El gobierno de Chávez fue luminoso, asombró al mundo, si quisiéramos resumirlo en pocas palabras, estas serían: revivió la esperanza. Aquí vamos a aproximarnos al desastre que pasó después y por qué pasó.
¿Qué pasó? La respuesta es vital, para entender la dinámica de los procesos revolucionarios, y así, despejar el camino para el regreso al humanismo que salve a la Patria y sea ejemplo para el mundo.
En lo profundo, en los cimientos de la derrota del ensayo Socialista, está la incomprensión del objetivo revolucionario: se trata de cambiar radicalmente las relaciones espirituales humanas. Sustituir las relaciones egoístas, individualistas, de competencia, al hombre lobo del hombre, por el hombre hermano del hombre, a la guerra de todos contra todos, por el amaos los unos a los otros. Este cambio, es la base fundamental del hecho revolucionario, todo lo demás, los cambios políticos, de organización social, los cambios económicos, debe subordinarse a este cambio espiritual. Se puede enfatizar diciendo: la Revolución Socialista es ante todo un cambio espiritual en las relaciones de los humanos y en la ética de los individuos. Es la derrota de una cultura, su sustitución.
Este cambio, es, debe ser, principalmente en los valores humano, en la ética. El egoísmo, el atesorar bienes materiales, la falta de solidaridad con el prójimo; debe ser sustituido por los valores de la conciencia del deber social, el individuo debe crecer en armonía con el interés social, importándose por el bien común, de allí la importancia de la visión universal, el humanismo, ese es un valor fundamental.
Este cambio en las relaciones sociales, en los individuos, debe darse primero, principalmente en la dirección, en la vanguardia, que sirve de ejemplo, de guía para el resto de la sociedad. Entender que el poder tiene la propiedad de hacer aflorar la verdadera condición humana que yace en el inconsciente. La dirección debe ser sometida a una vigilancia revolucionaria, por sus pares, y por la organización popular. Ser dirección revolucionaria es un verdadero apostolado.
Tener en cuenta que todos somos hijos de la cultura capitalista, y es un gran esfuerzo desprendernos de ella, enquistada en lo profundo del alma. Muchas fuerzas que emergen de la cultura capitalista se confabulan para su regreso, para contaminar, principalmente a la dirección. Nunca faltan los adulantes, no escasean, los engañadores.
Se deben buscar mecanismos para combatir la cultura capitalista que nos habita, lo primero es la conciencia de esa lucha. En las revoluciones mundiales se han buscado instrumentos, métodos para esa educación, en los nuevos valores, el trabajo voluntario es uno de ellos, la dirección colectiva, es otro; la batalla contra el culto a la personalidad, la autocrítica, la crítica, son invalorables.
En la Revolución Chavista, se falló en esta empresa. No se pudo construir el hombre nuevo del que hablaba el Che. Y el hombre del capitalismo asaltó el poder. La prueba es el madurismo, engendrado en las entrañas del Chavismo. El capitalismo enquistado en el inconsciente afloró cuando el madurismo asume el poder: en la dirección se relajaron las normas de la nueva ética, se propagó el egoísmo, el lucro material por sobre los intereses sociales, de allí la corrupción. Despertaron los espíritus sádicos-represivos, los presos sin juicios, la operación tun tun, poner precio a los adversarios. La soberbia sustituyó a la humildad. Y todo este afloramiento de la conciencia capitalista, caminó junto a la restitución de su base material, la propiedad privada, se privatizó todo.
En conclusión, podemos decir: que este desastre surge de la ética capitalista que anidaba en el alma de los que, primero engañaron a Chávez, y luego lo traicionaron. Se falló en el proceso de autoeducación.
¡CHÁVEZ, AUTOCRITICA!