La Reforma Constitucional y la Ley Habilitante han colocado a la oposición y sus medios a nivel de histerismo. Uno tras otro o en pares y hasta en tríos se aparecen en los programas de opinión a decir que ahora sí el autócrata ha cerrado el paso a la participación y se ha convertido en rey absoluto del país.
Uno de ellos, político veterano, hoy editor, ex candidato, exministro, exguerrillero, casi se infarta al anunciar una autocracia Light. Y se lanzó con una larga perorata que pretendía convencer a sus oyentes que Chávez pensaba legislar sin que el país participara.
¿A qué país se refiere este menoscabado caballero? Ah, a ese país de traje y corbata, de reuniones cerradas, de acuerdos tarifados. Según este ex, sí esa parte del país no participa, entonces no hay participación. Y es que ese sector de Venezuela, acostumbrado a decidir en las leyes económicas y sociales en aquella cuarta república, no va a las plazas públicas, al parque del barrio, al terreno donde los muchachos de la comunidad juegan béisbol, al centro cultural del caserío donde se reúnen vecinos y vecinas a discutir algunas leyes.
Sí, la forma de participar cambió bastante. Ahora el Presidente de Fedecamaras no se reúne con los ministros y diputados a mostrarles su portafolio de ideas a fin de que fuesen las primeras en considerar a la hora de una ley o una reforma o un decreto. Ahora es una ama de casa que un sábado por la mañana deja descansar el aripo y la olla para irse a la plaza a opinar en torno al contenido de alguna ley que le interesa.
Y no voy a escribir aquí que toda anda bien, que ese nivel de participación popular ha llegado a la perfección. Falta mucho por hacer a fin de llegar a una participación mayoritaria y más respetada. Por un lado, aún tenemos mucho pueblo que se queda en la casa o se va a la gallera o al bar o al juego de pelota, y se olvida de ir a dejar su opinión en esas discusiones. Son los residuos de la cultura del conformismo que todavía hacen daño.
Por otro lado, aún sumamos parlamentarios y funcionarios, quizás demasiados, que menosprecian esa participación. Que van a la plaza con la idea preconcebida de no “pararle” a la gente del pueblo, pues “esa gente ni hablar sabe”. Sí, muchos de esos dirigentes nos sobran.
Y también hay aquellos que parecen escuchar, hasta toman notas. Y, luego, no llevan las propuestas del pueblo, del poder popular, a las mesas de discusión.
A pesar de estas fallas, estamos mejor que antes. Y hay gente del pueblo que se prepara para las discusiones, gente del pueblo que lee y elabora sus propuestas. Ciudadanas y ciudadanos que, por ejemplo, se alegran que la Ley de Bancos pase a ser parte de la Habilitante porque buscarán y encontrarán la forma de hacer llegar sus opiniones. A la comisión del parlamento la veían muy lejos de la plaza, muy almidonada y de mucha reunión con los banqueros o especialistas.
La forma de participación cambió en este país. Si los políticos estancados en el aire acondicionado no lo entienden, mala suerte. La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas quiere ir a la plaza a discutir.
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