El aspecto más resaltante en la abismal diferencia que ostenta el liderazgo de Hugo Chávez con respecto a la dirigencia política tradicional, tiene que ver con el nivel de distanciamiento existente entre éstos y el pueblo llano bolivariano. Alcanza notoriedad el hecho de percibir a un Hugo Chávez que se fusiona y se convierte en su máximo e indiscutible vocero, a una dirigencia política tradicional cuyo grado de representatividad depende casi exclusivamente de la alianza que hasta ahora ha sostenido con el proceso bolivariano y a una jefatura política ancestral cuyo total divorcio es consecuencia de su identificación con el antichavismo. Y detrás de estas mencionadas vocería, representatividad indirecta y total alejamiento subyacen la militancia unívoca, la identificación ambivalente y el antagonismo que estos sectores políticos poseen con la ideología orgánica, sistémica, holística o integral.
Al igual que a los Capitanes de embarcaciones se les hace absolutamente necesario ostentar la experticia sobre los cursos de agua por los cuales navega, a la dirigencia política se le hace indispensable aprehender el ámbito que tiene que ver con las agrupaciones humanas y, en consecuencia, utiliza su bagaje ideológico para actuar en dicho escenario. Dicho en otras palabras, en la forma como desarrolla la actividad política una determinada dirigencia, subyace la ideología en la que milita.
Así como la militancia en la ideología sistémica, holística o integral conlleva a la interiorización del método sistémico dialéctico que, entre otras muchas cosas, asevera que en el proceso de aprehensión se hace indispensable la existencia de la mayor sintonización posible entre el sujeto y el objeto o fenómeno social investigado, la militancia en la ideología mecanicista implica la internalización de la ordenanza mecanicista que, entre sus múltiples mandamientos, establece que en el proceso de discernimiento se hace imprescindible la presencia del mayor alejamiento factible entre el investigador y el ente o manifestación social indagada.
Y este precepto separatista del enfoque mecanicista brota en la nutrida variedad de formaciones sociales que en la etapa capitalista del devenir histórico de la congregación humana hacen evidente esta ruptura entre el pueblo y los dirigentes políticos que, velada o abiertamente, instituyen los regímenes dictatoriales o democráticos representativos mediante los cuales la clase oligárquica capitalista se erige en exclusiva representante de la congregación humana para ejercer su dominación a través de la manipulación y la alienación de la inmensa mayoría del pueblo en aras de cimentar su feroz e inhumana explotación.
Ahora bien, del antitético mandato de la ideología sistémica, holística o integral que exige la comunión entre los integrantes del representativo poder constituido y los componentes de la supremacía constituyente, aflora la necesidad de establecer y practicar la democracia participativa y protagónica que signa la etapa socialista que se vislumbra en el horizonte del acontecer histórico de la cofradía humana. Y este sino social exige obligatoriamente a los dirigentes políticos tradicionales que aspiren marchar en la senda del Socialismo del Siglo XXI, la férrea voluntad de interiorizar las prescripciones del método integral dialéctico que les permitirá deslastrar su faldiquera ideológica de las fuertes y significativas aberraciones que su experiencia representativa les ha plantado. Sólo mediante la actividad política liberadora y dignificante que resulta de esta radical descontaminación, dirigentes de la estirpe de Ismael García, Ramón Martinez, Didalco Bolívar, etc., podrían evitar el salto de talanquera que los colocaría al otro lado de la línea fronteriza en la que hoy se ubican.
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