre intercambio comercial del mundo. Su teoría fue transformada al socialismo, por su discípulo Saint-Amand Bazard. (Continuará…)


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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