A estas alturas del debate está claro, para quien lo quiera ver, que las Zonas Económicas Especiales (ZEE) significan la integración (o será mejor decir la sumisión ante) al nuevo orden globalista capitalista neoliberal. Este se ha caracterizado por el libre flujo global de capitales y mercancías, fundado en los principios del neoliberalismo, así como por la dispersión geográfica de las fases del proceso industrial, aprovechando las “ventajas comparativas” de los países, sobre todo el bajo precio de la fuerza de trabajo, y que se ha materializado en las maquilas. A nivel de cada país, ello implica una apertura generalizada al capital transnacional, planes de ajuste, privatización, desregulación financiera. En el avance de este proyecto, que ya lleva avanzando más de cincuenta años en el mundo, es relevante el papel dirigente de las entidades internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el FMI, y otras asesoras como la UNCTAD, muy citadas por los defensores venezolanos de las ZEE.
Los cerebros de la Ley (que ahora es “orgánica”, en una nueva distorsión paraconstitucional que ya explicaremos) de las ZEE, las presentan como “solamente” una maniobra para eludir efectos del “bloqueo norteamericano” (las sanciones). En su análisis justificativo, presentan las sanciones norteamericanas como la única causa de la crisis que, por otra parte, reconocen como la peor de toda la historia venezolana. Pero un análisis honesto de lo que ha ocurrido evidencia que esas sanciones impactaron en una economía ya afectada por los errores garrafales de las políticas económicas aplicadas desde los tiempos de Chávez, que incluyó la entrega de dólares baratos que sirvieron, por una parte, para una importación masiva promovida por el mismo gobierno, lo cual dañó la producción nacional, y por otra, para alimentar un mercado negro de divisas y la fuga masiva de capitales, como ya es tradición en el país desde la década de los setenta. Se quemaron además las reservas del país, intentando pagar un endeudamiento atroz, contraído justo cuando los precios del petróleo nos colocaron en una situación de bonanza. Por supuesto, las sanciones norteamericanas han golpeado, especialmente desde 2019, pero lo han hecho sobre el cuerpo enclenque y sin defensas de nuestra economía. Nada más hay que ver el contraste de esta situación, con la de otros países bloqueados y que salen para adelante. Por ejemplo, Irán.
Según todos los documentos “técnicos” de las entidades internacionales, las ZEE son instrumentos para atraer inversión extranjera directa (IED) a los países, en medio de la feroz competencia global por atraer esas inversiones. Esa pugna se basa en incentivos de toda clase, desde los laborales (que resultan siempre en la sobreexplotación de la clase trabajadora), hasta tributarios, facilidades aduaneras, de servicios e infraestructura. En fin hay que dejar claro que se trata de “enamorar” a las transnacionales, de ofrecerles un menú “provocativo”. Hay que decirlo, porque los voceros del plan, como Vielma Mora, pretenden confundir distinguiendo entre inversiones extranjeras y transnacionales, que no se necesita ser un genio para entender que son lo mismo.
Otra cosa que se aclara en los documentos de las organizaciones globalistas neoliberales: las ZEE son un instrumento para un modelo de industrialización para afuera, es decir, lo opuesto a la sustitución de importaciones. El país receptor recibe inversiones para procesar materias pre-procesadas afuera, algunas de extracción nacional, pero sus ganancias están aseguradas, sin impuestos y facilidades burocráticas, para, luego, ser exportadas en su totalidad.
Hay que insistir en que los incentivos para esa inversión extranjera (transnacional) incluyen, en primer lugar, el bajo precio de la mano de obra. Por eso, en países como los latinoamericanos (México, República Dominicana, Honduras, etc.) las ZEE se convierten en Zonas Francas Industriales, es decir, maquilas. Fuerza de trabajo barata hay en Venezuela desde hace años, debido a las políticas erradas y la destrucción sistemática de la economía, así como por una evidente política antiobrera plasmada en la violación de los derechos sindicales, la hiperinflación, la muerte de la moneda, etc. Otros incentivos (o ventajas comparativas, dicen los “técnicos”) es la disposición de recursos naturales, es decir, petróleo, minería, bellezas naturales, posición geográfica. El pequeño detalle es que Venezuela, por una desinversión desgraciada, no cuenta con otro incentivo fundamental para los técnicos del Banco Mundial y la UNCTAD: los servicios. Aquí no hay electricidad, ni suministro constante de agua de calidad, ni infraestructura y vías de comunicación en buenas condiciones. Mucho menos conectividad de Internet.
Por otra parte, son ciertos los señalamientos acerca del impacto contra el fisco que tendrá la nueva política de exención de impuestos a las transnacionales. En este sentido, Vielma Mora en un texto publicado en Ultimas Noticias hace una maniobra retórica, y dice que se afincarán en los impuestos al comercio importador. Pero esto es solo una pirueta verbal. Desde hace años, la principal fuente de recursos tributarios, después del petróleo, que tiene el Estado venezolano, es el IVA en el presupuesto nacional. Mientras tanto, el petróleo ha caído en su producción y, en consecuencia, su aporte fiscal. Actualmente, el IVA es quizás la fuente más importante de recaudación en Venezuela, y eso desde 1993. En octubre de 2017 representó el 51,10% de la recaudación total de ese mes. En el acumulado de ese año, llegó a 49,71%. Y ¿quién paga el IVA? Los consumidores venezolanos. Es decir, todos nosotros.
Otro argumento de relevancia para los voceros de las ZEE en el país (Vielma Mora, Rodolfo Sanz, Farías, Árias, etc.) es mencionar el ejemplo de las ZEE de China. Se pretende colocar como modelo para Venezuela la China que desde hace unos cuarenta años está realizando transformaciones sociales y económicas inmensas, apoyada en unas tradiciones culturales y una visión a largo plazo, de la que no disponen esos nuevos “técnicos de las ZEE” criollos, para justificar una política desnacionalizadora y globalizadora-neoliberal.
Es muy chocante para quien tenga el mínimo de conocimiento de la historia china, esa analogía caricaturesca entre Maduro y Deng Xiao Ping (y, en consecuencia, entre Chávez y Mao). Deng, héroe de la Larga Marcha, tuvo que enfrentar durante más de dos décadas las humillaciones debidas a las locuras de Mao, el “gran Salto Adelante” y luego la “revolución Cultural” que lo obligaron a ser un simple agricultor, sin ningún rango en el Partido y el Estado, vencerlo después de su muerte, implantar una nueva política que superara la persecución de los técnicos, la destrucción de las universidades, el fanatismo contra los intelectuales y las tradiciones chinas, el ensayo de experiencias primitivas en lo productivo (ese delirio de sustituir siderúrgicas por hornos en los patios de las chozas de los campesinos chinos).
Es un cuento gringo eso del “pragmatismo” (término que en Venezuela se asocia a la improvisación tipo Eudomar Santos) de Deng. Se trata de políticas pensadas durante décadas con un horizonte de siglos. Se trataba de retomar el avance de las fuerzas productivas, premisa básica del marxismo, frente a la política ultraizquierdista de Mao de revolucionar regularmente las relaciones sociales sin desarrollar las fuerzas productivas, que sirvió de inspiración al proyecto bárbaro del Khmer Rouge. Las “modernizaciones” de Deng tampoco es lo mismo que la NEP leninista de los veinte en la URSS: la relación del Partido con el campesinado chino siempre fue muy diferente al ruso. En la URSS la “colectivización forzada”, por la crisis de la NEP, significó la muerte de millones de campesinos, mientras que en China, fue un producto natural de las formas de esa revolución en la época emergente.
De modo que las transformaciones en China fueron de muy largo plazo; por lo menos 40 años. Después de las cuatro modernizaciones a finales de la década de los setenta (agricultura, fuerzas armadas, industria, ciencia y tecnología), se pasó a la experimentación con la política de “un solo Estado, varios sistemas”. Efectivamente, hubo un momento en que las ZEE desempeñaron el papel de laboratorio y catalizador de las reformas capitalistas en la sociedad china. Precisamente, esta es unas de las implicaciones más importantes de las ZEE que señalan los documentos del banco Mundial: el rol de catalizador para reformas profundas, en otras palabras, pasar a un sistema capitalista claramente neoliberal. En China se ha estado haciendo durante todo este tiempo, con la presencia orientadora del Estado. Pero este es otro tema que ameritaría libros y otros artículos.
Por supuesto, China no es Venezuela. Ni por su historia, ni por su Estado, mucho menos por su cultura. El propio PCCh admite que en sus reformas pesa bastante la tradición de Confucio, esa, precisamente, que Mao trató de aniquilar y no pudo. Venezuela tampoco es Vietnam. Vietnam fue literalmente destrozado por la guerra imperialista. El napalm arrasó los suelos de una economía principalmente agrícola. Pero Vietnam también es otro tema que amerita otras elaboraciones.
Pero hay otra precisión más cercana. Los “cerebros” de las ZEE venezolanas pretenden que eso aparecía en algún discurso de Chávez, o incluso hasta en el “Plan de la Patria”. Ya varios columnistas han desmentido esto. Lo que aparece en el primer plan de desarrollo del primer gobierno de Chávez (2001-2007), centrado en el logro de ciertos “equilibrios”, son las ZENDES, Zonas Especiales de Desarrollo Endógeno Sustentables. Eso no tiene nada que ver con esta búsqueda desesperada de capital transnacional bajo la orientación del Banco Mundial, ni con una industrialización hacia afuera. Las ZEE son todo lo contrario del “desarrollo endógeno” concepto que guió durante mucho tiempo los planes de los gobiernos chavistas. La cosa va más allá de distorsionar las propuestas chavistas ¿Ha advertido el lector que la palabra misma “socialismo” ha desaparecido totalmente del lenguaje de técnicos del BM que ostentan los “cerebros” del gobierno?
Pero todo esto tiene otro aspecto: el jurídico. Los “cerebros” están montando todo un orden jurídico para-constitucional, que arranca con la Ley Antibloqueo, que es ya claramente inconstitucional, ya sólo con esa disposición que le permite al Presidente de la República “desaplicar” leyes en secreto. Pero además, las propuestas de la ley de las ZEE coliden claramente con la Constitución. Tal vez por ello, ahora la proponen como “Ley Orgánica”, o sea que su rango es inmediatamente menor a la de la Constitución misma o, tal vez, de la “Ley Antibloqueo” que, es en la práctica, una enmienda a la Constitución impuesta por medio no constitucionales. Se puede decir que la famosa pirámide de Kelsen, aquella qu establece una jerarquía de las normas jurídicas colocando a la cabeza la Constitución, se ha convertido en un helicoide en Venezuela. La constitución en suspenso, una ley “constitucional” que autoriza al presidente a desaplicar leyes en secreto, unas leyes que brindan ventajas a empresas extranjeras por encima de las nacionales, que resuelven diferencias en instancias extranjeras.
A todas estas, aparece una duda ¿Cómo se superpondrán los gobiernos estatales, a elegirse próximamente, y las administraciones de las ZEE? Hay que advertir que esas oficinas que administrarán las ZEE serán designadas directamente por el presidente. El mismo que no controló la asignación de dólares baratos a la burguesía importadora desde 2013.
Llama la atención lo que dicen documentos del Banco Mundial acerca del éxito y proyección de las ZEE. Estas tienen que estar vinculadas a procesos más amplios de apertura y transformación estructural neoliberal; deben ser catalizadores y laboratorios. Así fue en China ¿debemos interpretar que los “cerebros” tienen en mente una transformación económica más profunda, en el sentido neoliberal, de industrialización para la exportación, en respuesta a planes transnacionales, que la concebida por aquellos “Chicago Boys” de CAP? ¿Por eso todo ese nuevo orden jurídico?
Otros dos párrafos se merecen los documentos del Banco Mundial. Estos mencionan que, para el éxito de las ZEE, es necesario implementar mecanismos calificar la mano de obra y estimular la ya calificada. Esto se refiere a cuadros técnicos y profesionales ¿Esto lo tendrán en mente los “cerebros”? ¿A ello respondería una reforma universitaria que ya arrancaría con los nuevos énfasis en carreras técnicas contra la eliminación de las carreras humanísticas en las Universidades?
Una última orientación se lee en los documentos del Banco Mundial y la UNCTAD. Se dice que las ZEE pueden florecer mejor su hay un “entorno de acuerdos regionales de libre comercio” ¿Tendrán en mente los “cerebros” de esta reestructuración neoliberal una vuelta a los tratados de libre comercio, al ALCA incluso?
Dejo para otros artículos las implicaciones de las ZEE en relación a la promoción de innovación y tecnología, el tratamiento de las inversiones nacionales y el aspecto ambiental. Ya circula por ahí un proyecto de nueva ley de Ciencia y Tecnología. Ya tendremos ocasión de reflexionar sobre ella.