En 300 años, sólo dos idealistas han realizado su sueño. Unos vivían en 1789, en Francia, y los otros en 1917, en Rusia. Después, y en general, ya no ha habido sueños colectivos. Si acaso, tras la Segunda Guerra Mundial los países europeos participantes soñaron hacer realidad la confraternidad europea y ahondar en el entendimiento, y mientras tanto todos, hacer dinero hasta la náusea...
Los idealistas españoles que soñamos, unos con la independencia de su tierra, otros con la república, y ambos con la máxima igualdad social posible y con una justicia políticamente neutral, implacable con el rico y el poderoso y benevolente con los demás, no parece que tengamos muchas posibilidades de realizar nuestros sueños, a menos que un milagro, que algunos dicen no existen, les desmienta.
Y no creo que vayamos a realizar nuestros sueños porque, si bien tengo la impresión de que en la intimidad la mayoría de españoles es republicana y desea lo mismo que nosotros, los idealistas, soñamos, bastante menos de la mitad de la población lo impide, ya que ni siquiera veo posibilidad de afrontar un referéndum.
Pues en este grave asunto, entre la población no idealista hay cuatro clases de ciudadanía. Unos son los enemigos directos, resueltos a regresarnos a un molde similar al franquismo sancionado por una Constitución que recoja subrepticiamente (como la actual) los principios del movimiento del dictador; enemigos que ya cuentan con una sutil o abierta colaboración de la justicia y de los poderes de facto que datan desde la mismísima Transición. Otros son los constitucionalistas de conveniencia; esos que si un día tuvieron ideología, hace tiempo que se despojaron de ella para no contradecir el desgraciado dicho de Willy Brandt: "el que a los veinte años no es revolucionario es porque no tiene corazón, y quien a los sesenta no es conservador es porque no tiene cabeza". Otros son los indiferentes cuya única bandera es el dinero y el acomodo y se jactan de legales porque les va bien o no les va mal. Y ninguno de ellos tiene inconveniente en el vivir en un híbrido de libertades restringidas y un franquismo velado, porque ello permitirá a España seguir recibiendo dinero de Europa; una Europa que no la soporta pero ve en ella la barra libre de una inmensa y soleadísima Taberna.
Visto todo lo cual yo, si no renuncio a mi sueño, tampoco pienso alimentarlo para no acrecentar mi impaciencia, mi ansiedad y mi frustración tras 43 años esperando lo que nunca va a llegar, al menos en el tiempo que me quede de vida...