Este es el peor de los sistemas posibles

Salvo para los antisociales y los egoístas, decir a estas alturas que éste es el mejor de los sistemas posibles, hombre, decir a estas alturas que éste es el mejor de los sistemas posibles porque la competitividad y el esfuerzo personal lo impulsan y sostienen unos cuantos, ya es de necios. Estamos hartos de comprobar que el sistema lo dirigen, nominalmente, algunos desde la política, que intentan corregir la inercia de los abusos. Pero en realidad lo controlan unas cuantas familias en cada país occidental. Estas familias, ellas directamente como poder fáctico, o indirectamente reforzadas por la determinación de políticos y gobernantes dispuestos más o menos a adelgazar lo público y a ir excluyendo del bienestar y de la seguridad laboral y económica a cuanta más población mejor, hacen de este sistema un reducido enjambre de oligopolios. Y nada contradice más la eficacia de la competencia y del esfuerzo personal que el oligopolio y el monopolio. El mercado que se afirma libre no lo es, está embridado. Y la tracción que la competencia y la libre concurrencia debieran hacer para el desarrollo del sistema, independientemente de las desigualdades sociales que ello genera, queda anulada por la economía especulativa, una economía improductiva, la de las finanzas, que hacen del sistema capitalista un monstruo cada vez con más cabezas; un sistema éste, que pasa por ser el mejor de los posibles, ¿porque está sostenido por la voluntad de los acaparadores, por una legislación que les protege a ultranza, por el entorpecimiento de la persecución del fraude fiscal y por el falseamiento, directo o mediante trucos diversos, que hacen posible a los rentistas y a sus asesores económicos, manipular la base imponible, a la hora de liquidar sus obligaciones impositivas con la Hacienda Pública?

No se comprende que a estas alturas de la experiencia sociológica de las naciones occidentales se persista, no ya en defender a ultranza el capitalismo por encima de la democracia burguesa, sino que el capitalismo actual tenga por objetivo prioritario trocear la actividad empresarial privada pero también pública, mediante la externalización de los servicios; una compleja maraña de ámbitos o sectores en teoría conectados, pero cuya complicada interconexión produce unas consecuencias nefastas para el ciudadano, más allá del beneficio que reporta cada adjudicación de un servicio a una persona concreta, sea natural o jurídica. La enumeración y detalles de esos estragos son objeto de análisis y de denuncia constantes, tanto en la calle como en las instituciones.

Aunque es sobradamente sabido que inútilmente, pues la alianza del sistema de una gran mayoría de naciones occidentales, es decir, los árboles, impide ver el bosque donde se encuentran variantes más apropiadas para los tiempos que vivimos. Mucho más apropiada la racionalización que la ley de la jungla que tampoco es real, para la escasez progresiva de los recursos naturales y para una disminución de las desigualdades entre los muy enriquecidos y los acomodados, y quienes no atisban siquiera posibilidades de hacer un proyecto de vida…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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