La idea de alternabilidad vinculada a una sola manera de ver el mundo degrada a la democracia, hace de la democracia un privilegio, en nuestro caso, burgués; una ventaja para los pocos que pueden acceder a la competencia electoral burguesa. En la democracia burguesa, sin dinero y clientes, no hay candidato que valga.
La democracia socialista es la acción política popular organizada, institucionalizada, ejerciendo el poder desde abajo, donde en su base la alternabilidad de los representantes cobra más sentido por la cercanía de la gente a los problemas, incluyendo la cercanía a los mismos representantes responsables. Pero, mientras una dirigencia política haga las cosas con inteligencia, pasión y voluntad socialistas, produzca resultados positivos para toda la sociedad, no tiene por qué cambiarse, no tiene sentido cambiarse. La alternabilidad en el socialismo no es una regla sagrada, la perfectibilidad sí, la revolución sí (como la eficiencia, la crítica, la rectificación, la solidaridad, actuar cerca de la verdad etc.).
El ejercicio del poder y su alternabilidad dentro de un sistema político y económico que no cambia, puede que tenga algún sentido, pero no por razones sagradas sino para que los gobernantes se corrompan menos, por la costumbre al privilegio de poder hacer a voluntad; el poder sin ideas nuevas corrompe. Pero en una revolución, la revolución es la ley sagrada, alternarse como norma no tiene ningún sentido, el proyecto de cambio y los cambios están por encima de todo formalismo “democrático”. Una revolución es una guerra y esta guerra prepara en su primera etapa instituciones nuevas, cambios importantes, es “el punto de no retorno” al pasado, como decía Chávez. Pero la guerra sigue en etapas sucesivas de cambios. Podemos decir que la verdadera institucionalización en la revolución socialista es la del cambio.
La democracia en revolución es el poder político en manos de las bases populares, nada que ver con el “poder popular madurista” que no es otra cosa que un auxiliar de los planes económicos neoliberales del gobierno, un “resuelve peos logísticos” al gobierno central (barrenderos, grafiteros, cuida parques), incluyendo las elecciones de sus candidatos impuestos a dedo.
El madurismo, como lo haría cualquier gobierno adecocopeyano, ha delegado la conducción económica (y en buena medida política) del país a los privados. En el caso de Maduro, perpetuarse en el poder es una aberración, no socialista, porque no hay prácticas socialistas, no hay revolución, sino de la democracia burguesa.
Pero, en revolución, la alternabilidad está supeditada al cumplimiento de los planes trazados, de estrategias y de la gran estrategia rectora, la sociedad socialista y el comunismo, el ideal superior de toda revolución socialista – Quien no crea en esto, pero aun así luche por cambios a la sociedad, siempre se estrellará contra el muro capitalista, un muro hecho de mecanismos ideológicos, jurídicos y relaciones sociales de producción capitalistas, de cara a la acumulación y concentración del capital –. Los medios materiales de producción condicionan las maneras espirituales, crean las formas ideológicas de nuestra conciencia social, difícil cambiar la sociedad sin llevar a cabo una verdadera revolución integral y simultánea.
El Plan de la Patria de Chávez fue, por lo menos pensado, para ser realizado de forma simultánea, para ser cumplido “paso a paso y sin aminorar el ritmo”, porque fue concebido dentro de un proceso revolucionario, no mirando hacia cambios administrativos programados cada 5 o 6 años: la independencia política y económica; avanzar con el socialismo; hacer de Venezuela una referencia socialista “social, económica y política” para la región (un país potencia); desarrollar una nueva geopolítica internacional (mundial); contribuir con la conservación de la vida en el planeta y salvación de la especie humana. Ninguna de estas estrategias tiene prelación sobre las otras, se realizan al unísono, así fueron pensadas.
(El etapismo de algunos marxistas dogmáticos –o simples farsantes reformistas – los disculpa de sus desvíos neoliberales, asegurando que el capitalismo se debería caer de maduro (sin ofender a nadie). Por supuesto, estos teóricos del madurismo no creyeron en éste "plan de la patria chavista", prefirieron apoyar al capitalismo haciendo el suyo propio (el falso): “desarrollar las fuerzas productivas capitalistas”, así tuvieran que sacrificar todo lo demás: la independencia, el socialismo, la vida natural y humana – con sus explotaciones en el Arco minero, de níquel en Aragua y de carbón en la sierra de Perijá –, y sacrificar el ensayo socialista, como un modelo social, político y económico distinto para la región y el mundo, la verdadera “Venezuela potencia” de la cual hablaba Chávez en su plan original. Por eso lo tuvieron que falsificar, es decir, hacer que Chávez diera la cara por la felonía de sus traidores).
¿Cuántas posibilidades tiene la revolución en estas elecciones? Las mismas que tienen el llamado “poder popular” de ejercer el poder político en sus comunidades y en país: ninguna. Los planes centrales ya fueron hechos, las leyes impuestas, la propiedad social ya ha sido negociada con los privados; se hizo una constituyente y así como se hizo se eliminó; su autoridad, su soberanía hace tiempo que fue arrebatada en truculencias y elecciones sucesivas y con resultados amañados, sobre una población chavista asustada y pasiva, sin formación política, sin prácticas políticas y sociales socialistas verdaderas – a menos que se crea que ejercer la soberanía popular es votar por candidatos impuestos y organizar “emprendimientos”, convertirse en clientes del partido de gobierno –. No hay posibilidades de cambio en estas elecciones. Gane quien gane, de lado y lado, cualquiera de estos oportunistas no hará mucha diferencia. Lo mejor que nos puede pasar es que nada cambie, y lo peor, que cambie para peor; el fascismo neoliberal, la tiranía de la democracia burguesa.
Hay que pensar con valentía para actuar con valentía, si nos derrotamos en el pensamiento, si nos domina el fatalismo antes de actuar, estaremos perdidos… A muchos se les olvidó que Chávez fue un hombre valiente, pero aun así se comparan con él, lo juzgan por pedacitos; sin ver la voluntad del hombre, se olvidan de cómo sostuvo hasta el final de su vida la tensión de la revolución. La revolución también es la suma de voluntades.
¡VOLVAMOS AL PLAN DE LA PATRIA ORIGINAL!