¿Soportamos la traición?

Parafraseando a Bolívar, cuando se dirigió a los Pueblos de Venezuela, desde el Cuartel de Guayana en Agosto 5 de 1817, a cerca del delito de la traición de Piar, fue claro y conciso en sus denuncias.

“Ciudadanos, la mas grande aflicción que pueda sobrevenir al animo de un magistrado, es aquélla que lo obliga a emplear la espada de la justicia contra un ciudadano que fue benemérito de la patria.

Yo denuncio a la faz de la nación el crimen mas atroz que ha podido cometer contra la sociedad, el gobierno y la patria. El general Piar es el autor execrable de este fatal delito.”

La historia se complace a veces en engendrar situaciones que parecen surgidas para que la mente de la posteridad se extasiara, la aventura de la traición hace juglares para que canten sus gestas y puedan aliviar sus canalladas. Este es el caso del héroe “antinómico” de Francisco Arias Cárdenas, quien no sólo se dio a la tarea de traicionar la causa, sino que se privó de la comprensión política revolucionaria para irse contra ella, alojándose en las faldas del enemigo, al que también traicionó flagrantemente, para regresar entre las diferencias de la traición, ser recibido y ponerlo a desempeñar una responsabilidad revolucionaria que de antemano todos sabemos sin duda alguna de lo que viene y de lo que pueda incurrir con la nueva traición que se disponga.

Recordemos que a Piar, se le concedió una oportunidad y se lo llevo el general Mariño a la Costa de Güiria, pasando luego a Maturín, donde estuvo bajo las órdenes del Comandante Bernardo Bermúdez, al que hizo su primera victima en sus ensayos conspirativos. Se le sublevo, lo detuvo y lo arrojó hacia la parte donde estaba el enemigo para que fuera indignamente sacrificado. Bolívar acota: “…El desdichado Bermúdez marcó en su muerte el primer fratricidio del ambicioso Piar”.

Quien no vio y escuchó al Teniente Coronel, Arias Cárdenas, el los tiempos golpistas de Abril, Manifestarse a favor del golpe de estado. No amaneció la mañana del l2 de ese mes aciago en RCTV para ser el tonto útil del programa de Miguel Rodríguez, y manifestar con vocabulario acusativo y claro que el responsable de todas las muertes ocurridas era el Presidente. Testificó, que mejor que nadie, él conocía a Chávez y utilizó los calificativos de “demente”, “enfermo asesino del pueblo”, “paranoico”, “creído de una posesión histórica”. Llamó a venezolanos, a compañeros de armas, a políticos y lideruchos a defender a la patria de este “asesino que se había manchado las manos con la sangre venezolana”.

Desde que conocí a este comandante, converse con él, en el cuartel San Carlos, se lo hice saber a Argenis y Adán Chávez, cuando trabajamos de pueblo en pueblo por la libertad de todos ellos, que este señor mantenía una rivalidad con el líder muy profunda y que a pesar de que se decía que era el ideólogo de ese movimiento, su conciencia no estaba en la base de esos mismos principios, pues de hecho internamente ya confrontaban problemas muy antagónicos con respecto a la causa. Recuerdo que una vez me respondió una pregunta a cerca del liderazgo lo siguiente: “Es Chávez el que tiene que buscarme y no yo a él”.

Chávez sabe a conciencia que en una revolución cuando es cierta, las traiciones no pueden tener perdón y que una de las capacidades del revolucionario, especialmente de un líder, es no permitir estas “pifias”, pues no se trata solamente de querer hacer la revolución, de tener disposición para ella y sacrificar la vida, (condición indispensable de todo revolucionario) es que el líder tiene que convertir esta volición en realidad y mostrarlo con decisión. El discurso y la práctica tienen que estar casados. Le pasó con Miquelena, con politilocos, empresarios, oligarcas y militares, y lo más delicado que ya estaba advertido. Traidor es Arias, como todos los dueños de los medios de comunicación social de este país, serviles del imperio y como Marcel Granier.

Para finalizar es bueno recordar las palabras de Bolívar al referirse a la traición y el ajusticiamiento de Piar.

“El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así pues él se ha puesto fuera de la ley, su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor”.

vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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