El paternalismo obligado por el gobierno ha relegado al papel de pueblo pasivo, al que ha debido ser protagonista de su destino. Es más fácil someter a la población inoculando en la conciencia la dependencia, la idea de que siempre vamos a necesitar de un gobierno petulante, el cual se muestra como que todo lo sabe y lo puede; que si queremos resolver nuestros problemas y satisfacer nuestras necesidades debemos recurrir a él sin chistar. Más sencillo aún si le planta la masa una conciencia mercantilista e individualista, fragmentándola, lejos del deber social, el cual es la conciencia revolucionaria.
El madurismo ha hecho del chavismo un pueblo dependiente, temeroso y desmovilizado, incapaz de luchar por sus propios intereses; asustado, amedrentado, indigente. Le tiene miedo a la voz del pueblo, a las asambleas, al debate público. La gente busca en la calle a esa vanguardia política que obligue a la contraloría social y a la crítica despiadada; que estudie a diario, que se informe, que piensa y resuelve.
La unidad es una base de intereses sociales comunes. Los trabajadores deben ser la avanzada revolucionaria, conscientes de estar cambiando la sociedad hacia otra más justa e igualitaria, los trabajadores no se pueden quedar atrapados en las reivindicaciones laborales pero dentro de una sociedad injusta y desigual – eso siempre degenera en un sindicalismo adeco, en un pacto social burgués –. Los trabajadores, conscientes de ser una clase social, tienen el deber de luchar por un mundo mejor, de justicia e igualdad, sin clases sociales. Esto sigue siendo doctrina, hay muchos más trabajadores asalariados, desempleados y marginados en el mundo que propietarios.
Las manifestaciones de Yaracuy deberían ser asambleas políticas alentadas por la vanguardia política, para resolver los problemas comunes e s t r u c t u r a l e s, que son de la sociedad burguesa, que son de las contradicciones capitalistas, alentadas y agravadas por Maduro: una población necesitada enfrentada a un grupito de propietarios y de cuasi políticos burócratas aspirantes, privilegiados. Pero el gobierno central y regional del madurismo hace de freno a la revolución social, en nombre de la paz burguesa.
Cuando los intereses comunes pasan a ser intereses personales brota el tumor del paternalismo como fórmula de dominación. La gente, temerosa de la crítica y al debate, se queda esperando que el jefe baje las líneas, dé las órdenes, la comida y la limosna de los bonos, y obedecer. Un pueblo rebelde gesta sus propios líderes, sabe distinguir a los más resueltos, a los más despiertos y esforzados; en revolución estos líderes no se eligen de una lista de demagogos oportunistas y burócratas.
La paz de Nicolás Maduro ha pagado el precio de la revolución aplacando la rebeldía de un pueblo consciente, devolviéndolo al carril de la obediencia capitalista, a las leyes del mercado, a la lógica del mercado capitalista y de sus injustas desigualdades. Nicolás, en nombre de la paz, cambió rebelión social por vacas y becerros, una verdadera revolución de la consciencia por avaricia y mendrugos de comida, trabajo creador por trabajo de aguante. ¡La paz burguesa!
La paz de Maduro y del madurismo es la paz burguesa. Y dependiendo de cómo giren los acontecimientos, se puede convertir en guerra nacionalista inútil para que los "Leopoldo Galtieri" criollos salven su pellejo. Las guerras nacionalistas siempre han sido el último recurso del tirano en su decadencia… Un patriarca irresponsable que somete a su pueblo para que no moleste a los ricos "copetones" –mientras la petulancia de los cuatro del gobierno (más el fiscal), asquea, habla como bulas papales, parecen ellos mismos edictos de la estupidez–.
El paternalismo impone sus propios representantes dispuestos a defender sus asuntos personales, el negocio del patriarca, con sus listas, sus nóminas de clientes. Pero nosotros necesitamos líderes rebeldes y socialistas, valientes, que representen todas las manifestaciones y las troquen en revolución, o por lo menos en un gobierno nacional capaz de articular de nuevo a la patria de Bolívar y de Chávez.
¡Despierta patria aletargada! ¡Patria socialista o muerte!