Según la formula de la decadente contemplación mecanicista, el todo social resulta ser igual a la suma de sus partes como consecuencia de la esencia lineal y unidireccional de las relaciones que con éstas mantiene, contrastando así con la apreciación de la prominente visual sistémica, orgánica, integral, holística o de campo unificado según la cual la totalidad social resulta ser mayor que la suma de sus ingredientes como desenlace de la cualidad bidireccional de las interacciones que con éstos sostiene, discordancia ésta que, ubicada en la arena política, repercute notablemente en la abismal diferencia que ostenta el liderazgo de Hugo Chávez con respecto a la dirigencia política tradicional.
La concordancia de la dirigencia política tradicional con el linaje imaginativo mecanicista, fortificada por el inflado trajín que les gratifica su curtida habilidad política parcelaria, fragua la creencia a través del cual se visualiza a la sociedad, cual estratos geológicos, como un amontonamiento de fracciones jerárquicamente ordenadas en donde cada una de ellas se subordina a la de superior rango, a la vez que supedita a la de inferior categoría. Nace de allí un triádico orden ascendentemente jerarquizado que, en la jerga cotidiana del status quo clasista, se codifica como lo social, lo político y lo económico. Y este ordenamiento jerárquico fundamenta la dominación que la riqueza ejerce sobre el resto de las parcelas de las sociedades clasistas.
De allí nace el papel que, cual actores de una magna obra teatral, la dirigencia política tradicional cumple como súbditos del capital al interpretar al pie de la letra el libreto, escrito por el Dios mercado y dimanado directamente de la filosofía racionalista e individualista, según el cual para que las transacciones mercantiles funcionen con toda la perfección maquinista se requieren dos derechos principales: a) el derecho de propiedad sobre los medios de producción y, b) las libertades de competencia, de producción, de comercio, de trabajo, de mercado y de consumo envueltas por la libertad absoluta en el campo económico. En nuestro caso basta recordar la selección de Pedro Carmona para ocupar el trono fascista y la encendida defensa de Didalco Bolívar del carácter sagrado de la propiedad privada, para darnos cuenta del papel que juegan respectivamente los contrarrevolucionarios y reformistas dentro del proceso bolivariano.
A la inversa, el enganche de Hugo Chávez en los caminos de la opinión integral, orgánica, sistémica, holística o de campo unificado, le suscita la idea de una totalidad social que resulta ser mayor que la suma de sus ingredientes debido a la interdependencia generada por la bidireccionalidad de las interacciones que éstos sostienen entre sí y con el todo. Y esta afinidad grafica un modelo de sociedad cuya arquitectura estructural está conformada por una red articulada cuyo ordenamiento viene dado por el grado creciente de complejidad que, respectivamente, poseen los constituyentes sociales hermanados en las dimensiones subjetivas, intermediarias y objetivas.
Ahora bien, el conglomerado humano, en razón de la flexibilidad que lo coloca en la cúspide de la complejidad universal, al estar facultado para ejercer circunstancialmente las funciones que indica la cédula de identidad de los integrantes de cada una de estas tres dimensiones sociales, representa ese alfa y esa omega, ese principio y ese fin, con los que Hugo Chávez lo ha asemejado en múltiples ocasiones.
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