Poder Constituyente y Transición Socialista (I / de IV)
Poder Constituyente y Transición Socialista (II / de IV)
Reflexiones Críticas sobre el Proceso Bolivariano
CAPÍTULO I CONSTITUCIÓN LIBERAL BURGUESA Y MODERNIDAD CAPITALISTA: APROXIMACIÓN DESDE EL MARXISMO
(continuación)
I.4 La modernidad capitalista: breve contexto filosófico-político
El proyecto capitalista burgués que conocemos con el nombre de modernidad estuvo entonces, conscientemente programado, para ejercer hegemonía no solo en el estrecho marco de sus fronteras nacionales; tuvo, desde su nacimiento, una decidida vocación totalitaria y globalista.
La modernidad es pues, el capitalismo en desarrollo hasta su plenitud, en la cual, entra en crisis terminal. Proyecto histórico de pensadores europeos que la oligarquía imperialista estadounidense lleva hasta sus últimas consecuencias; emerge, y se impone, con el capitalismo comercial e industrial. Marx, bien lo apuntó; y según informa Dussel en su "Filosofía de la liberación" nace con el descubrimiento y navegación del Océano atlántico occidental en el siglo XV.
Pensamos, que se trata de un proceso acumulativo que entre los siglos XVI y XVIII se constituye y fundamenta como una visión del mundo y de la historia; por consiguiente, pasa por pensadores tales como Maquiavelo, Hobbes, Descartes, Locke, Hume, Adam Smith, Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Kant y otros tantos personajes de la Europa occidental del Renacimiento y, por supuesto, de la Ilustración, que sin duda, hurgaron en antecedentes grecorromanos y judeocristianos.
Todas estas transformaciones capitalistas que llegaron para quedarse, desplazan el modo de producción feudal y se convierten en el modo de producción dominante de la modernidad expansionista. Su expresión jurídico política, por lo demás, se extiende por toda Europa como del mundo en general, a partir de las concepciones de la revolución francesa, y de la mano de Códigos y Constituciones del señor emperador Napoleón Bonaparte, en la primera década del siglo XIX. Sin dejar de lado el papel estelar que le tocó jugar a la Constitución norteamericana de 1789, fecha en que entró en plena vigencia, y no en 1787, como fechan sus apologistas que siempre juegan adelantados puesto que, en aquella fecha aún no había sido ratificada por los dos tercios de los estados integrantes de la nueva federación.
Ahora, el más acabado, desarrollado y pleno de todos los imperios de la modernidad es, sin duda, Estados Unidos de América; esto porque además de ser, en cierta forma, una prolongación de Europa, logra consolidarse con agregados propios y organizar con creces la dictadura totalitaria del sistema del capital en el planeta, cosa que los países colonialistas europeos no pudieron realizar en plenitud. Y, por cierto, los imperios de la antigüedad, fueron regionales y limitados, no fueron un sistema mundo tal como lo estudia hoy Wallerstein, entre otros.
Empero, en el comienzo de la modernidad capitalista, encontramos ya críticos reformadores del proyecto burgués, que bien se sabe, tienen sus raíces hundidas en la injusticia social; entre éstos destaca Rousseau, quien, en el "Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres", va a su raíz, la propiedad privada.
Escribió:
"El primero a quien, después de cercar un terreno se le ocurrió decir esto es mío, y halló personas bastantes sencillas para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil" [x]
Más tarde son los diversos utopistas; el relevante Graco Babeauf -radical francés- y su "conspiración de los iguales", detenido por la policía del Directorio, 1796, guillotinado posteriormente; y por supuesto, la presencia acusadora de la dialéctica histórica de Marx, el más radical y revolucionario impugnador de la cosmovisión moderna capitalista en sus relaciones socioeconómicas e ideología filosófica. Tanto así, que su crítica es la negación total del sistema del capital porque, y así lo asumo, no hay modernidad "buena" que rescatar y otra "mala" que debe dejarse; la crítica de Carlos Marx, la entendemos y reproducimos, pues, como negación absoluta del sistema capitalista y que, remarco, es la dialéctica histórica de las relaciones sociales y sus diversas expresiones como totalidad concreta. No es, como piensan algunos improvisados, que el sistema del capital es algo distinto del imperialismo, que se puede separar y combatir parte a parte. No, no es así, lo veremos en su oportunidad.
Precisamente, en el capítulo XXIV de El Capital, Marx, ya asomaba que el expansivo capitalismo europeo se desarrolla a partir del despiadado saqueo de sus colonias; abandonaba así, las equivocadas posiciones eurocéntricas que había sostenido a propósito de la colonización inglesa de la India, y en el caso de la invasión de México por los EE.UU. Pensaba Marx, en algunos de sus trabajos, que la expansión del centro capitalista hacia el resto de la periferia favorecía la posibilidad de una revolución socialista mundial.
Y, escribió:
"¿Podrá producirse esta revolución en un solo país? No. Ya por el mero hecho de haber creado el mercado mundial, la gran industria ha establecido una vinculación mutua tal entre todos los pueblos de la tierra, y en especial entre los civilizados, que cada pueblo individual depende de cuanto ocurra en el otro. Además ha equiparado a tal punto el desarrollo social en todos los países civilizados, que en todos esos países la burguesía y el proletariado se han convertido en las dos clases decisivas de la sociedad"[xi]
En ese entonces, estaba en boga el desarrollo humano en etapas: salvajismo, barbarie y civilización. (Morgan siguiendo evolucionismo de Darwin) Y nadie escapa a la influencia de su época. Sin embargo, su inteligencia la superó. Atilio Borón, por cierto, en su reciente libro El hechicero de la tribu, nos recuerda que el revolucionario alemán, en su obra cumbre, había dicho textualmente que:
"el descubrimiento de comarcas auríferas y argentíferas de América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista (…) el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies"[xii]
Hoy día, van apareciendo muchos otros textos inéditos anticoloniales de Marx[xiii]; y se cuenta, igualmente en Nuestra América, con estudios más acabados, aunque no plenos, sobre el descomunal despojo de oro, plata y otras riquezas de la periferia causado por las potencias colonialistas europeas; igual aconteció con la explotación del trabajo ajeno en condiciones de esclavitud o de servidumbre, y más aún, del espantoso genocidio y aniquilamiento cultural de los pueblos originarios de América Latina y el Caribe. Pero también, en el África, Asia y Oceanía, presentes están, crímenes de lesa humanidad, que, dicho sea, aún no cesan. He allí el "despegue" de las potencias imperialistas.
Por consiguiente, la globalización o mundialización capitalista, es el más criminal proyecto imperial de la modernidad que acaba de completar su expansión y alcanzar su total y pleno desarrollo en el mundo actual del siglo XXI; ahora entró, como da muestras ya, en un indetenible proceso de irrecuperable decadencia; se trata, como se sabe, del mundo unipolar hegemonizado por la transnacionalizada y criminal clase dominante estadounidense, cuyo proyecto burgués (hoy en crisis, por la doble confrontación intercapitalistas interna/eterna como se verá), había sido esbozado entonces en los debates que dieron los líderes federalistas en torno a su petrificada y aún vigente Constitución de 1789, como veremos más adelante. (Parte II, de este capítulo I)
Las constituciones burguesas, en especial, el texto estadounidense y, las declaraciones de derechos, particularmente la francesa de 1789, más relevante por su profundidad y expansión, van a cumplir un papel protagónico en el desarrollo y consolidación de la modernidad clasista liberal.
Libertad, igualdad y fraternidad: ¿o solo la propiedad privada?
Estos temas que tratamos aquí, que implican algunas reflexiones filosóficas los examinó Marx, en sus primeros trabajos destinados en parte a desmontar el idealismo hegeliano: la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, La Cuestión Judía, La Sagrada Familia, La Ideología Alemana, así como los Manuscritos Económicos Filosóficos que, entre otros trabajos, tienen un relevante impacto en lo político, social y económico a partir del siglo XIX. Pero en nuestro siglo XXI, hay que decirlo, su teoría socioeconómica y política va a cobrar una impresionante vigencia toda vez que los fundamentalistas del mercado, con su catecismo neoliberal, han desmontado los restos mortales del viejo Estado de bienestar construido como lo fue, tras las ruinas de dos guerras europeas imperialistas y un furibundo anticomunismo de implicaciones geopolíticas mundiales. Pero igual, en El Capital, el Marx, ya maduro, continúa sus reflexiones en lo que él denominó fetichismo de la mercancía, y su secreto al cual dedica la parte final del capítulo 1, del tomo I de esta obra cumbre tal y como veremos más abajo.
Pues bien, la burguesía moderna, en su empeño de transformar el Estado absolutista de base feudal, e imponer al mundo su particular cosmovisión, echa mano de un cuarteto de valores juridificados en los Textos Constitucionales: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión, que, lo remarco aquí, nacen declarados derechos "naturales e imprescriptibles".
Debe sumarse a este particular cuarteto de valores constitucionalizados (libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión), una figura desarrollada tanto por los jurisconsultos de la antigua Roma esclavista como por los modernos teóricos capitalistas: la institución jurídica del contrato. Institución encargada de regular y legitimar los intercambios de mercancías que operan en el mercado. Este arsenal de mercancías (así llamó Marx al sistema capitalista) incluye por igual, y en el siglo de las luces, la compraventa de seres humanos.
Podrían ustedes preguntar: ¿por qué razón yo coloqué solo la libertad y no mencioné la igualdad entre los valores burgueses modernos? En otras palabras, ¿por qué, no sumé la igualdad al cuarteto de valores constitucionales de la burguesía? ¿Por simple capricho? De ninguna manera. Veamos.
En esa famosa Declaración francesa (1789) la igualdad, no aparece formalmente como derecho natural e imprescriptible tal cual se hizo con los otros valores. Aunque, debo aceptar, que en el artículo 1, de la mencionada Declaración de 1789, que es la fundamental del liberalismo clásico, dice, efectivamente, que los hombres "nacen y permanecen libres e iguales en derechos"; no obstante, más adelante, en su artículo 2, enumera cuales son los naturales e imprescriptibles. Y dice así:
"el objeto de toda asociación política [Estado] es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre"… Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión"[xiv].
Allí lo tienen, el Constituyente originario y plenipotenciario francés solo estableció la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. La igualdad, pues, no aparece en la especificación de los "derechos naturales e imprescriptibles". En todo caso, lo que se quiere resaltar es que la igualdad no está en la Declaración de 1789, en cuanto derecho natural e imprescriptible como sí lo están aquellos otros que enumeramos.
Se podría contraargumentar, que la igualdad ya estaba presente en el enunciado del mencionado artículo 1, cuando se afirma que los hombres nacen y permanecen "libres e iguales". A lo que replicamos: bueno, ¿por qué si se repiten como naturales e imprescriptibles los términos libertad y propiedad no se hace lo propio con el término igualdad? Da qué pensar. Y no es una cuestión de técnica legislativa. No señor. Es que la igualdad jamás fue bandera de la burguesía liberal hegemónica, sino, como lo veremos en su oportunidad, del socialismo revolucionario que es la negación del proyecto moderno capitalista como totalidad concreta. Y además, porque, en la realidad social del sistema del capital la desigualdad humana está en la base social, aunque no siempre esté declarada por los teóricos burgueses, excepción hecha del neoliberalismo que la glorifica.
Valga decir que la igualdad, a título de "derecho natural e imprescriptible", sí la incluyeron, pero cuatro años más tarde, en la Declaración de derechos que precede a la radical Constitución jacobina de 1793, que, por lo complicado de la situación de guerra con las reaccionarias potencias monárquicas y la lucha interna, no entró en vigencia.
En lo que sí va a enfatizar la burguesía liberal en el artículo 16 de la primigenia Declaración de 1789, es que la propiedad, además de ser un derecho natural e imprescriptible, es "inviolable y sagrada". Cosa que no hace la Declaración que acompañó a la Constitución jacobina de 1793, la segunda de los franceses, aunque sí la califica de inviolable. Efectivamente, amigas y amigos, la cosmovisión burguesa está sustentada en este cuarteto de valores: propiedad/ libertad/ seguridad/ y resistencia a la opresión; expresión ideológica de la relaciones materiales capitalistas de apropiación privada/ mercado/ dinero. Es lo que sostenemos.
De entrada, debo decir, que todos estos valores que la burguesía liberal clásica coloca en sus constituciones a título de derechos o libertades humanas, no dejan de ser más que fetichismo jurídico, y en el mejor de los casos, mera formalidad, o, si se quiere, suerte de ética instrumental cuyo objeto es sumar voluntades y embellecer el horrible rostro de la exclusión de la gran mayoría popular. Hoy día, todo esto es más que evidente con la globalización capitalista en la cual, el 1% más rico posee hoy más riqueza que el que detenta casi el 90% más pobre de la población del planeta, y podemos afirmarlo según proyecciones que hicimos de fuentes del propio sistema capitalista, Oxfam, entre otras, y datos de la doctora Pascualina Cursio, que pueden consultarse en la web; y es que, las desigualdades y privilegios entre pobres y súper ricos son abismales, la pobreza crece sin cesar, mucho más ahora, con las pandemias generadas por el propio sistema del capital, cuyos ganadores son un puñado de billonarios en dólares y sus megacorporaciones.
Estas libertades y derechos formulados por el liberalismo clásico, tienen por base el paradigma de la libertad-igualdad contractuales, con vínculo directo en la propiedad privada, el mercado y el dinero.
Ahora bien, si examinamos tales valores por separados en la vida real, veremos cómo la "libertad" expansiva burguesa termina tragándose a la "igualdad"formal de los "ciudadanos". Y por más ajustes "ponderados" de orden legal capitalista, que de unas y otras, se puedan hacer, siempre la justicia social permanecerá muy lejos de la realidad, y por demás ciega, por lo inoperante.
De todos estos valores jurídicos formales de la sociedad burguesa, cabe hacer entonces una lectura crítica radical; pero de entrada, tenemos que, no son más que manipulaciones ideológicas dirigidas a justificar el dominio social y seguir explotando el trabajo ajeno. Fíjense bien, en estas breves pero necesarias precisiones conceptuales.
La "Libertad", cual reina muy manoseada del capital, es el valor más universal y más manipulado del liberalismo clásico en sus muy diversas e imaginables situaciones y significados en la vida humana relacional; y puede resumirse así: el individuo es "libre" de realizar todo tipo de actos; siempre que la ley no lo prohíba. Es el principio de libertad negativa burguesa: el hacer todo lo que la Ley no prohíbe. El Estado, en cambio, solo puede hacer aquello que la Ley le permite, puede accionar en el marco de sus competencias. Entonces se sigue, que el Estado burgués asume una conducta abstencionista, vale decir: no intervenir en las relaciones, principalmente socioeconómicas, de los capitalistas.
El derecho burgués, reconoce al individuo una suerte de autonomía abstracta de hacer todo aquello que no está prohibido, pero que, al mismo tiempo, confiere una libertad igual a otro sujeto, que es límite de su propia libertad; no es pues la posibilidad real de realización y desenvolvimiento de las libertades de todos, es abierta confrontación. Tenemos así planteada la guerra de "todos contra todos" propia del sistema del capital, que también hizo uso de la religión como pretexto. Es la competencia, pues, un combate a muerte donde más pierden los que no tienen grandes propiedades ni posiciones claves de poder político. Así, el pez grande se traga al mediano y éste al chico; mientras tanto, el Estado, "vigila" y "garantiza" que las "libertades funcionen" y todo ocurra, pues, en "santa paz". ¿O en santa guerra? ¡Farsantes¡
¿Qué tal si resulta, que la guerra de todos contra todos de Mr. Hobbes, no solo está en el origen del sistema del capital, sino que, es más bien su desenlace final, el resultado necesario y suficiente de un sistema de desarrollo autodestructivo?
La libertad, pues, o capacidad genérica del individuo de accionar con autonomía, independencia o autodeterminación a objeto de hacer algo o de abstenerse de hacerlo, si no está prohibido por ley, se complica, cada vez más en su concreción real; pongamos por caso, la libertad de expresar públicamente las ideas de viva voz o por cualquier medio idóneo. Esta supuesta libertad o derecho de expresión es proporcionalmente inseparable del poder y los recursos efectivos con que se cuenta. Así, la posibilidad real y concreta de hacer todo lo no prohibido o de abstenerse de ello, está condicionada a la capacidad efectiva de que se disponga de recursos y no de la formal declaración legal. ¿O no?
Víctor Hugo, en Los Miserables, ironizaba las "libertades legales", si mal no recuerdo, cuando escribió: la Ley es justa para todos porque prohíbe tanto al rico como al mendigo dormir bajo los puentes. Ahí está: "todos" tienen "libertad" de "elegir" si duermen debajo de los puentes, o si se abstienen de hacerlo y van a un hotel cinco estrellas. ¡Cuestión de gustos, no¡
Y es que, los apologistas de las fulanas Declaraciones se niegan a ver que semejante "libertad" se postula entre sujetos marcadamente desiguales en todas las dimensiones posibles de su ser social; por tanto, las libertades o derechos concretos quedarán reducidos, en el mejor de los casos, a una capacidad abstracta no susceptible de ejercicio práctico por el colectivo social. Y cabe agregar: libertad o derecho que el pueblo mayoría no pueda ejercer plenamente, no existe. O sí existe, ¡pero es en el papel¡ Porque tal libertad, sustancial y formalmente está concebida, en teoría y praxis, como la libertad/igualdad de los propietarios, entre propietarios y para los propietarios que sí detentan poderes y recursos suficientes para ejercerla.
Me permito volver y remarcar: el verdadero significado de la libertad burguesa, históricamente considerado, es solo libertad formal, individualista, egoísta y hedonista, expansiva e invasiva y, en fin, destructiva; establecida, pues, para que el burgués se refugie en solitario en el goce personalísimo y despótico de sus "derechos subjetivos"; no se trata, pues, de la libertad en la que "el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre desarrollo de todos", tal cual la concibe Marx, en su conocida sentencia.
La "propiedad", dado que es el fundamento material y filosófico-jurídico de todos los derechos o el derecho de los derechos que postula el liberalismo clásico (Tanto así, que John Locke conceptualiza la propiedad integrada a la libertad y la vida) es, entonces, juridificada por la teoría clásica como relación de poder entre un sujeto y una cosa, es decir, relación privada, y por tanto, excluyente y contrapuesta al colectivo social. La burguesía se propuso buscarle legitimación, a esa relación de apropiación de facto de las cosas, y ya la tiene: la ideología jurídica, el título, "justo y legal para asegurar ante todos, en verdad, su derecho "natural" de poseer y disponer de la tierra y demás medios de producción, procediendo así a despojar de los bienes comunes al resto de la sociedad. Ahí tienen hoy día, la privatización de bosques, ríos y fuentes de agua, y hasta la prohibición de apropiarse de la mismísima agua de lluvia ¿Pronto será el oxígeno que respiramos? ¿Qué tal?
La detentación material de las cosas por el burgués, en primer lugar, quedó fundamentada a priori en un supuesto "derecho natural" de propiedad privada, para colmo de males, "sagrada e inviolable". En segundo término, se completa con los atributos legales de ser, para titular, un derecho exclusivo, excluyente, siempre extensible y acumulable, según vimos, sea su poder efectivo; para cerrar, la facultad de disponer y hasta destruir la cosa poseída: vender o darle muerte a un esclavo, es un repugnante ejemplo de la civilización de los "ilustrados" europeos. Pues así tan "natural", tan omnipotente y extensivo es el derecho de los propietarios que abarcó a otros seres humanos salvajemente esclavizados y convertidos en objeto del derecho de propiedad privada, precisamente, en la civilización occidental y cristiana, en la cual, "los hombres nacen y permanecen libres e iguales", según el artículo 1, de la petulante Declaración francesa de 1789. Y, por favor, no me recuerden que lo que pasa- así decían- es que como los esclavos eran cosas que hablan y caminan pues entonces se podían cazar para venderlos en las plantaciones del nuevo mundo. ¡Y no me digan que que no sabían que eran humanos igual que ellos¡
En cuanto a la denominada "seguridad", el liberalismo clásico, se afinca en la idea de certidumbre, es decir, certeza jurídica; esto en relación al goce eficaz y seguro de los derechos individuales burgueses, vinculando aquélla a la protección de su persona y sus bienes. De allí que la Declaración francesa de 1789, hable de que en toda sociedad debe estar "asegurada la garantía de derechos". Y es que, como la fundamentación filosófica jusnaturalista de las libertades o derechos naturales, es, en primer término, "a priori", al burgués se le presentó la necesidad práctica de asegurar la protección de su persona, bienes y pertenencias no solo frente al Estado, sino ante los otros individuos. He ahí la necesaria protección a posteriori de la Ley "positiva" para los derechos o libertades "naturales" a priori.
Ahora bien, la seguridad más que un derecho es el medio por el cual la burguesía liberal va a garantizarse sus libertades o derechos personales frente a las actuaciones de los órganos del Estado en tanto que, por otra parte, encarga a ese mismo Estado, su Estado, de proteger erga omnes -ante todos- a los sujetos de derechos, que como se sabe, en la modernidad, es el propio capitalista, su persona, y sus inseparables bienes. No es casual que la teoría clásica reconozca el patrimonio burgués como la prolongación de su personalidad, y, por tanto, susceptible de protección legal.
El Habeas Corpus y otros medios, acciones y recursos jurídicos administrativos o judiciales, están previstos como instrumentos o garantías de protección de su propiedad/vida/libertad en las constituciones y en las leyes.
Es menester un agregado con respecto a la seguridad: la institucionalización de la violencia del Estado para completar el cuadro y hacer efectiva la defensa de esos derechos y libertades; y así, como quien no quiere saber el nombre de la cosa, la Declaración que comentamos, en su artículo 12, dispone: "la garantía de los derechos del hombre y el ciudadano necesita una fuerza pública" (…). No hay duda, la burguesía se propone en firme estar en capacidad de disponer de su aparato estatal para el control y represión del pueblo pobre, facilitando de esta forma, el futuro desenvolvimiento de la dictadura del capital en sus fronteras y fuera de ellas.
Todos estos significados que derivan de la constitucionalizada libertad y seguridad personales, como vemos, son vaciados de un contenido protector realmente humano del colectivo social a consecuencia de las contradicciones internas de su modo de producción capitalista.
La "resistencia a la opresión," tal cual se precisó en la Declaración burguesa de 1789, es un valor de relevancia constitucional; pero queda explícito que la fulana resistencia, no debe confundirse con un supuesto derecho a la revolución o de trasformación radical de la totalidad social. La clase explotadora no te la pone tan fácil. Tal rebelión era sólo un derecho natural o sea, especulación. Sin embargo, jugó un papel fundamental en las revoluciones burguesas para derrumbar el absolutismo monárquico, pero... hasta allí.
Obsérvese bien: en última instancia, el fin propuesto con la tal resistencia a la opresión es el ejercicio de la violencia privada legítima, una vez agotados todos los recursos jurídicos de ley, y solo para el restablecimiento de la constitucionalidad burguesa infringida; es el caso de la mala jugada por parte de algún "tirano" usurpador del lugar de la ley; o bien, por la violación o menoscabo de derechos y garantías constitucionales, sin haber ya posibilidad efectiva de ejercer los recursos judiciales. De ninguna manera, se trata aquí, de dar estatuto legal al ejercicio de la violencia revolucionaria para instaurar un nuevo orden distinto del capitalismo; antes bien, lo que se busca es el mantenimiento, sea como sea, del sistema del capital, no olvidemos los trajinados y "democráticos" estados de excepción para la defensa de la "constitución". En fin, es, por así decirlo, y de una buena vez, la reafirmación histórica del nuevo poder burgués frente al absolutismo monárquico que aún se negaba a sucumbir; pero igual, dirige su fuerza ante un emergente enemigo: el proletariado revolucionario amenazante. Esto es.
Los derechos: ni jusnaturalistas ni juspositivistas, materialistas históricos
Así las cosas, los valores de la libertad, igualdad, propiedad, seguridad y la denominada resistencia a la opresión, en virtud de la modernidad capitalista, pasaron ahora a ser derechos subjetivos de la burguesía; es decir, pasan a constituirse como poderes individualizados amparados por la Ley Suprema Constitucional; todo ello, en contraposición a la comunidad de seres humanos necesitados que con extremos sacrificios luchan en la historia concreta por su vida.
Con la revolución francesa, entonces, se estrenó el denominado espacio público burgués: el derecho de los nacionales a una determinada ciudadanía. Ahora -dicen- todos somos "iguales" como "ciudadanos" y, por supuesto, desiguales en extremo en el mundo real de relaciones privadas o "sociedad civil". Pero, hay más: se puede constatar que en el Estado liberal clásico el sujeto tipificado en la normativa constitucional con categoría de "ciudadano" era el prototipo del propietario burgués, sumando a sus derechos civiles de orden privado los derechos públicos subjetivos, entre ellos, el sufragio. Y es que, aquellos privilegios políticos exclusivos de la aristocracia del antiguo régimen, son ahora, privilegios del señor burgués. El resto de los hombres "libres" no solo eran desiguales en bienes de fortuna; eran, en su gran mayoría, excluidos de toda participación en la formación de la voluntad general del Estado.
Esta desigualdad, esta exclusión extrema de toda participación, a la cual se arroja principalmente a la mujer, y por supuesto, a los esclavos, está escrita de puño y letra por la clase burguesa en sus constituciones "garantistas" y, además, desarrolladas en sus leyes electorales censitarias. En todas, absolutamente, en todas las constituciones de la época moderna burguesa, si la persona no tenía determinada propiedad o renta, o en otros casos, el no saber leer o el mero hecho de ser mujer, te impedía tajantemente ejercer el derecho "ciudadano" del voto, pero además, fueron clasificados con soberana hipocresía, en ciudadanos activos y ciudadanos pasivos.
Entonces señores, ¿cómo hablar en sus justos términos de igualdad de los ciudadanos ante la majestad de la Ley, si tanto en la Constitución como en la Ley electoral, se excluía a los seres humanos por razones de fortuna, de instrucción o de sexo? Esto sin hablar de la esclavitud, por ahora. Un dato puede ilustrarnos muy bien sobre la cuestión de la "ciudadanía": las mujeres suizas votaron en el año 1971, siendo que Suiza, excelente paraíso fiscal de la corrupción global burguesa, es un país que se ha tenido por ser la sociedad "más democrática del mundo". ¿No les parece un tanto tardío ese voto femenino? En Venezuela, nuestras mujeres votaron en 1945, para Concejos Municipales, y, a partir de 1948, a todos los cargos nacionales, estadales y municipales, pues, en la Constitución de ese mismo año quedó establecido el voto universal, directo y secreto.
Otra cosa, según argumenta la doctrina liberal jusnaturalista, los derechos son previos y anteriores al Estado. Y se derivan de la propia naturaleza, de la razón, o de Dios. Mientras que, los liberales, juspositivistas, contraargumentan que solamente son derechos aquellos que aparecen en la Ley escrita y punto. Ley escrita por ellos, como clase dominante, por supuesto. No por el "sabio legislador", ni por "la naturaleza", ni por "Dios". ¡Por favor¡
Para nosotros, los derechos del pueblo, son conquistas históricas. No se fundan en esos metafísicos derechos naturales, ni en la Ley; entiendo que, por una razón: los derechos devienen de la lucha de clases por la existencia, y se escriben tal cual se inclina la balanza de las relaciones de fuerza, o sea, se constituyen siempre "a posteriori", jamás "a priori". De otra parte, su eficacia no depende del hecho de estar escritos en el papel; dependen sí, de concretas y complejas relaciones sociohistóricas de poder. Además, bien sabido es que primero va el hecho, va la lucha, y tras el combate, el derecho. Todo lo demás, es un cuento idealista alienante y fetichista. ¿Puede probarse lo contrario?
En definitiva, tanto jusnaturalistas como juspositivistas, al fin y al cabo, concuerdan en que jamás el Estado debe imponer límites en el "núcleo" de sus derechos naturales o legales, es decir, en el disfrute privado de sus sacrosantas y egoístas subjetividades.
Mirando bien las cosas, tenemos que concluir diciendo: todos los derechos y libertades, absolutamente todos, derivan estructuralmente de las diversas relaciones humanas; solo se crean, revocan y recrean en la lucha. Y derecho o libertad que el pueblo no ejerce en un colectivo social, simplemente, no existe, Así es.
Las miserias históricas de doña "libertad"
La palabra libertad ha sido, pues, en la Historia, una suerte de comodín burgués utilizada para facilitar la expulsión de los campesinos de sus tierras en las metrópolis europeas y liberar fuerza de trabajo que explotar en las nacientes industrias. En términos marxistas, se conoce como el proceso de acumulación originaria de capital, siendo ésta la separación forzosa del sujeto respecto de sus medios de producción, y, además, de saqueo y genocidio de un sinnúmero de pueblos del mundo.
Pero hay más: la libertad en su significado de concebir ideas o pensamientos y su manifestación práctica o posibilidad de comunicarla, fue, una conquista legal (en medio de numerosas guerras) con que la nueva clase rompe con la superstición religiosa y separa la iglesia del Estado, aunque a medias ; ésta, por mucho tiempo, impidió el desarrollo de la ciencia, de ahí que se empeña en estampar en sus constituciones la libertad de pensamiento y de expresión junto a la libertad de religión; pero, sin plantearse jamás, la liberación de toda alienación religiosa ni mucho menos el desarrollo ético social de su ciencia que ya nace sometida a la ley del valor y la maximización de la ganancia.
En este proceso de liberarse de la superstición y abrir paso a la ciencia, van a articular empirismo y racionalismo apoyándose en los descubrimientos científicos que se dan a partir del siglo XV, en el llamado Renacimiento. Y es que, este movimiento cultural europeo rompe con la cosmovisión teocéntrica de la cristiandad medieval para colocar en su lugar, una contradictoria visión antropocéntrica de la vida y de la historia. El hombre "superpoderoso" dueño y señor de todo lo existente, desvinculado de su responsabilidad por ese entorno natural, convertido, como lo fue, en objeto de irracional explotación, sin reparar en los efectos destructivos de semejante accionar en la propia vida de los sujetos, entonces más preocupados por los desvaríos de los indicadores bursátiles.
Con estos avances científicos del Renacimiento hay un doloso olvido: casi todos esos inventos, técnicas y descubrimientos que el occidentalismo reputa como europeos venían del lejano Oriente, particularmente, de la China, antigua potencia cultural que ya declinaba para la época ilustrada, tal como lo relata Dussel en su Filosofía de la liberación.
La burguesía liberal enarboló, pues, su "utopía" de emancipación humana sobre la base de la razón ilustrada, de la ciencia y el progreso ininterrumpido e introduce la necesidad de formular, en estricta lógica, los hechos experimentados, en leyes de relaciones causales entre fenómenos, verificables en el espacio tiempo para poder hablar, en propiedad, de verdad objetiva o saber científico. No se quiso ver que, en el marco de la lógica del sistema del capital, su ley del valor y su sacrosanto mercado, esta ciencia y esa técnica van engendrando el camino a la autodestrucción.
No ha cesado desde entonces en esa carrera autodestructiva de su ciencia y su tecnología, repudiable, claro está, pero muy rentable; jamás hizo reflexión del resultado espantoso que nos legó al arrasar sin rubor con todo valor solidario o de amor a la naturaleza cultivados desde antaño y hasta en la propia Edad Media europea, por corrientes éticas muy relevantes. Ese hombre superpoderoso se sintió distinto de la naturaleza humanizada que es.
Toda esta concepción "científica" la justificaron ante el mundo con su promesa de progreso social sin límite (Refutada en los 70 del pasado siglo, por el Club de Roma y Global 2000); una consecuencia más del mito occidentalista del "progreso infinito y liberador" cuyos resultados antiéticos, antihumanos y antiecológicos, estamos padeciendo con las pandemias y otros daños irreversibles que impiden sustentar la vida humana en el planeta y ponerla a salvo del criminal globalismo capitalista; solo les importa, el cálculo frío del costo/beneficio en función de maximizar la acumulación de capital. Es lo cuantitativo y no lo cualitativo. No será entonces el aseguramiento de la reproducción racional de la vida como el presupuesto necesario de toda existencia.
La ética del mercado: una aberración autodestructiva totalizadora
Se suma a lo anterior, lo que viene analizando Hinkelammert como la "ética del mercado" En su explicación, parte de Platón y su clásica tesis de que hasta en una banda de delincuentes se requiere de ciertas normas éticas (al menos, a lo interno de la organización: no matar, no robar, no mentir), porque, de no ser así, vendría el caos total y la destrucción de la propia banda; nada funcionaría en estas condiciones, ni una organización delincuencial. Todo lo cual, permite probar, según Platón, que no puede haber convivencia humana posible, sin ética, sin valores. Ahora bien, Hinkelammert, sin titubeos, afirma que "la ética del mercado es sencillamente la universalización de la ética de la banda de ladrones."[xv] Y nos recuerda que ya Mandeville, en los albores del liberalismo, había expresado sin rubor que vicios privados son virtudes públicas
Pues bien, el liberalismo económico de Adam Smith, posterior a Mandeville, Hume y Locke, postula que cuando cada individuo busca su beneficio propio en el mercado favorece, sin así quererlo, el interés general de la sociedad; y que, todo se realiza, supuestamente, por la presencia y "sabia" intervención de una "mano invisible".
Este espontaneísmo de mercado con "vida propia" nos conduce, ahora en tanto ética del mercado, a la tesis según la cual, un ser humano no respondería jamás por los efectos colaterales de sus actos directos; 1), ya que la libertad de iniciativa privada postula un instrumentalismo de que todo se puede hacer y todo vale, si hay recursos y poder suficiente para hacerlo, (sobre todo si hay jugosas ganancias); 2), que, al final del túnel, la sabia "mano invisible" conduciría hacia el bien de todos y, todo esto, en el marco de un Estado liberal de derecho permisivo; dado que, en última instancia, va a ser el Dios mercado el responsable de "orientar" la suma de actos egoístas del hombre hacia el interés general. ¡Habrase visto mayor estupidez, mayor alienación¡ Peor aún: hasta gente culta digiere esta "teoría" con religiosa devoción.
Esta fantasiosa, y no menos criminal tesis, libera al burgués de los efectos destructivos infligidos al colectivo social a causa de los resultados indirectos o "colaterales" de su calculado y "legal" accionar: desempleo, pobreza, contaminación, destrucción de bosques y ríos… en una palabra, exterminio de las fuentes de reproducción de la vida: el hombre y la tierra (Pachamama, en Nuestramérica).
Es bien sabido que Adam Smith, buscó en el funcionamiento del mercado una supuesta armonía social, pero dirigida a justificar una clase: la de los propietarios. Y resultó que la competencia, que es la verdadera guerra de todos contra todos, arrasa por demás con aquellos empresarios "no aptos" y, ya se sabe, con los trabajadores.
Smith, pensador de la ilustración escocesa, dejó demostrado en sus trabajos de filosofía moral y, como profesor universitario, que sí tenía cabal comprensión de la excluyente dimensión social de su posición determinista de mercado; ahora, claro está, no alcanzó a ver los destructivos efectos ecológicos de su "mano invisible". Pero sí despuntaba toda esta horrorosa miseria de los trabajadores y de pequeños empresarios por la competencia salvaje del mercado que Smith estimó de destrucción creadora necesaria para el "bien común" y el desarrollo del sistema.
Dice el filósofo Hinkelammert:
"La armonía de Adam Smith, no es armónica para todos. Funciona solamente para una clase social. Es clasista y celebra una lucha de clases desde arriba, que la burguesía lleva a cabo desde el siglo XVIII. Sirviéndose unos a otros, se elimina a aquellos que no logran hacer un servicio que les permita vivir. Sin embargo, su muerte es un logro del interés general y bien común, un sacrificio necesario para que el conjunto se desarrolle para el bien de todos. El individualismo desemboca en un colectivismo cínico sin límites."[xvi]
Y completa la idea, citando, al fanático de Hayeck:
"Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última instancia se reduce a la mantención de vidas: no a la mantención de todas las vidas, porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de vidas".[xvii]
El mismo argumento de Adam Smith que repite aquí Hayeck, de sacrificar vidas para salvar el mayor número de éstas, vale decir, la salvación pura y simple del sistema del capital. Estos aberrados epígonos neoliberales de hoy día, (Hayeck, Friedman, Nozick y otros tantos) que a sabiendas de los comprobados daños ecológicos del capitalismo globalista y su mercado total, llevan la tesis de la mano invisible a la locura extrema: la supuesta autorregulación auto centrada y totalizadora del mercado, según entienden estos fanáticos fundamentalistas. Puesto que, la Desregulación Total, entonces, termina por ser, una suerte de irresponsabilidad general para proceder sin límite alguno con la destrucción absoluta de nuestro hermoso planeta azul.
Y otra cosa muy relacionada al planteamiento anterior: el individuo burgués, no obstante su naturaleza histórica y social, se autodefine como ente autónomo, abstrayéndose de su verdadero espacio vital: la comunidad. Pues es bien sabido que, fuera de la experiencia histórica concreta, tal "individuo" no existe.
Aunque muchos hoy no lo vean, la sociedad humana es una totalidad concreta relacional, un mundo de vinculaciones entre sujetos en incesante movimiento; es, por así decirlo, un enrevesado cruce y desenlace de diversos procesos humanos concretos que bien transcurren articulándose en complejas intersubjetividades en las que, no es posible separar las unas de las otras, tal y como hacen los cirujanos, con las partes de un cadáver. Puesto que si estamos hablando del sujeto-social que somos, no cabe por consiguiente, separación alguna. Vivimos todos en comunidad; vale decir, vivimos en grupos, incluso, antes del inicio mismo de nuestro proceso de hominización. Por ende, para asumirnos, inclusive, en tanto individuos átomos, en estricta visión liberal, tenemos que hacerlo a partir del dato concreto de nuestra vida colectiva.
No somos, ni jamás podríamos serlo, individuos átomos "autosuficientes"; somos seres humanos necesitados, y solo en una sociedad concreta, podemos satisfacer nuestro bloque de necesidades vitales primarias de naturaleza bio-psico-social-cultural-espirituales.
Por consiguiente, es en este yo-colectivo, en este sujeto-social, donde vamos, en fin, a encontrar la base de la imputabilidad y responsabilidad de nuestros actos directos o indirectos, buenos o malos, positivos o negativos, en nuestra condición de sujetos singulares/comunitarios que somos a la vez.
En fin, toda "racionalidad" individualista del sistema del capital, que exonera a los "emprendedores" del resultado indirecto de sus actos, conduce a un crecimiento económico amoral, fuera de toda ética, y sin desarrollo humano propiamente dicho; todo es una grosera alienación y, tal como venimos analizando, nos conduce a un final definitivamente autodestructivo: la especie humana y la naturaleza van vía a su irremediable extinción.
Así lo profetizó Carlos Marx:
"Este proceso de aniquilación es tanto más rápido cuanto más se apoya en un país, como ocurre por ejemplo con Estados Unidos de América, sobre la gran industria, como base de su desarrollo.
Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre".[xviii]
Todo ello como efecto de la ley del valor, la explotación y la alienación de la sociedad capitalista. Y, ya lo estamos observando: este aniquilamiento de la naturaleza no es ninguna fantasía de niño. Porque aquello que profetizó Marx, hoy lo advierte Meadow, aquel soñador del Club de Roma de los 70, miren lo que afirmó:
"Suficiente tiempo he tratado de ser un evangelista global, y he tenido que aprender, que no puedo cambiar el mundo. Además, la humanidad se comporta como un suicida, y ya no tiene sentido argumentar con un suicida una vez que haya saltado la ventana"[xix]
El contrato: ni origen del Estado ni paradigma de la igualdad
Como quedó dicho más atrás, en esa lista de instituciones y valores de la cosmovisión burguesa se justificó agregar la figura jurídica del contrato; sobre este instituto, haré por ahora, una muy breve referencia complementaria al tratamiento de los valores que fueron ya analizados.
La burguesía tiene pues en el contrato, la regulación de sus relaciones interindividuales, pero, igual lo extiende al origen de la sociedad y del Estado y, en definitiva, lo va a tomar como el paradigma de su concepción de la igualdad tal y como lo veremos a continuación.
La teoría burguesa, en efecto, concibe el contrato, por una parte, como un pacto interindividual por el cual se explica el origen de la sociedad política. Esto es, del Estado, visto como hijo de ese acuerdo o consenso entre "individuos aislados" que habitaban en un original estado de naturaleza, bien sea éste de confrontación o bien de colaboración y que, por distintas razones, deciden "coexistir" bajo una "autoridad común". Así tenemos, entre otros a Hobbes, Locke y Rousseau, cada uno desde sus particulares concepciones contractualitas; Hobbes, en su especulación doctrinaria, es autoritario, parte de un supuesto estado originario de guerra seguida de la necesidad de someterse a un Gobierno fuerte para mantener la paz social; Locke, de su parte, muy edulcorado por la tradición liberal, es tan o quizás más catastrófico que Hobbes, cuando fundamenta su visión del paso del estado de naturaleza y libertad a la sociedad civil, en la que va a justificar, abominables crímenes contra los derechos humanos para así empoderar a la burguesía inglesa frente aquellos pueblos que se resisten a su proyecto colonial de ocupación que, dicho sea de paso, es ya un plan clasista global; por último, Rousseau, más tolerante y democrático en su teoría política, en cuanto él, si bien parte de una mirada igualitaria y libertaria del estado de naturaleza, nos explica que la corrupción y desigualdad subsiguientes se van a generar con el paso a la sociedad civil institucionalizada, como una consecuencia de la propiedad privada, además, va a cuestionar la figura de la representación y abogar por la democracia directa (Es a partir de Hegel, que la sociedad civil designará el mundo de relaciones privadas frente a la denominada sociedad política o Estado); ahora bien, él aporta la soberanía popular frente a la exclusiva soberanía del monarca, siendo aquélla la base legitimadora de toda autoridad.
Para nosotros, nada tiene que ver el tal contrato, pacto o acuerdo de voluntades individuales con el origen del Estado; porque este último, es el resultado de un complejo proceso histórico y de la lucha de clases en el cual, las "libres condiciones" del ilusorio pacto la imponen los vencedores. Y, siguiendo a Marx, el Estado es la expresión de las relaciones contradictorias de existencia de la vida social. (Ver Capítulo II).
Igualmente, el contrato, en su sentido estricto de negocio jurídico privado o espacio de la sociedad civil, es la institución que garantiza seguridad en la circulación de las mercancías, y a la vez, el paradigma burgués de su concepción formalista de la igualdad, dado el supuesto equilibrio que asumen los sujetos en la relación contractual, particularmente, en la compra/venta.
La modernidad burguesa, pues, reconoce la existencia de una relación "igualitaria" entre sujetos que gozan de "libertad de contratación" porque, según argumentan, ambos interlocutores se reconocen como ciudadanos y propietarios "libres e iguales" que ejercen su "libertad" de contratar, lo cual es falso. Este es el paradigma contractual formalista de la igualdad burguesa. Una abstracción, dado que, si se lleva al plano empírico, tal "igualdad" resulta totalmente negada, por las abigarradas asimetrías y diferencias de recursos y en general, de poderes efectivos.
Conste que, el "libre acuerdo de voluntades", en irreales condiciones de libertad/igualdad, entre los sujetos, va a servir de tapiz legal con que "legitimar" el despojo por parte de los patronos del trabajo de sus obreros. Despojo presentado como intercambio de prestaciones mercantiles "equivalentes": fuerza de trabajo para quien la compra, el capitalista, y salario para el que la vende, el obrero explotado. Todo un "inocente" contrato entre "partes libres e iguales": el propietario de los medios de producción, de una parte, y, el propietario de la fuerza de trabajo, por la otra. Ambos "ciudadanos" y propietarios titulares, por "igual" medida, de sus "derechos subjetivos" según la Ley. Ni más ni menos: Alienación total, fetichismo jurídico, ocultamiento consciente, por la teoría jurídica burguesa, de las verdaderas relaciones de explotación, tal como lo veremos más adelante.
Y fíjense bien, la burguesía pretende así justificar la existencia de una supuesta equivalencia de forma y contenido entre prestaciones muy desiguales del contrato laboral. Todo esto, de ninguna manera es posible. ¿Y por qué no? Porque si el dueño de la empresa paga el total del tiempo de trabajo ejecutado en la jornada por el trabajador, incluyendo también el nuevo valor incorporado por su trabajo, resulta entonces, que el capital quedaría sin su alimento: la plusvalía, En fin, vale la pena una cita extensa de Marx, que resume e ironiza todo lo antes dicho en cuanto a las inefables libertades y derechos burgueses.
"La órbita de la circulación o del cambio de mercancías, dentro de cuyas fronteras se desarrolla la compra y la venta de la fuerza de trabajo era, en realidad, el verdadero paraíso de los derechos del hombre. Dentro de estos linderos, sólo reinaban la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. La libertad, pues el comprador y el vendedor de una mercancía, v. gr. de la fuerza de trabajo, no obedecen a más ley que la de su libre voluntad. Contratan como hombres libres e iguales ante la ley. El contrato es el resultado final en que sus voluntades cobran una expresión jurídica común. La igualdad, pues compradores y vendedores sólo contratan como poseedores de mercancías, cambiando equivalente por equivalente. La propiedad, pues cada cual dispone y solamente puede disponer de lo que es suyo. Y Bentham, pues a cuantos intervienen en estos actos sólo los mueve su interés. La única fuerza que los une y los pone en relación es la fuerza de su egoísmo, de su provecho personal, de su interés privado. Precisamente por eso, porque cada cual cuida solamente de sí y ninguno vela por los demás, contribuyen todos ellos, gracias a una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, a realizar la obra de su provecho mutuo, de su conveniencia colectiva, de su interés social".[xx]
¿Será la igualdad una utopía? ¿Hay libertad entre desiguales?
Nuestros pobladores originarios vivieron en comunidades igualitarias hasta bien adelantada la conquista y colonización europea que neutralizó retrogradando su desarrollo propio ulterior. Ya se sabe, tenían culturas muy avanzadas y se relacionaban entre iguales. Cabe agregar que todos venimos como de la "nada" y nada traemos a este mundo: es ahí donde nos alienamos a las injustas relaciones sociales existentes. Vaya un apretado recuento sobre la igualdad en occidente que ampliaremos en las propuestas. (Ver capítulos III y IV)
En los albores de la filosofía europea, los Pitagóricos, representaban la igualdad en la figura de un cuadrado. Pero tanto griegos como romanos fueron sociedades esclavistas aunque no racistas, que es un fenómeno moderno. Los Estoicos, que más adelante, se plantean sociedades humanas sobre bases más equitativas, sin duda, influyen en las corrientes humanistas renacentistas y, por esa vía, en el jusnaturalismo burgués de la fase popular y más radical de la revolución francesa (1789-1794). Pero sobre todo, los utopistas de los siglos XVII Y XVIII, pregonaron en sus sueños un mundo comunitario y solidario de hombres libres e iguales (incluida la propiedad en común)
Así las cosas, traemos al debate sobre la igualdad los geniales y oportunos chispazos de dos poetas que pueden arrojar luz en esta controvertida problemática: Eduardo Galeano y Antonio Machado. Decía Galeano, que las utopías sirven para caminar; y el inolvidable poeta español Antonio Machado, postuló en sus versos que "no hay camino", que "se hace camino al andar". Si conjugamos estos versos con los de Galeano, encontramos que el camino, ciertamente, se traza al andar; pero, jamás podríamos caminar sin utopía. La lucha permanente por la igualdad es el camino al reencuentro de la humanidad consigo misma, "la construcción del reino de Dios en la tierra", como idealizan los teólogos y filósofos de la liberación Hinkelammert y Dussel, que, en cierto modo, siguen a Marx.
En contraste con lo anterior, para el fundamentalista liberal del Karl Popper, enemigo jurado de la igualdad, y por supuesto, de toda utopía, no le parece bien que deba construirse el cielo en la tierra. Según él, hay que abandonar tan noble idea, porque si se intenta construir el cielo en la tierra, "el resultado es el mismo infierno". Nada más falso, le responde Hinkelammert y le enrostra: "si no construimos el cielo en la tierra, producimos el infierno"[xxi]. Es la respuesta al dominio clasista burgués, al reino de la desesperanza y el antiutopismo que siembran éste y otros ideólogos en la mente humana, con sus recetas de factura liberal/ neoliberal.
Vista la perversión y degradación a que condujo la modernidad en su devenir, del uso terrorista que hace de los valores y derechos humanos, llevados a la iniquidad más extrema por los países capitalistas imperialistas en sus invasiones "humanitarias"; de la concentración de los privilegios y las riquezas más ostentosas y groseras imaginables, postulamos, en contrapartida, que si, para el mundo burgués, el valor jurídico-político fue y es la libertad-propiedad privada exclusiva, excluyente, expansiva y destructiva, en el nuevo horizonte comunista, tendrá que ser conquistada la igualdad-propiedad colectiva de todos y de cada uno. En fin, una visión inclusiva, incluyente y solidaria de los bienes comunes necesarios para todos vivir, y vivir bien, con dignidad y plenitud.
I.5 Alienación y explotación capitalistas: fuentes de la fetichización jurídica de los valores humanos
Continúa en entrega III de IV
CITAS Y NOTAS DEL CAPÍTULO I Parte I
[x]Rousseau j j Obras selectas, p 766, citado por Fuenmayor Juan Bautista, Teoría del Estado y el Derecho, tesis doctoral, Ed Mediterráneo, España, 1970, p 42
[xi] Bekerman Gérard. Vocabulario básico del marxismo, terminología de las obras completas de Karl Marx y Friedrich Engels Grijalbo, Barcelona, España, 1983, p 196
[xii] Borón ob cit p 75
[xiii] Hay estudios anticoloniales de Marx de Néstor Kohan, tiene importantes aportes en su blog y en la web.
[xiv] Castell Oliván I, ob cit p 278
[xv] Hinkelammert F ob cit. p 325 El sujeto y la ley el Perro y la Rana año 2005
[xvi] Hinkelammert F ob cit. p 238
[xvii] Hayeck, entrevista, el Mercurio Chile 19/4/81, citado por Hinkelammert ob cit. p 239
[xviii] Marx Carlos, El Capital, tomo I, FCE, Méjico, pag 423
[xix] Meadow, entrevista, citado por Hinkelammert ob cit., pg 343
[xx] Marx Carlos, El Capital FCE tomo I de pp 128 y 129
[xxi] Hinkelammert F, ob cit p 521