-Oye: ¿qué sabes del camarada que una vez hablando conmigo dijo llamarse Juan Viloria? –me preguntó Trotsky.
-Bien, bien, está cumpliendo con su deber y sigue considerándose su discípulo –le respondí.
-¿Y Néstor González, que la última vez que supe de él andaba por Nicaragua? –me preguntó.
-Bien, anda siempre con Juan y constantemente lo recuerdan –le respondí.
-Me los saludas, y diles que mucho me contenta saber que siguen perseverando en el pensamiento revolucionario –me solicitó.
-Con mucho gusto, lo haré –le dije.
-¿Siguen en la Tierra, mis enemigos, diciendo que soy un agente del imperialismo y un contrarrevolucionario? –me preguntó.
-En verdad, maestro, eso ya no se dice. La realidad ha demostrado que usted tuvo razón en casi todos sus análisis y predicciones. Ahora mucho se recomienda estudiar sus obras y, especialmente, luego del derrumbe de lo que fue la Unión Soviética ha cobrado una enorme vigencia su pensamiento sobre la revolución permanente –le respondí.
-En algunos panfletos clandestinos que entran a este reino del Infierno, se comenta lo que está sucediendo en América Latina. Acá el Diablo se enorgullece del olor a azufre que se expide de la Casa Blanca, y que un tal Bush hace perfecta y armoniosamente su papel allá en la Tierra –me iba diciendo cuando lo interrumpí.
-Cierto, maestro, cierto. Usted dijo hace casi 70 años que la guerra imperialista es una continuación corregida y aumentada de la política de pillaje de la burguesía, y que la lucha del proletariado contra la guerra debe ser una continuación corregida y aumentada de su lucha de clase; que la burguesía imperialista domina el mundo, por lo cual todas sus guerras son de carácter imperialista, como lo estamos viendo en Irak, Afganistán y donde quiera que las haga. Frente a eso, usted lo dijo, el contenido fundamental de la política del proletariado internacional –debemos agregar: de los pueblos-, tiene que ser una lucha contra el imperialismo y sus guerras –iba diciendo cuando me interrumpió y me dijo:
-Nunca olviden que hace más de 7 décadas dije: “El monstruoso crecimiento de los armamentos en Estados Unidos prepara una solución violenta a las contradicciones complejas del hemisferio occidental y pronto ha de plantear abiertamente el problema del destino de los países latinoamericanos. El interludio de la política de <<buena vecindad>> está llegando a su fin. Roosevelt o su sucesor se quitarán pronto el guante de terciopelo de su puño de hierro. Las tesis de la IV Internacional mantienen: <<América del Sur y Central sólo podrán salir de su retraso y sometimiento si unen todos sus Estados en una federación poderosa. Pero no será la retrasada burguesía sudamericana, esa sucursal del imperialismo extranjero, la llamada a resolver esta tarea, sino el joven proletariado de Sudamérica quien dirigirá a las masas oprimidas. La consigna en la lucha contra la violencia y las intrigas del imperialismo mundial y contra la sangrienta tarea de las claques compradoras nativas es: Estados Unidos Soviéticos de América Central y del Sur”… La perspectiva de la revolución permanente en modo alguno significa que los países atrasados hayan de esperar la señal de avance hasta que se la den los más avanzados o que los pueblos coloniales hayan de esperar pacientemente a que el proletariado de las metrópolis los libere. Ayúdate y Dios te ayudará. Los trabajadores deben desarrollar la lucha revolucionaria en todos los países, coloniales e imperialistas, en que aparezcan condiciones favorables, dando ejemplo a los trabajadores de otros países. Tan sólo la iniciativa y la actividad, la resolución y la audacia pueden convertir en realidad la consigna: <<¡Proletarios del mundo entero, uníos!>>. Te pregunto, salvo cambiando algunas palabras que no modifican el contenido: ¿Me equivoqué? –me preguntó.
-No, maestro, nunca. En toda la esencia es como usted lo predijo –iba diciendo cuando me interrumpió, y me dijo:
-Voy a repetir algo que también expuse hace más de 70 años y me respondes si sigo o no teniendo razón: “En contra de todos los cuentos oficiales cuyo fin es servir de opio para el pueblo, la causa principal de la guerra y de todos los otros males sociales –paro, coste de la vida en alza, fascismo, opresión colonial- es la propiedad privada de los medios de producción junto con el Estado burgués que se basa en ella”. Es mentira que una guerra acabe con todas las guerras. Lo único que puede dar término a las guerras del imperialismo es que se produzca una cadena de revoluciones victoriosas, como lo decía Lenin, y el camino quedaría expedito para el socialismo.
-Sigue teniendo razón, maestro –le respondí.
-No olviden esto que dijimos hace 73 años y que actualmente sigue teniendo vigencia en todo su contenido y sus palabras: “La denuncia de la naturaleza completamente reaccionaria, podrida y rapaz del capitalismo moderno; el descrédito de la democracia, el reformismo y el pacifismo; la necesidad imperiosa y urgente que tiene el proletariado de hallar una salida para el desastre que se avecina, colocan con nuevo vigor a la revolución internacional al orden del día con fuerza redoblada”.
-Es así, maestro, es así -le dije.
-Discúlpame que debo retirarme, me está llamando Lenin. Eso debe ser que es hora de la insurrección contra el Diablo en este Infierno –me dijo y desapareció.
Llamé a Juan, para notificarle lo que me había dicho el maestro.