Vivimos en el siglo XXI, un siglo dominado por la tele-política y su capacidad de diseminación, a través de los dispositivos mediáticos de información, comunicación y entretenimiento. Ya lo político y la política no pueden pensarse desde códigos de acción, sentimiento y discurso que no estén atravesados por las intrusiones de los dispositivos mediáticos. Ya no basta hablar de “política de partidos” o “política de calle”. Hace falta establecer como se vinculan ambas con las políticas mediáticas.
Así mismo, perdemos de vista que los dispositivos mediáticos son fundamentalmente empresas capitalistas, con lógicas y racionalidades capitalistas. Así mismo, pensamos que estos dispositivos no cumplen su papel de actores políticos, de grupos de presión con claros intereses tanto económico-corporativos, como con planteamientos con capacidad de representar o colocarse en el lugar de los “intereses generales”. Si Gramsci hablo de los órganos de prensa como partidos políticos, ¿Por qué no considerar estos dispositivos con una faz de partidos políticos informales? Obviamente son organizaciones con intereses políticos, movilizan y no solo reflejan estados de opinión, proyectan y no solo informan sobre actitudes y creencias, inducen y no solo traducen afectos y pasiones, no solo entretienen neutralmente sino que modelan el “mundo feliz”.
Por tanto, la “libertad de expresión” no es solo un derecho civil de individuos liberales, de una ciudadanía bienpensante, también es un pretexto de grupos de interés y de presión para organizar y desplegar sus estrategias de poder. Mientras la protesta estudiantil, fundamentalmente de algunos segmentos de los heterogéneos sectores medios, y no de multitudes espontáneas y sin dirección como se ha querido fabricar, no pueda abrirse campo en su autonomía a las estrategias de poder que los rodean, serán operadores de segundo orden, serán carne de cañón, y no podrán abrir un espacio legítimo para expresar su malestar ante el devenir de lo social y lo político en el país.
Obviamente allí hay un malestar legítimo, es decir, estudiantes molestos que consideran un agravio a su libertad el apagón de RCTV, y la intrusión de estrategias de poder; es decir, los pescadores en río revuelto. De esta manera se arma un complejo de motivos y demandas que no pueden tamizarse con ligereza. Hay demandas de un nuevo segmento de oposición democrático, no sabemos si transitoria o permanente, a las decisiones gubernamentales; y hay demandas de un sector de la dirección de esta protesta que tiene claras conexiones con factores de poder golpistas. Esta mixtura requiere de análisis más matizados, visualizando sus perfiles favorables al fortalecimiento de una actitud cívica y democrática, por una parte, o de masa de maniobra de las típicas salidas autoritarias e inconstitucionales.
Hasta ahora, yo no visto a ningún vocero o dirigente de estas protestas planteando el derecho a la información veraz y oportuna, planteando demandas contra la mentira, no solo oficial sino de los grupos empresariales que controlan la mayor parte de los medios audiovisuales, impresos o radioeléctricos. Es obvio que, el derecho a la información veraz es una “papa caliente” para medios con agendas políticas porque les exige un mínimo de responsabilidad. Sus hábitos modelados por la gestión de técnicas de control, desinformación y manipulación de actitudes los han acostumbrado en confundir su realidad virtual, su simulacro, con la realidad del mundo de vida de toda una población.
La extrapolación a la que nos tienen “acostumbrados” las empresas de sondeos generan estas generalizaciones tendenciosas, de partir de muestras con criterios poco claros, y luego lanzar enunciados sobre opiniones de la población, de la nación, del pueblo. Poco a poco se viene instalando la mentalización de una “democracia de audiencias o de sondeos”, y analistas aparentemente críticos caen en estos juegos retóricos. Yo hasta ahora no he visto que estas protestas planteen un sistema de comunicación democrático, desconcentrado y políticamente equilibrado. Lo que he escuchado es un petitorio para que RCTV vuelva a su señal, sin que cambie para nada su programación, sus contenidos y sus formatos. Al parecer, existe una identificación entre el derecho subjetivo de estos protestantes y los supuestos derechos de RCTV. Si es así, la consigna es “Con mi RCTV no te metas”.
Es decir, lo que existe es una defensa de la identificación corporativa-empresarial que realizan en el plano simbólico e imaginario estos segmentos de los heterogéneos sectores medios. Algo así como que con “mis ilusiones/fabulaciones no te metas”. Estas transposiciones de los lugares de enunciación en los discursos son bastante conocidas. Sustituir RCTV por libertad de expresión, o por derechos subjetivos es parte de los típicos juegos de la retórica mass-mediática.
Tendemos a ser muy críticos de la propaganda estatal, con las decisiones de las autoridades políticas, pero muy sumisos hacia la publicidad comercial y hacia las técnicas de sondeos/mercado. Aplicamos la vara de la racionalidad crítica contra el aparato de estado y sus representantes, pero no decimos ni una palabra crítica contra la intrusión permanente de los dispositivos mediáticos en la esfera pública, en lo político y en la política, y ni siquiera en la esfera personal. Para algunos analistas políticos, los medios son escópicos, desaparecen de los regímenes de visibilidad. Y hacen de los medios un simple espejo de la realidad. Estos analistas son muy duchos en la crítica a la epistemología engelsiana-leninista del “espejo” o del “reflejo”, pero son muy incompetentes para desmontar el permanente efecto de los simulacros de realidad de los dispositivos mediáticos. Palabras más, palabras menos, son intelectuales estupidizados por la pregnancia de los medios.
Como se han vuelto parte de una segunda naturaleza social, y para nosotros forman parte del ambiente no tematizado, sencillamente, consideramos legítima su presencia y actuación. Y allí comienzan las “ausencias”, los “invisibles” de la historia y la política. El mas elemental acto de consumo de sentido y de objetos esta mediatizado por los dispositivos mediáticos: marca, publicidad, imagen, precio y todos los “rasgos distintivos” en el plano de connotaciones sociales: belleza, fuerza, seducción, fuerza, naturaleza, vitalidad, etc, etc. Toda la mitología del sistema de objetos de consumo es un borde de nuestra forma de vivir y de soñar, de nuestra forma de imaginar y de aspirar. Una economía del deseo capturada por dispositivos mediáticos, una construcción permanente de anzuelos de identificación para cultivar un si-mismo, a la medida del imaginario capitalista. El fetichismo de la mercancía se hace explosión de las aspiraciones a través de los dispositivos mediáticos.
Todo esto tiene una historia, no es normal ni natural, más bien se ha normalizado y naturalizado lo que significa algo radicalmente distinto. El mundo de vida se impregna de la actuación de los dispositivos mediáticos, para decirnos todos los días, “sé como esta imagen”, “consume como esta imagen”, identifícate con este personaje exitoso, vendo prestigio, vendo placer, vendo reconocimiento social, etc.
Una economía del deseo, pues, metabolizada por la soberanía del consumidor, modelo imperturbado de soberanía, análogo a la subjetividad del ego posesivo y del individualismo liberal. Parodiando a Descartes, podríamos decir: consumo, luego existo.
El modo de colonización de la subjetividad por parte de los dispositivos mediáticos para muchos analistas no existe. Es un cuento de los “apocalípticos”, denunciado como tal por los “integrados”. Sin embargo, hay evidencias sobre los efectos, llámense limitados o acumulativos, pero efectos al fin, sobre los modos de subjetivación, discurso y representación. Que hay variables intermedias, que la aguja hipodérmica es una simplificación, que la psicología de las masas es una hipótesis paranoica, etc. Todo esto está medianamente establecido, pero se sabe que el bombardeo mass-mediático existe y es una inversión rentable para el metabolismo del capital: publicidad, mercadeo, sondeos, ventas, etc.
Con el cese de la concesión de RCTV pierden dinero las empresas de publicidad, mercadeo, etc. Que queda claro, no se pierde “la libertad de expresión”, lo que implicaría que toda forma de expresión, de pensamiento y de información ha sido anulada, se pierde más bien una oferta limitada y selectiva de proyección de mensajes, y se pierde dinero. En fin, se ha irritado al metabolismo de los sistemas funcionales del capital por el lado de la valorización y la acumulación, y por el lado de la reproducción de su hegemonía simbólica e imaginaria.
Es una irritación, nada más, pero es un síntoma de la capacidad de penetración e implantación de las gramáticas, uso y gratificaciones de la hegemonía capitalista en la sociedad venezolana. Y además, es una indicación de que solo a través de decisiones gubernamentales, por muy bien justificadas que se pretendan, se generarán focos de conflicto abierto, que serán parte de los escenario de la llamada “transición al socialismo”, y que esta transición requiere, como se ha repetido, menos imposición y más persuasión, ganarse apoyos de movimientos y sectores sociales, previo a este tipo de medidas que afectan aspectos medulares del sistema de dominación y hegemonía históricos.
Los principales actores protagonistas de estas protestas fueron los dueños de los medios mas opositores a Chávez, luego sus equipos de dirección comunicacional e informativa, luego los héroes y heroínas de nuestro tele-melodrama cotidiano, luego algunos trabajadores, y finalmente los cautivos usuarios de este tipo de programación mediática. De la primera movilización, saltamos al público cautivo: la población juvenil. Una población juvenil con su economía del deseo, sus demandas, aspiraciones, ilusiones e idealizaciones. No toda la población juvenil, por cierto. Un estilo de ser, decirse, sentirse y hacerse jóvenes, más bien. Como dicen ahora, un estilo de vida.
Los lugares de la protesta dicen mucho de la composición, de su pertenencia a determinados estratos sociales; y las formas de protesta, sus demandas dicen mucho de las representaciones y ubicaciones ideológico-políticas. Cuando algunas voces dejan plantear temas políticos aparece la tesis de la cubanización, el totalitarismo, el militarismo, la autocracia, etc, formas de discurso ya ensambladas por actores y vectores de fuerza precisos. En principio, los desastrosos resultados que para este movimiento tuvo la violencia inicial provocada en los primeros días han dado paso a una vía aparentemente movilización cívica y pacífica. Los medios privados han apoyado esta protesta en mayor o menor medida, y pocos medios han criticado la misma.
Las consignas han aparecido con su tono prefabricado, sin contenidos concretos más allá del caso RCTV y un sinnúmero de profecías con pretensiones de auto-cumplirse. La interdependencia de los derechos humanos aparece bajo el aplanamiento de los derechos civiles, sin contenido social, cultural, económico y de poder de factores no estatales. Un clásico ejemplo de la estridente bipartición del campo social entre sociedad civil y estado. Todavía nos movemos en el imaginario de un liberalismo democrático minimalista con ciertos toques hedonistas y narcicistas.
Luego, la marcha de algunos sectores universitarios pudo en evidencia cuales son los espacios que se disputan en este momento del proceso de transformación: educación y medios de comunicación. No es una novedad insignificante reconocer que el Gobierno plantea transformaciones de signo revolucionario, y que gran parte de los estudiantes son de instituciones privadas o semi-privadas, como la UCAB y la USB, y en menor medida la UCV en el caso del área metropolitana. Pocos o nulos signos de empatía activa con estas protestas pueden recocerse en los sectores populares. Más signos de empatía se encuentran en los sectores medios y altos, sobre todos de aquellos que viven el “chavismo” como pesadilla o como un aliado demasiado incómodo.
El malestar se focaliza en un segmento de edad específico, con una condición social precisa y con discursos cuya ubicación ideológica es clara con relación a su oposición al Gobierno. ¿Por qué no llamarlos simplemente oposición? Para una empresa encuestadora, que ha sido la única en pronunciarse y que quedó muy mal parada pronosticando los resultados de las elecciones del año 2006, hay mucha población “chavista” dolida por la medida de fin de la concesión. La intelectualidad que no apoya cambios radicales ni estructurales, ha identificado que la “radicalización discursiva y la intolerancia que aplica el Gobierno” está reduciendo sus espacios de maniobra y sus bases de apoyo políticas. Así mismo, plantean un paquete de agravios que van desde el uso manipulado de un presunto peligro imperialista, transgresiones al Estado de derecho por parte del gobierno, ineficiencia, corrupción e intolerancia ante cualquier diferencia, además de la inseguridad y los continuos brotes de desabastecimiento. Como observamos, al parecer, la responsabilidad del gobierno en estos tópicos choca con la realidad electoral del año 2006, donde obtuvo una abrumadora victoria, lo que plantea que alguien esta amplificando o engañando con todo este diagnóstico.
Si un gobierno va a caer inevitablemente por una pendiente de impopularidad por afectar la consecución a un medio privado, entonces, al parecer, estamos a las puertas de una interrupción más de un ciclo constitucional, pues el próximo referendo revocatorio estaría en el año 2010. Habría que ser idiota para ocultar o minimizar la manipulación e instigación a alimentar la revuelta que hacen los propietarios de los medios, así como para obviar las conexiones entre dirigentes de esta protesta y factores de poder. Con solo leer titulares de prensa y ver globo-terror uno piensa que vive en un estado de conmoción público.
Llama la atención la falta de debate, no de diálogo liberal (que en las actuales circunstancias está cancelado), de debate entre posiciones antagónicas en espacios que garanticen equilibrios, lo que implica reconocer interlocutores que piensan y sienten radicalmente distinto, ha sido una muestra de quienes pretenden protestar en nombre de la libertad de expresión. Al parecer quieren, los dirigentes de la protesta quieren ser escuchados, pero no quieren escuchar, y sus actos de poder pueden llevarlos a la soberbia y a la arrogancia que pretenden criticar. Para mi no queda duda, puedo estar equivocado, que desean que regrese RCTV.
¿Qué ocurrirá si se manifiestan voces y argumentos que contrastan radicalmente con estos estudiantes, y que además consideran que les están siendo afectados derechos humanos tal legítimos como los suyos? ¿Que ocurrirá si el foco de protesta se estanca y comienza a mostrar limites a su capacidad expansiva? ¿Que ocurrirá si se fracciona esta protesta por efecto de iniciativas no consensuadas de algunos grupos que pretenden llevarlos a un callejón sin salida? Estamos en un momento donde se palpan encrucijadas, cualquier movimiento en falso va a generar efecto sobre lo acumulado hasta ahora. Y luego de abandonar la Asamblea Nacional como espacio de interlocución, las alternativas pueden chocar con lo que precisamente desean al menos formalmente defender: temas de la institucionalidad democrática como la libertad de expresión. Lo que no me queda claro es cuando esta protesta va a luchar a favor de la información veraz, de una prensa política equilibrada y de una desconcentración de la propiedad de los medios de comunicación. Hasta ahora solo me están invitando a defender a RCTV y un estilo de vida que parece mas una defensa de un segmento de consumidores específicos que de ciudadanos. Tal vez allí esta la clave, ¿Cuál es el contenido sustantivo de quienes protestan? ¿El consumo cultural y de bienes, una ciudadanía democrática, golpistas suaves?
Hasta ahora lo que tenemos es la “afectividad pública”, sobre todo la modelada por los procesos de polarización ideológica y política. Sobre las seducciones e intrusiones de lo masivo en el campo popular-urbano han escrito muchos, pero a ninguno se le ha ocurrido confundir lo popular con lo masivo. Cruces, tramas, conflictos y negociaciones, pero nada de aplanamientos entre campos culturales de producción de significación y sentido. Los movimientos populares comienzan a plantear iniciativas que tornarán mas compleja la situación, también hay malestar acumulado por la actuación histórica reciente de los medios privados, y la falta de actuación del gobierno luego del golpe de estado del año 2002.
Si el problema es que no se metan con sus ilusiones, fabulas y estilos de vida articulados al consumo o derechos cívicos sin contenido social y cultural, entonces nos encontramos con una regresión de la política. Si esto no genera debate, debate de verdad, entonces estamos frente a la primera protesta juvenil de la anti-política del siglo XXI, luego del fracasado intento de golpe del 2002. Como para modificar paradigmas de interpretación…