Venezuela un país chuleado. Una historia de café, cacao, petróleo y engañifas “revolucionarias”

"En seis meses me morfaste el mercadito". Así canta Enrique Santos Discépolo, en el tango Chorra. Una expresión que siempre me gustó y la que usualmente asocio al verbo chulear, de uso frecuente en el lenguaje coloquial nuestro, en su acepción más amplia, como aquella también de aprovechado o aprovecharse de alguien.

Ese atraco, invasión, atropello y genocidio que suelen mal llamar descubrimiento y luego conquista y colonización, fue un gigantesco "chuleo". Europa, empezando por la famélica España, pudo subsistir y salir de la decadencia en la que estaban sumidos con todo lo que de aquí se llevaron, hasta las papas. La iglesia misma fue beneficiada hasta más allá del pecado capital, no sólo actuando como bendiciendo aquello, sino también participando directa y activamente en el saqueo. No fue una limosna lo que se recabó en aquella larga y oscura misa que fue la conquista y colonización sino un enorme botín. Un chuleo sin precedentes.

El capitalismo, que daba sus primeros pasos en aquellos espacios lejanos a este, pudo fortalecerse y dinamizarse con lo robado a América, en el comienzo de un proceso que todavía no termina. Por lo que se pudiera decir que, en buena medida, el fortalecimiento de aquel sistema, cultura y la acumulación de capitales en donde él creció, tuvo bases sólidas en el chuleo de un universo que llamaron no con su "nombre propio", sino con uno de ellos, lo que también fue un chuleo ponerle un nombre ajeno.

Por años, nuestros puertos y costas estuvieron abiertos y expeditos para que Europa, legal o ilegalmente, según sus propias valoraciones, se llevase lo mejor del trabajo y esfuerzo de nuestra gente y nos vendiese lo suyo a precios por ella impuestos. Lo que fue otra forma descarada de chuleo.

Quizás, con toda propiedad, cualquiera que esto lea pudiera calificarme de indelicado, poco generoso, xenófobo, egoísta y de estrecha visión, si se piensa de esa manera que suelen llamar engoladamente, "sentido estratégico", amplitud de miras, por decir que en la guerra de independencia, en esta parte del mundo, fue, en buena medida, un enorme chuleo de las clases dominantes de todo el continente, compuestas por godos, mantuanos, proindependentistas y realistas que, luego de conquistada la paz y el republicanismo, volvieron por sus fueros, entre ellos aquellos que Herrera Luque llamó "las Águilas Chulas". O cundo los "perdedores", se disfrazan o se hacen pasar por convencidos para volver por sus fueros o al chuleo de antes.

Basta recordar como los soldados nuestros, llenos de valentía, generosidad, fueron detrás de nuestros heroicos, estoicos, incansables, soñadores y geniales generales a combatir las fuerzas que sostenían el imperio de España. Y en aquel esfuerzo dejaron sus vidas y hasta la herencia familiar, mientras los chulos se enriquecieron escandalosamente y con el menor esfuerzo.

Tanto fue aquello así que, terminada la guerra, Venezuela quedó en un verdadero esterero, una economía totalmente destruida. Lo que se complementó con aquella enorme estafa que fue la guerra federal, en el cual la clase dominante, supuestamente "perdedora", con su centralismo, ganó porque se jugó todos los cuadros y opciones disponibles, incluyendo por supuesto los de los "federalistas triunfadores".

El petróleo fue después el gran festín del chuleo y los chuleadores. Por culpa suya, para acá se vino raudo un capital, un modelo y una "ruflá" de gente, sólo para abrirle hoyos a la tierra, llegar allá al fondo donde lo que llamaron "oro negro" estaba escondido y chupar de él hasta el cansancio.

El español recorrió, cabo a rabo, todo el territorio de lo que llamaron a partir de 1777 la Capitanía general de Venezuela, buscando oro, pasándole por encima y pisando fuerte al que las "Siete (7) Hermanas", como llamaron a las empresas petroleras estadounidenses e inglesas, encontraron en los espacios por ellos pisoteados.

Y aquellas empresas, con dueños europeos, pero ahora estadounidenses, convertidos en capitanes del imperialismo, capitales y países con aquella energía barata, sacada del vientre de nuestra patria, financiaron otro impulso del modelo en sus respectivos países. Y acumularon más capitales a costa de la riqueza y la miseria nuestra. Y de todos lados para acá se vinieron a sacar el petróleo y aprovechar todas les ventajas que a aquella actividad generaba. O para decirlo como venimos diciendo, el chuleo tuvo un nuevo carácter y mayor intensidad. Y fue tal el chuleo que, los chulos terminaron repotenciándose, mientras la economía y sociedad nuestras siguieron tan esmirriadas como antes.

Pero el propio proyecto de país diseñado desde fuera para nosotros, de economía de puerto, esencialmente importador y consumidor de lo producido fuera, con un ingreso, pese los abusos especulativos de los inversionistas del negocio petrolero, relativamente alto, nos convirtió en la meta de todos los parias del continente. Si antes, tras Bolívar y Sucre, los nuestros marchaban a luchar por la libertad del continente todo, con el petróleo, se cambió la marcha. Ahora, de todos lados, quisieron venirse por las ventajas que aquella situación representaba. Petróleo y "mechurrios" fueron las antorchas que antes la libertad y las luchas por la independencia. Y la corriente cambió. Antes era de aquí para allá y luego se volteó, de allá para acá.

Llegó la 2da. Guerra mundial y la civil española y nos convertimos en refugio de todos los perseguidos, bombardeados, desheredados y humillados por aquella hecatombe y fea cosa. Y uno, desde muchacho, sentía los aguijones, pese nuestra buena disposición de siempre, herencia de aquel soñador, loco, quijote o visionario genial hijo de Caracas.

Aquí vinieron los perseguidos de antes, de cuando se inició la guerra y ella se acrecentó y luego quienes la perdieron también para acá vinieron a continuar con sus odios, rencores y prejuicios.

Pasó el tiempo y después de tantos avatares y derrotas llegamos a la etapa de inicio de lo que dimos en llamar "Revolución Bolivariana", por ese empeño de calificar las cosas antes de tiempo o el querer comerse las frutas antes que alcanzasen la sazón. Y con ella concebimos la idea, la añoranza, de un proyecto de unidad a lo bolivariano, pero ahora mucho más ambicioso, como para soñarlo socialista.

Quizás, por aquello de la riqueza del petróleo, que alcanzó en ese entonces cifras antes inimaginables, por encima de los 100 dólares, imaginamos como todo muchacho o ricachón envalentonado, que estábamos en disposición de marcar el rumbo de la historia y como dijo Bolívar, en 1812, cuando el terremoto de Caracas, "si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca". Y habiendo pensado y actuado así, abrimos los brazos, las cuentas, creyéndonos por encima de todo y todo, como si lo único necesario para aquella proeza era el dinero.

A los disparates antes cometidos en nombre de Marx y el marxismo en todo el mundo, parecimos creer, quizás por nuestra ancestral cultura importadora, que la "revolución" también podría comprarse y en entonces pretendimos "enriquecer" toda la teoría revolucionaria con aquello de "el dinero es la llave que afloja todo tornillo". Y creímos que, teniendo aquellos reales como venidos de la nada y bajo la enceguecida creencia que siempre sería así, podíamos comprar la historia y hacer unos rieles para que todos y todos transitasen por el camino que en momentos de euforia y borrachera de grandeza imaginamos.

Y si los españoles a los primigenios habitantes cambiaron pedazos de espejo por perlas y oro, ahora hubo de quienes nos dieron aplausos y respaldos a plazo limitado por lo nuestro y hasta nos vendieron al doble de lo que antes compraron. Y lo aceptamos así por creernos el faro o el hermano mayor, mientras los favorecidos, sonreían ante nuestra increíble ingenuidad.

Cuando así se procede, quienes nos ven y miran, también por sus metas, aspiraciones, viendo la oportunidad que les es dada, hasta sin quererlo, se ponen a chulear a quien eso quiere que le hagan, mientras soñamos hazañas y grandes proezas. Al borracho suelen chulearle, más si en sus borracheras la toma por sentirse grande. ¡Si eso les hace felices! ¡Vamos a sacar las cuentas!

Ahora que ha cambiado la corriente, como que los grandes capitales no entran hasta no tener las reglas claras como para no perder ni una, aunque apuesten al revés, los nuestros salen a buscar afuera lo que ahora aquí le niegan, como intentando chulear mientras tanto; pero sólo hallan rechazo, xenofobia y mezquindad, viéndoles como ilusos que antes, por pendejos, se dejaron chulear y ahora creen llegado su momento. Y el mundo no camina así. Al pendejo, miran de lejos. Tan lejos se ha llegado que, en nuestra vecindad, gente con quienes siempre fuimos por demás generosos, tratan a los nuestros como inferiores e indignos; pues no es nada distinto a eso el manejo del gobierno de Trinidad con 16 niños venezolanos.

¡Y cuán largo e intenso ha sido el chuleo de los venezolanos mismos que han gobernado, desde Miraflores o espacios inventados, como este de la presidencia interina, desde el nacimiento mismo de la patria hasta hoy! Tanto que hasta hemos tenido revoluciones por demás, pues así se le llamó a la Guerra Federal, a unas cuantas de colores, lideradas por caudillos de baja estirpe, tuvimos la "Revolución de Octubre", aquel vulgar golpe militar de Betancourt contra Medina y al final, una revolución, la mal llamada "Bolivariana", donde la clase dirigente vive de lo mejor, en medio de una multitud aplastada por todas las calamidades, como si sus dirigentes y hasta jefes opositores hubiesen abierto y lanzado sobre ella la Caja de Pandora.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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