El asunto del derecho no es tan complicado como en veces no los quieren hacer ver. Es como pensar que pelar un cochino es mantequilla, fácil, porque para eso y que no hay que estudiar y por "lo regular", como gustaba decir a mi suegro, que no estudió un carajo pero sabía de unas cuantas vainas como nadie, los mata cochino, los mismos quienes los animales muertos pelan, descuartizan, nunca han entrado a universidad alguna, salvo las naturales excepciones que siempre hay en todo. ¡Pero hay qué ver cuánto hay que echarle para matar un cochino, sobre todo al estilo antiguo y después fajarse a pelarlo hasta llegar a hacer los chicharrones y que te queden como le quedan a todo excelente matarife!
En mi barrio, Pedro El Melchorita, que no era por este sobrenombre árabe o musulmán, sino cumanés de pura cepa, hasta más que nosotros, era el mata cochinos de los sábados y el mismo que los pelaba y hasta terminaba friendo los chicharrones. Y hacer aquello demandaba una destreza que en toda Cumaná era difícil encontrar alguien que le igualase y por eso, en mi tiempo, hablar de matar cochino y comerse el domingo bien temprano un excelente chicharrón había que hacerlo de El Melchorita, el del barrio "Río Viejo", en el camino a "Las Palomas", un hombre descomunalmente alto.
Un constitucionalista no es más que un tipo que tiene la paciencia y hasta el mal gusto de pasársela todo el día, en lugar de leyendo narrativa, poesía, historia, filosofía, si textos constitucionales y de derecho en general; una cosa que ni siquiera a la misma multitud de abogados que "en el mundo hay", les gusta, salvo para sacar del texto el artículo específico que manejarían en el caso que trabajan. Tanto es así, que una vez, curioseando, descubrí que hay hasta formatos de documentos para que los abogados llenen los espacios vacíos, dejados para los datos específicos.
De manera que ser un buen constitucionalista demanda paciencia muy particular para pasar el tiempo metido en ese mundo astringente de leyes y vericuetos oscuros y enredados, donde al menor descuido a quien por allí ande, le asaltan normas que dicen lo mismo sobre la misma cosa, sin dejar de ser distintas, como que cada forma de vida es distinta a otra; pero siendo tan sutiles las diferencias se requiere mucho entrenamiento, tiempo metido en ese mundo y disposición para dedicarse a cosa tan poco atrayente, habiendo tantas cosas bellas en las calles que ver y hasta acariciar, para terminar por saber quién es cada quién; y Escarrá, ha dado muestras que es un buen constitucionalista o de eso sabe, más que "porque es su especialidad", como decía la propaganda, ha tenido la paciencia y el mérito de pasarse por demás tiempo en ese mundo. Y quede claro, a nosotros no nos queda duda alguna que Escarrá sabe de ese asunto y, hasta aventurando, un poco pudiera ser, que más que Luis Britto de eso sepa, ya que éste y esto es un gran mérito y virtud, no es un "ser especializado", siendo como sostuvo y hasta demostró Darwin y lo dijeron tantos antropólogos brillantes, los "especializados" suelen ser formas de vida demasiados débiles, tanto que de ellas, la mayoría desaparecieron y la especie humana, la menos o nada especializada, se convirtió a la postre en la más fuerte y dominadora de todas.
Y si algo caracteriza a Escarrá, aparte de eso de la especialización en la materia legal y particularmente constitucional, es su enorme debilidad, lo que no cuesta mucho demostrar; tanto que pese ese enorme conocimiento suyo, uno cada vez que le oye hablar, sin tener como objetar lo que dice por las razones ya anotadas, siempre le queda una enorme duda y se siente poco dado a darle credibilidad a lo que dice, lo que implica reconocer que en eso del Derecho constitucional no ponemos mucho empeño, pero también que Escarrá por demás ha dado muestras, por su origen y conducta, que no es muy propio para que apostemos hasta el final, como la muerte, en lo que dice. Uno ante él y Britto, se siente definitivamente y sin duda más tentado a creerle al segundo a menos que estemos metidos en la jugada que que un mago saque de su sombrero de copas el inciso o norma que sea de mi medida y sirva para justificar exactamente lo que quiero.
Esto de la Ley Antibloqueo no es una simple vaina de abogados; de si la Ley está bien o mal redactada, si es bonita o tiene el respaldo de los tantos leguleyos que aprenden a voltearla según las circunstacias. En ella está en juego el destino del país y pudiera marcar el rumbo de llevarnos a la independencia plena o al puerto contrario. Es un asunto de estrategas y de sabios verdaderos, de visionarios que miran por detras de la bruma y más allá de la línea del horzonte y en esto, si algo aprendí, es que no todo el mundo, menos entre aquellos que han dado muestras de por lo menos haber vivido confundidos y perdidos, entregados a sentimientos muy hondos, hasta por lo emocionales en exceso, es merecedor uno les entregue su futuro. No es la simple norma legal sino el destino de todos nosotros y sobre todo de lo de nosotros, lo que está en juego.
Luis Britto García no es un abogado cualquiera, es mucho más que eso. Es, lo que llamaría sin recato, un intelectual de alto vuelo, narrador, poeta, ensayista, hasta filósofo y como tal estratega. No salió de una fábrica donde se otorgan títulos para el ejercicio de una carrera sino que se formó para la vida y sobre todo para a ésta desafiar sin hacerle trampas y de paso hasta descubrirle sus secretos.
Su opinión no sólo es la de aquél que sabe de lo que habla, y si no lo sabe como sabio que es de eso no habla, sino que siente un profundo respeto por ella; es decir, es eso que se suele llamar coherente. Es posible, humano al fin, que en determinadas circunstancias eluda afrontar ciertos problemas, opte por callar, encerrarse en el mutismo propio cuando no se está seguro o no es momento oportuno para decir lo que piensa sabiendo el peso de la opinión que se porta y los efectos que pudiera producir emitirla. Y en esos instantes, a uno le causa dolor y angustia.
Pero uno nunca ha escuchado o leído a Britto decir o escribir hoy una cosa en contrario de lo que dijo antes, sin que hayan motivos valederos, como que la realidad dio un brusco vuelco y el escenario y paisaje también cambiaron radicalmente y las condiciones de ahora son absolutamente distintas a las de antes. Pues aún siendo verdad, que el hoy es distinto al ayer, no lo es tanto y menos radicalmente, para justificar los cambios bruscos, radicales que uno, a voluntad y conveniencia puede darle a su forma de percibir, sabiendo que esta, uno puede adaptarla según su estricta y conveniente conveniencia o por lo menos estado emocional. Y que se sepa, pues eso no cuesta nada saberlo, no hay hecho en el que Britto haya estado envuelto, conducta suya donde se pudiera demostrar que dijo, actuó a conveniencia, movido por los intereses particulares que entonces le animaban.
Britto viene de los viejos tiempos, de la misma escuela y sueños que a uno enseñó lo precario que pudimos aprender y soñar. Toda su obra y conducta ha sido escrita y practicada en los mismos espacios, patios donde siempre hemos transitado. Sus errores han sido en buena medida los mismos nuestros y juntos, siendo él uno de los grandes maestros y faros y nosotros dentro del montón, como alumnos y compañeros suyos, hemos corrido siempre la misma suerte. Sus triunfos y derrotas han sido también los nuestros, porque siempre hemos apostado juntos sin hacernos trampas.
No tengo motivos para escoger en esta controversia. Mi poca formación aún asi me sirve para, leyendo textos, que uno nunca escribiría, cotejándolos con la realidad y especialmente con mis sueños y anhelos, me permite saber sin duda de cuál lado estar. Y Britto, no sólo ha estado siempre al frente de todos nosotros en la misma ruta, sino que ahora vuelve a estarlo y por su historial, su conducta y consecuencia no tengo motivos para dudar de su discurso.