El Estado marxista leninista es una buena idea

Luego de impulsar una verdadera revolución obrera con las banderas de la liberación y la justicia social,  lo que sigue a la primera victoria, a la toma del poder político y militar, no deja de ser incierto. Pero no por eso hay que conformarse con lo vencido. Ahí es donde una revolución social debe mostrar toda su fuerza creativa, para  sostenerse en el poder y avanzar en los cambios políticos, sociales, económicos, espirituales, es la idea marxista de la “dictadura del proletariado”, la contraparte de la dictadura burguesa, la cual se viste de democracia, de democracia burguesa, sea “formal burocrática” o sea “patrimonial”, como dice Jesús Puerta citando a Montesquieu.

En fin, una democracia de “baja intensidad”, para seguir con el  vocabulario de Puerta, es una democracia burguesa que no se parece a las democracias conocidas del mundo desarrollado occidental, o no satisface las necesidades políticas de EU y Europa. Puede que las grandes democracias occidentales también sean “patrimoniales” (es lo más seguro), pero, si este fenómeno se da en Venezuela o en Colombia, por ejemplo, para ellos es una democracia de “baja intensidad”. Lo cierto es, que a la larga hay que acabar con todas, las de baja y alta intensidad, siempre que sean burguesas y sirvan a sus privilegios,  esa es la tarea de una revolución social socialista, obrera, campesina, liberadora de los menesterosos.

Lo primero, para retomar (o tomar) el poder político, es saltarse el sistema electoral  que fundamenta la alternabilidad del sistema democrático burgués gatopardiano, donde todo cambia para que nada cambie. Y lo segundo es hacer que se construya desde las bases, que sea participativa y protagónica de verdad, que la nueva democracia sea realmente popular, todo el mundo cooperando. Difícil, porque todo debe ser hecho a la vez; en un solo movimiento hay que educar, hacer los cambios económicos y sociales, cambiar hábitos de vida, aprender a ver y a pensar, ¡difícil!, pero no imposible. Parafraseando al Che, la peor revolución es la que no se hace.

El Estado marxista leninista es (socialista), en teoría, un trámite necesario hacia la sociedad comunista, hacia el “punto de no retorno” del socialismo al capitalismo, es la famosa y calumniada “dictadura del proletariado” que debe torcerle el  brazo a la lógica del capital. Eso no supone tanto tiempo como los escépticos suelen imaginar. Solo pensemos que en diez años Chávez pudo educar a un pueblo humillado, excluido y olvidado, mucho más educado de lo que el común de la gente piensa y dice. Y, a su vez, Maduro pudo, más o  menos en el mismo tiempo, descomponer lo hecho por Chávez, restaurando la miseria material y del alma. Maduro en una generación pudo  desarreglar la sociedad y machacar a las nuevas y viejas instituciones hasta lo inservible, sembrar de nuevo en la gente la desesperanza, hacerla indigna, mercantilista, indiferente y al extremo egoísta.

El propósito de los cambios, como dijo Chávez, era alcanzar un  punto de no retorno; formar una generación completa de conciencias socialistas. En diez año o más, de entusiasmo y lucha revolucionaria, se podía fundar una nueva sociedad, la sociedad del  futuro, forjada en la lucha física e intelectual, de gente más valiente, más fuerte, y más libre de los efectos del  Estado y de la espiritualidad del capitalismo (del consumismo, el mercantilismo y el egoísmo que les es afín), mediante la democracia de la participación y el protagonismo, la cooperación, la responsabilidad social y la  conciencia del deber social. ¡Eso es posible! solo que hay que creer y actuar para que así lo sea.

Chávez no fue un extraterrestre, fue un ser humano de carne y sangre que intentó con bastante éxito hacer cambios para el mundo, a pesar del intento de Maduro y Diosdado Cabello de convertirlo en estatua, en un dios inalcanzable; el que ellos no alcanzaran su estatura moral y política, por haber tomado “el retorno de la Panamericana” hacia capitalismo,  no indica que nosotros no podamos ser como Chávez y superar sus logros revolucionarios.

¡Seamos como Chávez!, ¡retomemos el poder!



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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