Los malos hacen bien el mal

En tiempo de coronavirus, de guerra comercial, de sanciones económicas y de robos de medicamentos entre las grandes potencias, los habitantes del planeta permanecen estupefactos al darse cuenta de lo mal que marchan las cosas. En verdad, no nos debemos sorprender porque los malos desde hace siglos están empecinados en hacer el mal y lo peor de todo, es que el mal lo hacen bien porque le dan generosos frutos. No es un invento mío y tampoco es un eslogan para una campaña política, sinceramente "los malos hacen bien el mal". Quien no lo crea vamos a revisar algunos ejemplos, que no son más que la punta de un iceberg.

Uno de los mejores negocios de la antigüedad fue la esclavitud, la trata seres humanos les dio excelentes beneficios a numerosas personas, tanto naturales como jurídicas. De este último recuerdo a la Real Compañía Africana (1660), fundada para organizar el comercio de esclavos desde África hacia Europa y América con el aval de la reina Inglaterra. Esta empresa de navegación se estableció para enriquecer a los mercaderes y a la Corona que necesitaba ingresos, beneficiándose esta con la mitad de las ganancias del repugnante negocio. No solo los ingleses se favorecieron con el fruto de la esclavitud, con la conquista de la India (siglo XVIII hasta XX), los británicos disponían de grandes extensiones de terrenos para sembrar algodón para alimentar su industria textil. A partir de esta fecha el Reino Unido comenzó a ejercer el monopolio de fardos de algodón provenientes de la India sin pagar ningún tipo de aranceles. Este monopolio lo ejercía la Compañía Británica de Indias Orientales que hacía su trabajo amparado por la reina. Este liderazgo (robo) lo compartía con la Compañía Neerlandesas (hoy, Países Bajos) de las Indias Orientales y la Compañía Francesa de la Indias Orientales, es decir los malos de esta narrativa. Estos malhechores se aprovecharon de la materia prima robada y del trabajo esclavo de los naturales. No solo el monopolio lo practicaron los británicos, los neerlandeses y los franceses, los españoles también tenían su empresa monopólica, la compañía Guipuzcoana (1730-1785). Esta una sociedad mercantil vasca fue favorecida durante la época de la colonización española con el monopolio de los productos de exportación e importación entre Venezuela y España.

No solo los ingleses malos (aristócratas) se enriquecieron traficando esclavos y monopolizado el algodón, también la Compañía Británica de las Indias Orientales (administradora de la India) traficó con el opio (1839-1842) producido en la tierra de Gandhi. Tal atrocidad se cometió con el objeto de venderle estupefacientes a los chinos y convertirlos en adictos a este alcaloide. Este afán de enriquecimiento de la Corona Británica condujo a la guerra del opio entre China y la pérfida Albión. Algo similar a lo que hoy, en pleno siglo XXI, ocurre entre Colombia y EEUU (narcoestados), con el comercio de cocaína. Este lucrativo negocio permite que los bancos y otras empresas financieras de ambos países logren ingentes beneficios mediante el lavado de narco dólares.

Como se lee en relato anterior el negocio de la trata de esclavos, el monopolio y el negocio de las drogas les dio colosales beneficios a los dueños del dinero (los malos) y hoy se lavan las manos "persiguiendo" tales negocios, después de haberse ellos enriquecidos. Hoy, en pleno siglo XXI existen herederos cuyas fortunas provienen de la trata de gentes, de los monopolios y del comercio de drogas.

El anterior relato constata que los malos (los poderosos) hicieron bien el mal porque los enriqueció y todavía reciben los beneficios de sus trapacerías. Estos individuos vivieron y aún viven del fraude y del engaño. Si se registra en la historia europea, no la de los libros, sino de las de hojas extraídas del basural de la historia, los descendientes de aquellos malvados, si tuvieran vergüenza, se sonrojarían de las tropelías de sus antepasados. Sigamos con el cuento.

Aunque no lo crean, una de las fuentes de dinero ilegal para beneficio de los aristócratas italianos fue la institución del papado, es decir del Vaticano. En Roma existieron familias que para el siglo XVII tenían hasta más de trescientos y doscientos años de antigüedad de linaje, es decir tres siglos sin no laborar, vivían del trabajo de los siervos. Muchos de esos apellidos todavía se escuchan hoy, tales como: Savelli, Conti, Colonna, Gaetani, Orsini, Cesarine, Burghesi, Adolbradini, Fernesio, Médici…quienes recibían generosas pensiones provenientes de la renta eclesiástica; entrega de tierras fértiles en los Estados Pontificios; palacios como regalos; cargos bien remunerados en la corte vaticana y eran heredados; proliferación de construcciones entre los favorecidos del papa, un tal Ludovico era propietario de seis palacios; repartición de títulos de cardenal entre los sobrinos y amigos del papa; beneficios de una especie de bonos negociables (Luoghi Monte) creados por el Vaticano cuando estaba quebradas sus finanzas; matrimonios por conveniencia de los sobrinos del papa con personajes de la nobleza. Una forma para acrecentar las fortunas de las familias linajudas. Estas bodas no solo se pactaron con estirpes italianas, también se convenían con los aristócratas de otros países católicos como España, Portugal, Holanda, Suecia, Polonia…dado que el catolicismo era y es una religión globalizada (un negocio). En el entendido que el matrimonio era un problema de estado, con la realización de estas bodas el Vaticano ampliaba su esfera de influencia y acrecentaba sus caudales. Fue tal el nepotismo del papado que, cuando se iniciaba el ejercicio de un nuevo sumo pontífice se adicionaban nuevas familias a las tradicionales clases sociales privilegiadas. Se ponían a la disposición los sobrinos del papa para contraer nupcias con las chicas disponibles de la vetusta nobleza de la época. Un buen trabajo de los malos.

Los malos, dada su veteranía y experiencia convirtieron a Europa en el mayor centro financiero del mundo, hace más de cien años el testigo pasó a manos de EEUU y próximamente, quizás nos esperan sorpresas. En la vieja Europa se concentró grades riquezas provenientes de los robos descarados de América, Asia y África. Es por esto que en Londres, que no posee oro, la casa London Golfixing, le pone el precio al metal noble, sin embargo, UK no produce oro. El precio internacional de la bolsa de New York y la tasa de cambio determina el precio del café, a pesar de que EEUU no produce café. Lo mismo ocurre con un grupo de producto cuyas casas comerciales ubicadas en EEUU y en la UE, determinan el precio internacional del producto, que no se originan en dichas regiones. Un buen trabajo de los malos. Además, las agencias de clasificación de riesgo son empresas privadas de EEUU y de la UE (Estándar & Poor´s, Modys Investors Service…) las que califican el factor de riesgo país de una nación. Y del resultado de esta evaluación los países podrán tener acceso a un crédito internacional. Los malos se pagan y se dan lo vuelto.

Los malos (los capitalistas) siempre tienen armas preparadas para apuntarlas hacia sus enemigos (los que se niegan al vasallaje). En una época esas armas tenían olor a pólvora, después despidieron un tufo a uranio, a plutonio e hidrógeno. Hoy esos artilugios mortales arrojan un aroma a dólar, a oro, a bonos del tesoro, a empréstitos, a intereses financieros, a deuda pública, a tecnología, a chips, a nanoelementos, a medios de comunicación, a piratería (como la del Banco de Inglaterra que se roba 32 ton. de oro de los venezolanos), a redes sociales, a sanciones, a boicots, a cocaína, a lavado de dinero, a racismo, a terrorismo, entre tantos mecanismos que utilizan los malos para amenazar y subyugar a los buenos.

Los malos, como muestra el relato, tienen más de quinientos años haciendo maldades. Quizás esta malignidad les proviene de las inopinadas hondonadas de las que germinaron, de las sombreadas selvas de desconocida antigüedad, de la herencia de la sinrazón que comparten con otros brutos. Esta maldad pasó a ser parte de la conciencia de los malos y penetra en los lugares más insondables del mundo, en los pantanos de la naturaleza y en los rocosos abismos sin fondo de nuestro orbe. No es fácil combatirlos y más cuando los buenos se empeñan en hacer las cosas mal. Por eso cuando surgen seres como Bolívar, Martí, Artigas, Fidel, Chávez, Ortega, Evo, Correa, los Kirchner y otros como ellos, cuando salen a la luz los malos los apuntan con sus armas y como resultado, los tumban o los desaparecen. Mientras tanto, los buenos no pueden defenderse, simplemente porque los buenos no sabemos hacerlo el bien. Por eso Sócrates exclamó: "La noción del bien y el mal son innatas en los hombres". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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