El último vocablo del título de este escrito se lo robé a la pensadora a mi epistolar amigo Francisco (Pancho) Cantón, vecino de Almería-España, especialista en la producción de alimentos y preocupado por el destino incierto del planeta.
Para desarrollar el artículo me obligo a echarle un vistazo y una revisión a la historia, mejor dicho, al basural de la historia. Es sabido que el latifundismo, acompañado de la monarquía, permaneció en Europa por casi 1400 años y fue desapareciendo paulatinamente después de la Revolcón francesa. No cabe duda, una forma de gobierno que se mantenga por 14 siglos no son muchos los cambios que se presentan, hasta se puede afirmar que la gente se acostumbró a esta forma de tutelaje. Era normal que el siervo o jornalero le entregara al señor feudal el 50 % del producto de su trabajo, una parte para el clero y otra para el rey. Al final el labrador y el criador lo único que le quedaba para compartir con la familia era la miseria. Del mismo modo, los señores feudales no se preocupaban por trabajar, tenían a los siervos que le entregaban sus productos, buscaban (robaban) por vía violenta adquirir más tierras, símbolo de riqueza y la posibilidad de avanzar en su título nobiliario (príncipe, conde, vizconde, marqués, barón…) y la realeza, su única preocupación era gastar dinero en fabricar palacios, comprar ropa, calzado, joyas, construcción de jardines, posar para retratistas famosos, celebraciones y toda esa vida "dura" que caracterizó a tales zánganos quienes nunca pensaron en trabajar, tal como ahora. La vagancia real es de vieja data.
Durante miles de años todo pareció funcionar perfecto, aparte de las guerras entre los señores feudales quienes peleaban entre si para apoderarse de nuevas tierras. Tal excelsitud de la realeza fue resaltada en los libros de caballería, en las obras de teatro, donde se enaltecía las bondades de la monarquía, así mismo, los juglares se encargaban, a través de sus cantos y poemas, de enaltecer las jornadas épicas de los hidalgos y mosqueteros del rey. Esto era bobolandia, la tierra donde los bobos creían que todo marchaba perfecto, que el rey era escogido por Dios, que los frailes representaban al Señor en la tierra y donde los señores feudales podían hacer lo que les viniera en gana. Lo que nunca se menciona ni en los libros de caballería, ni en las obras de teatro, ni en los cantos de los juglares, que ni los reyes ni los aristócratas se bañaban, quizás una vez al año; que las princesas no se lavaban los dientes, por lo que la dentadura era negra, usaban, al igual que los nobles, pelucas para esconder los piojos; que el abanico servía para apartar los malos olores emanados de sus cuerpos; que el ramillete de flores del día de la boda tenía el mismo papel del abanico, es decir para menguar el mal olor emitido por el cuerpo; que los jardines de los hermosos palacios despedían malos tufos dado que este era el sitio donde los nobles descargaban sus víscera; tampoco refieren del maltrato de los siervos sobre los cuales los nobles tenían el derecho a la vida; mucho menos del derecho a la pernada, es decir el derecho que tenía el señor feudal o el fraile de verificar se la futura recién casada llegaba al altar virgen. Lo que resaltan los dramaturgos, literatos y poetas en bobolandia era un príncipe muy hermoso, muy bien vestido, con bruñidas armaduras y una enorme capa roja de terciopelo; el delfín montado en un caballo hermosamente enjaezado y que entra al palacio en un brioso alazán donde están los palafreneros haciendo antesala para ayudarlo a desmontar del corcel; una linda princesa en espera de su futuro consorte, previamente negociado, que regresa de una campaña después de asesinar cientos de personas o acaba con la vida del malvado dragón. Por el pecado de matar no había que preocuparse, existían frailes prepagos que daban la absolución a los caballeros antes de salir a la guerra. Así mismo, los ilustrados resaltaban que rey se levantaba tarde esperando en su alcoba a un grupo de nobles para el besamanos; no faltaron los castillos dotados de erguidos minaretes con cientos de aposentos, muebles y retratos de la estirpe pintados por famosos artistas. Extrañamente, en tales alcázares brillaban por su ausencia los baños, ni con duchas ni con totumas, estos no eran necesarios. La monarquía de los nobles sirvió a la perfección en bobolandia, la misma tierra de los mercenarios dramaturgos, juglares y los poetas del rey.
Este estado de cosas fue difícil de mantener, durante todo este tiempo se fue formando otra clase social, además de los siervos, el clero, los señores feudales y la realeza. Fueron surgiendo los artesanos y los comerciantes que posteriormente se convirtieron en la clase burguesa o burguesía. Esta nueva casta le sirvió a la aristocracia para que pagaran impuestos, en ese momento tuvo la nobleza otra fuente de ingresos de dinero sin tener que trabajar.
Esto duró hasta la Revolución Francesa, estaba en peligro la bobolandia de los aristócratas y nobles. No fue que los burgueses (artesanos y comerciantes) hicieron la revolución, simplemente se valieron la situación de los campesinos de Francia quienes estaban pasando hambre por el modelo de gobierno y por la hambruna debida a la sequía. Tal estado de cosas fue aprovechado por los burgueses para asirse del poder, estos estaban cansados de pagar impuestos para que los nobles no trabajaran y derrocharan dinero a espuerta. Esto tampoco perduró por mucho tiempo, en el siglo XIX se alternaron en Francia el imperio, la monarquía y la república, sin embargo, esto dio pie para que la nueva clase social se fuera consolidando, hasta llegar en Inglaterra la revolución industrial con el descubrimiento de la máquina a vapor (1760-1840).
En esta nueva etapa fue menguando el poder de la aristocracia y surge la burguesía como una nueva opción de poder. Aparece la llamada democracia representativa, la cual encarna a los dueños de las industrias y de las finanzas, agrupados en partidos políticos. Se acabó la esclavitud, no por un sentimiento humanitario, sino por un problema comercial, se requerían millones de obreros para trabajar en las industrias y era más económico pagar salarios de hambre que mantenían a los empleados en un estado de depauperación. Mano de obra que laboraban 18 horas diarias y los puestos lo heredaban los hijos. Se estaban edificando las bases para una nueva bobolandia. Para esto los burgueses cuentan con el poder de las grandes plataformas de las modernas telecomunicaciones, de tecnologías al servicio de las avaras corporaciones agroindustriales, financieras, del complejo militar industrial, de las empresas de entretenimientos al servicio del poder, religión, púlpitos, catecismo, editoriales, mass media, en fin toda una maquinaria para hacerle ver a miles de millones de personas que el american dream es una realidad. Que en bobolandia hay un grupo de súper héroes que se mantienen vigilantes para proteger a los ciudadanos; que en la democracia representativa se defienden los derechos humanos y la libertad de expresión; que todo el mundo pueden comprar acciones que les servirán para vivir sin trabajar; que todo el mundo puede adquirir en una casa con piscina, jardín y garaje donde guardar un automóvil de lujo; que en la cartera se pueden guardar hasta cinco tarjetas de créditos, que en verano los habitantes de bobolandia pueden pasar las vacaciones en Disney World o en una isla del caribe tripulando su propio yate; que los celulares de última generación y los pantallas planas son de uso común; que al salir del trabajo, todos los día puede ir a un shoping mall para realizar las compras; que el mundo está en paz gracias a la vigilancia de EEUU en todos los rincones del planeta; que USA es la mayor potencia económica, tecnológica, militar, financiera y por eso ha ganado todas la guerras…
Lo anterior es una nueva versión de bobolandia, la misma que se divulga por todos los medios de difusión, pero la realidad es otra. En el mundo real existe racismo, aquello de la igualdad, fraternidad y libertad se quedó en los libros; existen potencias hegemónicas responsables de la contaminación ambiental y la depredación de los recursos naturales del planeta; el orbe siempre está convulsionado por las guerras porque los burgueses perpetuamente están en la búsqueda de más riquezas, hasta de la Luna aspiran extraer recursos de su superficie para amansar más capital. Las grandes potencias capitalistas pretenden apoderarse del planeta tal como lo hicieron durante el siglo XIX y XX; son los gobiernos de los países imperialistas los que declaran las guerras; en un planeta donde hay desigualdad porque los ricos, el 1 % de la población, se oponen al reparto equitativo de las riquezas entre el 99 % restante; donde los países capitalistas imponen sanciones a otros estados, invaden a otras naciones, ocasionan millones de muertos y destruyen patrimonios culturales; se derrochan miles de millones de dólares en el gasto militar y no tienen dinero para enfrentar la epidemia de coronavirus; existen miles de millones de personas que carecen de los recursos más elementales para sobrevivir (alimentos, salud, educación y habitación), sin embargo, unos veinte ricos del planeta poseen más dinero que el PIB de varios países de África, Asía y Suramérica; EEUU consume más del 25 % de la energía que produce en el planeta para que sus habitantes vivan con confort…Esto no es bobolandia, este es el mundo real donde conviven más de siete mil millones de personas y muchas de estas desconocen los peligros que confronta nuestro globo, desde la contaminación ambiental, hasta el uso de la energía nuclear para dirimir los problemas entra las potencias.
Bobolandia es el mundo de los estúpidos, de los que creen que lo que ofrece cine hollywoodense se aproxima a la realidad. El otro, el mundo real, hay que enfrenarlo por la vía de la concertación de los ciudadanos capaces de plantarse contra el atropello continuado de los imperios. Entiendo al poeta uruguayo cuando expresó: "Ahora la tortura se llama apremio legales. La traición se llama realismo. El oportunismo se llama pragmatismo. El imperialismo se llama globalización. Y a las víctimas del imperialismo se las llama países en vía de desarrollo". Lee que algo queda.