El capital revolucionario

No me sorprende que los economistas de izquierda escriban una y otra vez, en alarde positivista, sobre: la economía pos-rentista... la tasa de cambio como mecanismo de distribución de la renta... la repolitización de la renta... la liquidez monetaria y el valor del salario... Así otorgan visado al modelo económico venezolano en ruta al socialismo. Curiosamente lo llaman "de desarrollo productivo" como si existiera un desarrollo económico no productivo. Nos dicen, además, que es acogido con beneplácito por el empresariado nacionalista.

      Bueno, como uno duda hasta del asombro, tal vez sea sólo una manera de explicar la ambigüedad crónica del reformismo socialista tradicional. Lo hicieron defendiendo con disimulados escrúpulos, aquel llamado "socialismo real". Luego de esas décadas de torcimientos y desencantos, surgió -brincándose a Mao- la novedad llamada "socialismo con características chinas". Aunque no discutiré, en el caso chino, si su conversión a gran potencia mundial era más prioritario que el cielo socialista; resulta una inutilidad presentarlo como ejemplo a copiar pues, cinco mil años de rígida disciplina en la conducción de una gigantesca población, se convierte en patrimonio cultural. Tal vez sea por todo esto que, Luís Brito García, uno de nuestros intelectuales más diáfanos, nos haya dicho con la modestia de evitar pisar callos: en el socialismo el aparato productivo debe ser propiedad social de quienes lo hacen producir... En nuestro caso -y en cualquier otro- ninguno de los productores reales, son propietarios.

      Ajá ¿y entonces? Pues eso, sólo insistir en dejar claro cómo la democracia ha sido adjetivada de muchas maneras para hacerla pasar por el filtro de quienes realmente detentan el poder. En el socialismo, donde la democracia o es profunda o no es socialismo, el tutelaje del Partido también decidió adjetivarla- No se enteraron que nuestro Earle Herrera nos había advertido que cuando el sustantivo se adjetiva, languidece... Me voy a referir a los tres casos, para mí, más dolorosos: la disolución temprana de la revolución bolchevique en las manos desgraciadas de Stalin; el complejísimo híbrido que es actualmente el socialismo chino -ni de ejemplo sirve- y, por último, la transformación del chavismo en disimulo luego de la muerte de Chávez. El primero se derrumbó solo, en los otros dos, sus dirigentes parecen coincidir en que el Partido es la clave que resuelve las incoherencias del Mercado + Estado. La "reforma y apertura" de China en lo económico -un eufemismo de capitalismo- se cruza con la dictadura del partido en lo político -que nada tiene de eufónica-. Si bien para ese disciplinado pueblo, el tutelaje es como el ombligo, un asunto de nacimiento; para nosotros no pasa del "eso es lo que tenemos". Es la cultura política derivada de la asociación de aquel caudillaje post-independentista con el puntofijismo sinvergüenza. Y como el materialismo histórico y la razón dialéctica pasaron a ser cosas del siglo XIX, nuestro socialismo pudiera terminar asociándose a esa especie de cervecería alemana que es la "Internacional Socialista".



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José Manuel Rodríguez


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