En la actual coyuntura que vive la revolución venezolana se viene generando un clima de debate y reflexión en torno al socialismo, proceso éste donde se comienza a presentar las diversas concepciones, teorías, experiencias, sueños y esperanzas, en torno al cambio revolucionario.
Se trata de un debate inconcluso en el seno de los revolucionarios no sólo en Venezuela sino en todo el mundo, el cual ha cobrado fuerza en diversos momentos y ha producido montones de artículos, textos, sin dejar de dejar de señalar la ola de sanciones, expulsiones, excomuniones y otros expedientes propios de la burocracia partidista que silenció cualquier discrepancia con el dogma oficial del momento. Esto es harto conocido y puede rastrearse documentalmente en las historias de las Internacionales comunistas o trotskistas, y en los diversos agrupamiento consulares en los que se dividió la izquierda mundialmente (pro-soviéticos siguiendo los Manuales de la Academia de Ciencia de la URSS, pro-chinos con el pensamiento Mao Tse Tung, pro-albaneses seguidores de Henver Hoxa, pro-coreanos adoradores del Kim il Sung, pro-libios fanáticos del “libro verde” de Kadhafi). Cuando escribía estas notas vino a mi memoria los nombre de grupos o individualidades que en Venezuela fueron actores de ese proceso cismático originado en gran parte por el colonialismo intelectual, el dogmatismo y el sectarismo. Habiendo vivido en carne propia este proceso recuerdo como en décadas anteriores el PCV defendía el “socialismo científico“ canonizado por la URSS como el dogma de una iglesia o como Bandera Roja migró del marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse Tung al pensamiento de Hoxa, Domingo Alberto Rangel conformó un grupo pro-libio para promover el libro verde, Nuñez Tenorio formó también un grupo para difundir el pensamiento de Kim il Sung.
En el mismo contexto teórico e histórico hay que hacer justicia en reconocer que entre nosotros Douglas Bravos y los compañeros del PRV-Ruptura, enarbolaron la “herejía – utopía” como una búsqueda diferenciada de la izquierda tradicional, incluyendo la revalorización de Bolivar, la reivindicación del cimarronaje y la resistencia indígena.
Esta rápida evocación de una parte del proceso de copia y calco de aquella época, nos señala la inmensa responsabilidad intelectual que demanda el debate actual: la cuestión del socialismo no se puede simplificar ni banalizar, así como tampoco debemos reproducir el dogmatismo-empirismo.
En relación a esta última pareja epistemológica, también podemos señalar por experiencia que la simple repetición de recetas y categorías aplicadas mecánicamente y su combinación con el tareismo no puede conducir sino al fracaso, unas premisas no contextualizadas históricamente amarradas con una práctica ciega, conduce al oportunismo ideológico.
Aquí puedo testimoniar (después de varias décadas de militancia comprometida) como grupos e individualidades super radicalizados en la repetición de esquemas y recetas, esterilizados en el pensamiento y en la acción, terminan saltando la tranquera o adaptándose al momento por realismo político.
Superar el dogmatismo no es una cuestión sencilla, sobre todo si el proceso formativo es manualesco,. En mi caso, la formación como militante comunista se centró en las lecturas de textos de autores inspirados en el marxismo soviético, en consecuencia como revolucionario estuve durante mucho tiempo bajo la influencia de un tipo de interpretación sesgada de Marx.
Cuando tuve la ocasión de estudiar sistemáticamente la obra de Marx, básicamente en los 8 años de prisión en el Cuartel San Carlos en la década del 70, pude comprobar que la Economía Política de Nikitin, por ejemplo, era una determinada manera de entender los aportes del marxismo por parte de los rusos, donde estaban ausentes varios trabajos de Marx considerados como no “científicos”, “obras juveniles”, entre ellos los Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844, los Grundrisse, el Capítulo VI Inédito de El Capital, entre otros.. Precisamente, se trataba de aquellos escritos donde Marx desarrolla la crítica de la economía política desde una perspectiva humanista, condenando la explotación del trabajo desde el proceso inmediato de producción. Esta última lectura de Marx no permite justificar en su nombre la adopción de un “modelo de acumulación socialista”, ni la aplicación de la Ley del Valor-Trabajo en la construcción de la nueva sociedad, muchos menos pudiese justificar un concepto de productividad de base taylorista tal como lo desarrollaron los soviéticos.
Algún lector no consustanciado con tales referencia bibliográficas ni con sus implicaciones en la construcción socialista, puede pensar que se trata de una problemática teoricista, propia de académicos.
Sostengo que este es un nudo crítico de cualquier cambio revolucionario, es decir, definir estos aspectos de lecturas es básico en la superación del capitalismo. Los soviéticos no sólo fracasaron por las prácticas burocráticas del partido, sino porque reprodujeron la lógica de la acumulación capitalista en una óptica economicista y tecnocrática: no eliminaron la extorsión del trabajo, aplicaron los desarrollos científico-técnico sin crítica, adoptaron el taylorismo bautizado para la época como “stajonismo”.
Esta reflexión no es gratuita porque en Venezuela hay grupos e individualidades identificadas con el marxismo soviético que quieren un “socialismo científico” fundado en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la aplicación de la ciencia y la tecnología sin discusión, en la perpetuación de la división social del trabajo.
El aspecto dilemático del socialismo como negación del capitalismo, es la superación de la Ley del Valor, como teoría y práctica de la explotación del trabajo, hoy por hoy la clave es eliminar la enajenación del obrero que vive las consecuencias de la fragmentación de la tarea.
De allí, la urgencia de responder las siguientes 5 preguntas:
¿Puede construirse el socialismo manteniendo la contradicción entre el proceso de trabajo y la valorización o aceptando la primacía del valor de cambio por encima del valor de uso?
¿Puede construirse el socialismo sin poner en discusión la obtención de plusvalía, el pillaje legalizado del plustrabajo, trabajo excedente o trabajo no pagado al obrero?
¿Puede construirse el socialismo aceptando los paradigmas industriales propios del capitalismo, como son el taylorismo, el fordismo o el neofordismo?
¿Puede construirse el socialismo partiendo de la concepción de la productividad del trabajo que se fundamenta en la parcelación del saber y de la tarea, es decir, en la profundización de la separación entre el trabajo intelectual y el trabajo manual del obrero?
¿De qué socialismo estamos hablando? ¿Capitalismo de Estado?
Esta son interrogantes que demandan respuestas por parte de los revolucionarios que creemos en el socialismo. No responderlas es reproducir la vieja conseja gatopardiana: CAMBIAR PARA QUE NADA CAMBIE.
En nuestro caso, tal emplazamiento es más pertinente porque estamos al frente de una empresa como es CVG ALCASA donde 3.000 trabajadores sufren las múltiples implicaciones del paradigma taylorista. Es qué acaso me voy a hacer el loco frente a dicha realidad y comenzar hablar de “productividad”, “competitividad” sin considerar las condiciones de trabajo de los alcasianos. Sería una verdadera capitulación teórica u oportunismo político no trabajar por los cambios estructurales en las empresas básicas. Es por esto, que ubicado en la tarea histórica que apunta desarrollar una política rumbo al Socialismo, en ALCASA hemos conceptuado la cogestión como cambio en las relaciones de producción, donde no sólo hemos desarrollado la democracia de los trabajadores y hecho justicia en términos de la relación salarial que ocurre en la esfera de la circulación y el intercambio (cancelación de deudas y pasivos, aumentos y mejoras en la distribución del ingreso), sino que avanzamos hacia modificaciones en el proceso inmediato de producción, con los planteamientos de la humanización de la jornada de trabajo y la reducción del tiempo laboral, enfrentando la división del trabajo y despotismo de fábrica.
Tal proceso modulado por las anteriores interrogantes, no sólo es pertinente para ALCASA y las demás industrias básicas, si no que atraviesa de alguna manera todo el debate sobre la Economía Popular y el Desarrollo Endógeno, las Empresas de Producción Social y las Cooperativas como células del nuevo modelo productivo. ¿Cuál Socialismo? Es el reto de la hora.