El lenguaje es el instrumento más poderoso para engatusar a los distraídos. Con el lenguaje nacionalista más tosco el gobierno tiene paralizada a buena parte de la sociedad chavista, al resto lo tiene ocupado en sobrevivir al hambre y a la violencia. No hay manera de que el lenguaje abarque la amplitud de la realidad; cuando mucho el lenguaje selecciona parte de ella, la que convenga a sus relatores, de lo contrario impone una propia; es el caso del discurso nacionalista con el cual nos intenta engañar el gobierno para que defendamos las desigualdades y el desorden.
Un nacionalismo irracional nos tiene atados a una patria que está diluida en prejuicios ridículos. Una nacionalidad fundada en conceptos abstractos; una nación secuestrada que no decide por ella misma; la unidad artificial de una población con brechas sociales profundas sin su historia de luchas en la conciencia.
Después de la muerte de Chávez nuestra historia de luchas sociales se desapareció, la aplastaron los símbolos patrios tradicionales. La revolución social bolivariana de nuevo es mutilada, limpiada de lucha social, solo quedan los símbolos patrios pulcros, el recuerdo de un antiimperialismo mantuano en el himno nacional, de oligarcas negados a liberar a sus esclavos, hasta hoy, el año 2021. Apelando a esa tradición nacionalista se disimula el país de las desigualdades.
Los nacionalistas del presente, los más apasionados, son aquellos que reciben ventajas, los altos burócratas de gobierno, empresarios que ven una oportunidad excepcional en el bajo costo de los sueldos, de la mano de obra barata, que ven en las zonas económicas especiales y en el diálogo secreto la posibilidad de hacer grandes negocios. Los otros nacionalistas defienden ésto hipnotizados con las notas del himno nacional, la bandera y el escudo. Todos celebrando, en distintos estadios de conciencia, a un país despedazado. La realidad es éste deshuesadero, no hay nación.
Sin que coincidan los intereses sociales no hay patria. La figura de la patria solo aparece si detrás, como cuadro de fondo, está la justicia social y el entusiasmo por perfeccionarla; en la lucha social. Por eso Chávez hablaba de "independencia y patria socialista", patria sin justicia social no es patria, independencia de la esclavitud del capital. Si la patria se define como un cúmulo de valores compartidos, la mía hoy se reduciría al círculo de mis amigos.
Yo no puedo defender la patria de alguien que me engaña, me roba, me maltrata, me explota, me discrimina. Eso será posible en EEUU y en Europa, donde inventaron y fortalecieron ese concepto hegemónico de Patria, donde los obreros y campesinos se matan vestidos de soldados por causas injustas, por predominios comerciales, entre ricos y poderosos.
A la base del chantaje de la "traición a la patria" está este concepto hipócrita de patria que muchos creímos superado en los años cuando Chávez estuvo vivo, Chávez pensando por todos los que ahora lo manipulan, como si fuera el nuevo testamento de los mormones. Detrás de todos los defensores de Maduro y del madurismo hay una porción de irracionalidad fundada en estos prejuicios, al extremo de justificar al presidente de no ser el responsable de toda clase de injusticia que se practica a diario dentro de nuestra sociedad –liberada de autoridades morales, de un gobierno verdadero, diluida en feudos y en manos de aprovechadores –, desviando la culpa hacia el bloqueo, las sanciones, el imperio, porque el presidente dice ser patriota, se declara patriota, jura besando la bandera, denuncia a los traidores de la patria, pero hundiendo a esa misma patria en el mar de todas las injusticias.
Maduro y el madurismo se sostiene invocando un patrioterismo ridículo, a nombre de un nacionalismo sin una nación verdadera. La gente confundida se aferra a sus atletas, porque es el único referente que le da sentido a la bandera y al himno, hasta ahí llega su orgullo. Solo los ricos se sienten dignos de pertenecer a un país lleno de riquezas; los pobres, los trabajadores, orgullosos de las proezas de sus atletas, pero padeciendo mil calamidades que no sufren los ricos, empresarios "nacionalistas", apoyados por el gobierno para que se hagan más ricos, sin que el capital comparta un centavo de esas ventajas con los trabajadores y la sociedad en general, sin pensar en ese resto que sostienen sus fortunas: ¡la patria de Jesús Farías! (cuándo acabará de salir el demonio que tiene dentro).
¿Hasta cuándo la gente puede creer que sin justicia social se pude defender la patria y la independencia? ¡O volteamos todo y hacemos justicia, o dejemos de lado la patria, que así no sirve de nada!; solo a los ricos les sirve el nacionalismo, sobre todo éste, irracional para aquellos que lo defienden sin saber por qué.
La patria de los humildes, de los trabajadores del campo y de la ciudad, de los que nada tienen, es otra; es la patria socialista que prometía la revolución de Chávez, ahora capturada por el madurismo a favor del capitalismo más chapucero y retrasado del planeta.
¡INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA! ¡VOLVAMOS A CHÁVEZ! ¡PATRIA O MUERTE!