El socialismo no ha fracasado, Maduro y su gobierno sí

Cuando la amenaza viene de la naturaleza y es incalculable. No se puede medir considerando la ignorancia que tenemos los humanos de cómo es su mecánica, tomando en cuenta la petulancia de muchos con "poder" (vano poder) de creer que entienden el sentido de la vida (y la muerte), solo porque son capaces de destruir a capricho todo lo que está a su paso.

Solo así, cuando la naturaleza se manifiesta, tenemos alguna certeza de que somos seres insignificantes, que hemos sido incapaces de entender el porqué de la vida ante lo inevitable de la muerte. Podremos encontrar una vacuna y replegarnos ente el avance letal de una peste como la del covid-19, pero siempre nos quedará la duda de si estamos salvados. Y junto a esa incertidumbre, la mala conciencia de haber roto el equilibrio natural de la vida, de que algo ha sido profanado.

Podemos prevenir un ataque humano, ¡hay psicología para eso!; podemos vencer a otros humanos. Pero vencer a todas las formas de la vida – orgullosos, creyéndonos los seres más vivos y "vivos" por excelencia – no podemos con eso. Podrá desaparecer nuestra especie, pero la vida en todas sus formas no, no es tan fácil.

Ese orgullo fatuo, ese sentimiento de poderlo todo, es propio del burgués y de los reyes. Y de la sociedad burguesa en su conjunto, de otros que "no piensan", solo imitan, que aspiran a ser como los primeros. Por eso destrozan las selvas. Por eso experimentan con negros africanos sus venenos y microbios; un estúpido rey anciano sale a matar elefantes en África, una corporación de imbéciles, entre empresarios y políticos, desforestan selvas completas sin importar el hábitat de miles de especies, que forman parte de una cadena biológica perfecta, para extraer del fondo de la tierra uranio, coltán, o diamantes, y fabricar juguetes inútiles: armas, cohetes, satélites; espiar enemigos, matar enemigos, buscar enemigos y cosas así, como en las películas. Solo la ociosidad, la vanidad y la competencia capitalista necesitan armas sofisticadas, vigilancia global, medios de desinformación; solamente la clase burguesa de súper ricos, políticos y reyes decadentes, necesitan gastarse la existencia en ese círculo vicioso para mantener esclavizados a sus congéneres, robar y devastar a la naturaleza a su antojo.

Aquí en Venezuela tenemos a los imitadores, a los que quieren ser como ellos. Si insistimos en lo mismo de siempre, en imitar lo malo y lo fácil, no hacemos nada. Maduro no entiende eso, y su gobierno tampoco, y con ellos muchos otros. Hay que aprovechar la oportunidad y cambiar el modelo de desarrollo capitalista por un modelo de desarrollo humano. Dar el ejemplo al mundo. Pero maduro no entiende eso… ¿O será que lo entiende demasiado?

Nosotros no tenemos nada personal en contra de Nicolás Maduro, no lo conocemos, pero seguramente, tomando en cuenta sus acciones – sus actuaciones –, es bastante probable que no llegara a ser nuestro amigo por voluntad propia. Sin embargo es distinto el asunto respecto a lo que él representa; Nicolás Maduro representa todo, o casi todo, lo que nosotros más aborrecemos: al capitalismo y a eso que llamamos el reformismo, una deformación capitalista pequeñoburguesa, profundamente reactiva y resentida, sin personalidad definida, sin ideología propia. Así que, si no es Maduro, puede ser otro el que actúe en nombre del reformismo, puede ser Jorge Rodríguez o Aristóbulo, o Claudio Fermín o Antonio Ledezma, quizás manifestándose con distinta intensidad; inclusive Guaidó y Diosdado entran en la misma categoría. El asunto es que, en el trato personal con algunos de ellos, creo que es bastante probable que hallemos algunos valores positivos, sin embargo como políticos, menguan; con poder, en vez de simbolizar la nobleza de espíritu, representan lo peor de ellos y de todos nosotros, de los humanos, como si les entrara el diablo en el cuerpo; se les sale lo más feo, mienten, sobreponen por encima de las necesidades de toda la sociedad sus propios intereses y deseos mezquinos, ¡sus carencias!, sus complejos de cara al modelo de vida burgués que tanto anhelan.

Dicho esto, por eso, para asumir cambios radicales en el sistema, no pensamos en ellos. En esa capa de la población aspirante, a medio camino entre la pobreza del obrero y trabajador y la opulencia burguesa, gente que está convencida de que sus apetencias personales representan las necesidades de toda la sociedad.

Como dijimos antes, se trata de una clase sin clase, sin personalidad, una autentica "falsa o mala conciencia", pero con "convicciones": el coctel de la muerte. Gente así no puede cambiar el mundo. Nosotros creemos que esta es otra oportunidad de oro para cambiar el orden de las cosas. Es tiempo de que emerja de la crisis la honestidad, la verdad, hablar con la verdad fundada en hechos. Es el momento de reconocerse incapaz cuando se es incapaz, apartarse cuando se estorba, o ponerse a disposición de servir a la sociedad, cuando se tiene la fuerza y la capacidad necesarias, comprometerse con las personas con un espíritu noble.

No vale la pena sustituir a Maduro por Guaidó, hay que sustituir lo que ellos dos representan, a quiénes y qué representan, a sus ideas o la falta de ellas, sustituirles por su contrario; la mentira por la verdad y la honestidad, el que sea un estorbo por aquellos que hacen las cosas bien, al farsante por el que sabe, al arribista por el indispensable, al burócrata inútil y presuntuoso por el que resuelve y sirve, y por supuesto a los ladrones y aprovechadores por los mejores administradores, a todo aquello que podemos encerrar en la idea de mentir y mentirse, por la voluntad de buscar la verdad y la perfección humanas.

Para construir una sociedad nueva y justa hay que actuar con cautela, pisar firme, porque el engaño nos asecha, las promesas, los bonos, los discursos ampulosos y teatrales. Porque la sociedad que queremos debe ser justa pero real, una verdad posible, probable, ¡comprobable!, no un cuento fantástico, una promesa imposible, populismo y demagogia sin compromiso, sin participación colectiva, sin una conciencia colectiva del deber social: ¡todos debemos construirla como un solo hombre y una sola mujer!, sin paternalismos, sin privilegios. Una lógica por otra, una espiritualidad por otra espiritualidad. Y si de convicciones se trata, nuestra única convicción debe ser la vida, defenderla, protegerla para que perdure en el tiempo, todo lo demás es perfectible.

Cuando decimos que este gobierno no sirve para hacer verdaderos cambios al sistema lo medimos por sus obras, por lo hecho y deshecho, por su conducta e inclinación a la manipulación y el engaño, ocultándose siempre detrás de discursos efectistas, arengas repetitivas y vacías. Hasta ahora ha habido una incapacidad para tomar decisiones oportunas, de planificar, dejando que cada quien haga lo que mejor le parece, sin mando, sin gobierno. Así no se puede reconstruir una nación, cohesionar una nación, refundarla. Hay que comenzar desde cero, porque con Maduro se perdió la 5ta república, el socialismo, la unidad nacional, todo le hecho por Chávez y más. No vamos a desandar el camino del socialismo, el socialismo no ha fracasado, Maduro y su gobierno sí. ¡Por una junta patriótica y socialista! ¡Patria socialista o muerte!



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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