Emergemos del jugo mismo de la tierra.
Una nueva polarización de fuerza se abre paso político en la arena nacional.
En ella la inspiración humana de la revolución se agiganta. El culto por
la libertad igualitaria y la justicia social regresan de nuevo con el
nacimiento, en ese momento histórico, y en principio militar, ahora con una
composición político-militar, es decir, cívico-militar de ese movimiento de
movimientos, que se llamo Quinta Republica y que ahora se hace partido
socialista unido de Venezuela.
De nuevo la historia se repite, porque el tiempo y el espacio se han quedado
estáticos para el pueblo oprimido, la inconsciencia del opresor no tiene
límites en ambición y asquerosidad deshumanizada, con tal de lograr sus
propósitos. El pueblo no es "conspirador ni golpista". El pueblo soberano
es algo más que eso, es adversario convicto y profeso, pasional y
racionalmente, de los regímenes, que como el que vivíamos solo sirvieron
para subastar la patria. Durante todo este tiempo que tuvimos de 'supuesta
democracia", vimos que esta no sirvió mas que para negociar la riqueza
nacional en juego de dados de las finanzas internacionales; que segundo a
segundo nos desvalorizó la moneda en beneficio del dólar para cubrir el
déficit fiscal y que trabajó para transformar a Venezuela en una provincia
mas del imperio.
Durante este tiempo, quiero decir, a partir del pacto de Punto Fijo,
"quedamos fijo". Nos acostumbramos a pensar que jamás regresaría un golpe
que nos despertara de golpe de ese letargo silencioso y humillante. Porque
supuestamente vivíamos una democracia que había logrado resolver el problema
fundamental sociopolítico del hombre venezolano, que la reorganización
social tendría respuesta a sus enormes y abundantes problemas, es una
exigencia del pueblo y un deber para el estado cumplir con la extensión que
necesita un verdadero sistema democrático. Pero no ha sido así, la tal
democratización social para unos ha sido la gran última oportunidad del
reparto de un enorme botín; para el pueblo popular, quieto, tranquilo,
pacifista y obediente, el pago y el sacrificio social.
Muchos calificativos se le han estampado a la acción revolucionaria militar
que explotó el 4 de febrero de 1992. Golpe de estado, alzados, rebeldes,
subversivos, desestabilizadores, cataclismo para el sistema, sediciosos,
ambiciosos, rufianes, sublevados, golpistas, los madrugones. El día de la
acción, todos los defensores del status, corría a la radio y televisión a
prevenirnos de las horroridades que se nos venían encima, líderes clásicos
de derecha e izquierda corrían asustados como ratas en una tempestad. El
Presidente de la República mas asustado que hiena cazada, exigía a los
revoltosos deponer las armas. El pueblo ignoraba que pasaba en ese momento,
pero al igual que en las elecciones del 88, no acudió a las calles como se
le encomendó para defender la ignominiosa corrupción que gobernaba. Los
militares jóvenes del país daban una respuesta histórica, una lección
Bolivariana, de nuevo el valor del ejército limpio, buscaba depurar la
ambición desmedida de esos pocos, por el violento empobrecimiento de esos
muchos. Pero para mala fortuna del pueblo, no pasó de ahí. A muchos no les
importó el fracaso de esta acción. Lo consideraron como una necesaria
advertencia a políticos corruptos, a regímenes guardianes de la clase
dominante, cada quien jugando a su propio juego, y así a espaldas del sentir
popular, no hicieron falta los oportunistas coyunturales.
Los venezolanos si creemos en la democracia, para ello que se lea y se
entienda nuestra historia, nuestros sacrificios, desprendimientos y luchas.
Esta acción ocurre por ello mismo.
Con la libertad política de militante en un partido para ser instrumento
útil del voto, no se iba al mercado, no se comía, no se obtenía educación,
ni salud y esto por supuesto que “ alguien," tenía que tactarlo, que
disgustarse y que lanzarse, porque las medidas de orden económico, que se
establecieron en ese momento como “el paquete", no fueron otra cosa que la
excelsa brutalidad de una dictadura corrupta y politiquera que siguió el
mismo ritmo, la misma contradicción entre la mayoría a quien no le alcanzaba
el salario ni para el pasaje y la minoría elitesca y opulenta que abusaba de
los beneficios del poder. Dinero gastado a borbollones, construcciones
fantásticas para oficinas y centros comerciales, urbanizaciones con quintas
faraónicas, automóviles de lujo, exhibicionismo esnobista de ese nuevo
riquismo desatado y amparado bajo estos regímenes que durante 40 años no
habían hecho más que “vivir a costillas de los hombres que producen trabajo”
Esto no se puede soportar estoicamente y ya hemos vivido las reacciones que
se quieren neutralizar, lanzar de lado desacreditándolas, en vez de oír sus
gemidos, que no son de dolor, sino de la "ira" provocada por los que nos
oprimen. (Continuara…)