Crítica radical al estalinismo - burocrático para avanzar en la edisficación del Socilismo del siglo XXI

El destino de una polémica

La polémica es un aspecto esencial del debate político-ideológico en el terreno del socialismo. Cuando existen enfrentamientos contra “corrientes de pensamiento” en el seno del movimiento revolucionario se hace por una exigencia política, para cuestionar errores, debilidades, ausencias, fortalecer la formación ideológica, conjurar el dogmatismo. En fin, bienvenida la polémica, a riesgos de ser silenciados, censurado, estigmatizados, desfigurados por diversos mecanismos de violencia simbólica. Toda agrupación dogmática reacciona con sus mecanismos de defensa para defender sus fantasías de grupo, sus prejuicios y sus identidades. El tiempo dirá si valió la pena colocar sobre la agenda de debate un asunto en particular, en este caso, las debilidades del “marxismo-leninismo” para pensar y practicar el nuevo socialismo del siglo XXI. Una vieja praxis no puede dar lugar a un nuevo socialismo. Elemental.

No me queda la menor duda que el “marxismo-leninismo” es una de las variedades ideológicas del “viejo socialismo” del siglo XX. Lo de viejo socialismo es una concesión exagerada. Sencillamente no fue socialismo, fue colectivismo oligárquico, les guste o no les guste. Pero no seamos tan tajantes, quedémonos con las imperfecciones de todo proceso de transición. Viejo socialismo que condenó las obras de Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Trotsky, Gramsci, Lucaks, Korsh, Sorel, Mariategui, el grupo praxis de Gajo Petrovic, Simone Weil, Marcuse y toda la escuela de Frankfurt, Fromm y todas las obras de juventud de Marx. Un marxismo leninismo que actualmente hace filas contra la filosofía de la liberación de Dussel, contra el marxismo abierto, contra el pensamiento postcolonial para colocarlos en el lugar de los “desviaciones ideológicas” y de los “lacayos del imperio”. Sin embargo, las semillas que pueden fecundar la edificación del nuevo socialismo del siglo XXI están en los textos y practicas políticas democráticas y libertarias de todos los y las desterrado(a) s por la irracionalidad estalinista.

La historia es una extraordinaria reveladora de los fracasos del sectarismo, del fanatismo, del dogmatismo en el terreno revolucionario. Trotsky asesinado por un agente estalinista, Gandhi asesinado por un fanático hindú, Rosa Luxemburgo, muerta por las propias balas de la socialdemocracia chovinista. Mariategui silenciado por el KOMINTERN. Roque Dalton muerto por corrientes dogmáticas. El Che Guevara delatado por militantes de organizaciones sin horizonte de futuro. Esto es parte de la historia y no debe olvidarse. El fanatismo, el sectarismo, el dogmatismo deben ser cuestionados de raíz, soportando riesgos y descalificaciones, ya que este tipo de prácticas destruyen la esencia viva del marxismo abierto, del comunismo sin falacias históricas, del nuevo socialismo.

El dogmatismo es capaz de convertir a Ludovico Silva en un agente de la CIA y condenar su obra como una operación de confusión ideológica, para asegurar una fantasía de grupo, para cohesionar identidades que requiere de antídotos para no pensar creativamente, que prefieren consuelos ideológicos, asilos mentales que confrontaciones de ideas. Cualquiera puede ser calificado de “enemigo”, de “lacayo” del imperialismo y otras pamplinadas mas. Esto es poco serio, poco riguroso, poco consistente, estos expedientes terminan descalificando a quienes los emiten, los llevan a la posiciones de “polizones del pensamiento”, de centinelas ideológicos, de verdugos de la crítica.

Las corrientes comunistas, humanistas revolucionarias, y los partidos comunistas del mundo que se han nutrido del pensamiento de Marx directamente saben muy bien que la crítica interna es una cosa y que las operaciones de “guerra fría cultural” contra la izquierda son otra cosa. Yo, al que han comenzado a llamar Mr B., les hago un llamado sereno a los camaradas comunistas y socialistas que no se inclinen por el camino de la estigmatización de la crítica, de la polémica, de la diferencia de criterios, que respeten el derecho de libre critica y de debate abierto, que no aviven fantasmas producto de la mentira y de actitudes paranoicas, que enfrenten los temas y que no descalifiquen a las personas, el derecho de las personas a expresar libremente sus ideas, sus valores, sus principios.

Cuando colocan a la crítica en el lugar de los “enemigos” se está en el lugar emblemático del estalinismo-burocrático: prohibido pensar distinto, prohibido criticar, prohibido revisar otras fuentes históricas, otras fuentes de información, temor obsesivo a la diversidad, a la diferencia, al pluralismo. Obviamente, uno sabe muy bien que significa e implica discriminar a los amigos de los enemigos del pueblo (Mao). Sin experiencia política, sin prudencia, sin mesura, estas palabras pueden tener graves consecuencias. Pueden abortar el debate democrático, y colocar el asunto en el terreno inadecuado.

La posibilidad de formular como proyecto de futuro la construcción de una sociedad democrática alternativa al orden capitalista concebida como el Socialismo del Siglo XXI tiene que iniciarse necesariamente con un debate profundo sobre la experiencia histórica del socialismo del Siglo XX, especialmente del socialismo que realmente existió en lo que fue su expresión hegemónica, el socialismo burocrático. No me cansaré de aclarar que la polémica no va dirigida en contra de los camaradas militantes de base del PCV, ni contra los comunistas (sería en aquella expresión falaz, un auto-suicidio), ni contra la izquierda anticapitalista, sino contra la variedad marxista-leninista del pensamiento de izquierda que impidió superar el estalinismo.

Como alternativa democrática “superior” al orden de explotación capitalista, ese socialismo estalinista del siglo XX fue un rotundo fracaso, como ha alertado Edgardo Lander. No sólo no superó las limitaciones formales de la democracia liberal burguesa, sino que construyó un orden autoritario que terminó por anular toda idea de democracia participativa, de pluralismo de base en el movimiento popular. Desde el punto de vista del modelo productivo, la experiencia del socialismo burocrático profundizó muchas de las tendencias más negativas del modelo civilizatorio industrial-capitalista. No cuestionó los patrones de producción de conocimiento y de guerra tecnológico-productiva-patriarcal contra el resto de la naturaleza característicos de esta sociedad de crecimiento sin límite. Esto condujo a patrones de destrucción ambiental aun más acelerados que los que han sido característicos de la sociedad capitalista.



La idea del nuevo socialismo del siglo XXI interpela una experiencia histórica nueva, radicalmente democrática, que incorpore y celebre la diversidad de la experiencia cultural humana. Sin un diagnóstico crudo de las razones por las cuales el modelo de partido-Estado soviético condujo al establecimiento del orden despótico que tuvo su máxima expresión en el estalinismo, se carece de herramientas para prevenirse en contra de la compulsión de su repetición. Sin un cuestionamiento radical de la filosofía de la historia euro-céntrica que predominó en el socialismo-marxismo de los siglos XIX y XX, no es posible incorporar una de las conquistas más formidables de las luchas de los pueblos de todo el planeta en las últimas décadas, la reivindicación de la inmensa pluralidad de la experiencia histórico cultural humana y el derecho de los pueblos a la preservación de sus identidades, sus modos de pensar, de conocer, de sentir, de vivir.

En Venezuela, hasta el momento, el debate público en torno al Socialismo del Siglo XXI apenas comienza a abordar estos asuntos. Es imprescindible la reflexión colectiva para superar una falsa noción de consenso que se naturaliza a través de la censura, de la descalificación, de la ausencia de una cultura de debate en un asunto tan crítico para el futuro del país. Antes de condenar a Dieterich, a Harnecker, a Lander, a Haiman el Troudi en el tribunal del estalinismo, es conveniente cuestionar toda impostura intelectual dogmática.



Entre los debates vitales sobre la experiencia de lo que fue el socialismo que realmente existió en el siglo XX, están los asuntos del papel del Estado, del partido, de los derechos humanos y sus relaciones con la posibilidad de la construcción de una sociedad profundamente democrática. Un Estado-partido que copó cada uno de los ámbitos de la vida colectiva, terminó por asfixiar toda posibilidad de debate y de crítica, y con ellos la posibilidad misma de la pluralidad y de democracia profunda. Un estado-partido-aparato policial ahogo las enzimas creadoras de la sociedad. Es por ello que entre los debates medulares para un orden socialista democrático que no repita los contenidos despóticos de la experiencia del siglo pasado están los referidos al papel del Estado, al carácter del Estado, a las relaciones entre el Estado y la pluralidad de formas de organización y sociabilidad que se agrupan bajo la idea de sociedad. La experiencia histórica sugiere con contundencia que la identidad Estado-partido único marxista-leninista no es la vía que conduce hacia la democracia.



El triunfo contundente de Chávez y la revolución bolivariana en las elecciones de diciembre ha colocado en la agenda el carácter antiimperialista, socialista, democrático y revolucionario del proceso de transformaciones. Se ha logrado una gran legitimidad político-electoral, que no puede diluirse con la repetición de errores históricos en el campo de la izquierda.

El llamado a la edificación del nuevo socialismo del siglo XXI debe ser parte de un amplio debate democrático. Esto significa deliberación, protagonismo y participación en medio del reconocimiento del pluralismo socialista y no socialista. La liquidación del espacio de la oposición democrática, de la oposición de izquierda, de la oposición al estalinismo liquida al mismo tiempo a la democracia revolucionaria. Quienes no están de acuerdo con esta afirmación pueden ser presas fáciles del dogmatismo, del sectarismo y del dogmatismo. Se trata de la democracia revolucionaria, no del despotismo revolucionario.

La construcción del nuevo partido pasa por el reconocimiento de corrientes, de tendencias vinculadas alrededor de enfoques ideológicos diversos: No se trata de fraccionalismos de poder, se trata de elogiar y fecundar la diversidad, la variedad posible para la unidad de acción como ha dicho Luis Vitale. Este asunto es central: el pluralismo de pensamientos socialistas liberadores dará lugar al reconocimiento de tendencias revolucionarias dentro y fuera del partido unido. Esta es una exigencia democrática, un partido de corrientes, con enfoques y perspectivas diversas. Ojo, no confundir tendencias con fraccionalismos. Convergencia socialista para la unidad democrática revolucionaria. Diversidad de pensamientos, unidad de acción, reconocimientos del derecho de las tendencias minoritarias a ser mayoritarias, cultura de debate.

El destino de la polémica contra el marxismo-leninismo conduce a consejos finales: leer, leer, estudiar, estudiar, luchar y luchar. Si usted no quiere caer como presa de una psicología de sectas, trata de escrutar la historia críticamente, no eluda el pensamiento, luche en el terreno de las ideas, no liquide simbólica ni materialmente a la persona, debata las ideas. No suponga que toda crítica por las armas lleva en sí misma razones validas en un debate democrático. Recuerde, democracia, democracia, democracia…cuidado con los atajos, pueden ser tan malos como la enfermedad que se combate: el imperialismo, el capitalismo, el individualismo, la explotación, la opresión, la destructividad humana.

Si usted quiere tener herramientas contra el estalinismo, comience por una lectura: La revolución Rusa de Rosa Luxemburgo. Pase seguidamente al testamento político de Lenin, a sus temores político-ideológicos ante la inminente muerte. Revise a Trotsky y las valoraciones de Gramsci y Mariategui sobre el devenir de la revolución Rusa. Acto seguido, revise “El marxismo soviético” de Herbert Marcuse. Pasee algunas páginas de Ludovico Silva en su Anti-manual para uso de marxistas, maxianos y marxologos. Revise esta polémica en páginas como Rebelión.org. Si tiene tiempo, lea a Adam Schaff, a Gajo Petrovic o a Meszaros, planteándose las limitaciones del estalinismo. Si por último, puede seguir revise a Kolakowsky y a Morin sobre el tópico del totalitarismo de izquierda. Si no se hay conmovido su estructura de precomprensión con estas lecturas y mantiene su afiliación al marxismo-leninismo, usted es un incorregible dogmático marxista-leninista. Aquí, ya no puedo ayudarlo. No se trata del Imperialismo, ni de la CIA, ni de los lacayos internos. Usted mismo se ha condenado a quedarse en el aparato del viejo socialismo del siglo XX. Saludos.

jbiardeau@yahoo.com.mx


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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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