Principio fundamental del ser humano es el pensamiento y de allí, el motor de toda nuestra historia sobre este prodigioso planeta: las ideas. Las ideas han desarrollado y pervertido a la humanidad. La búsqueda del poder en cualquiera de sus acepciones, la lucha por la igualdad y la justicia ante aquel, no son más que avances y retrocesos en la refriega evolutiva del hombre contra el hombre.
A veces, cuando las tinieblas conservadoras parecen perpetuarse y helar las voluntades, surge un rayo, una idea, que remueve las costras sociales, políticas y económicas de una nación, de un continente o del orbe. En cada caso, las circunstancias históricas determinan que esa idea se fortalezca o se aletargue en espera de tiempos propicios. Cuando la idea o un conjunto de ideas desatan el nudo gordiano del poder y fecunda la voluntad popular, demuele las estructuras instauradas y trasciende hacia una nueva concepción de vida. Eso, permítanme decirlo, es una revolución.
En Venezuela han aparecido hombres con ideas revolucionarias en distintas etapas de nuestra historia. Harto conocemos que muchos fueron objeto de martirios, otros ofrendaron sus vidas en mil batallas, otros más fueron traicionados, algunos sufrieron atentados fatales, un puñado fue execrado y olvidado; mas sus pensamientos permanecieron en el seno popular y cada una de esas ideas revolucionarias fue arrimando su brasa al crisol de la patria.
Hoy, al fragor de una vieja batalla en un nuevo escenario, el viento histórico eleva el ideal bolivariano como un amanecer en el horizonte, intrínsecamente unido a otros dos. Es el árbol de las tres raíces: Bolívar sempiterno, libertad, independencia, soberanía, la gran patria del continente; el ideal robinsoniano, moral y luces, educación y valores para salir de la oscuridad; Zamora y su horror a la oligarquía, tierra y hombres libres. Este árbol vigoroso está dando cobijo a la patria nueva, sus frutos ya alimentan la conciencia popular y a su sombra se restañan las quemaduras producidas por la resolana imperialista. De allí surge la nueva concepción de vida en nuestro suelo, esa es la doctrina que despierta al poder constituyente y canaliza las estrategias para derribar los viejos esquemas.
Inventamos o erramos; esto es, o hacemos las cosas con nuestra idiosincrasia y circunstancias históricas para modelar y esculpir nuestro destino o bajo el doloroso cepo de la alienación nos desdibujamos. Pero además implica que aparte de revisar los errores propios estamos obligados a evaluar los que dieron al traste con otras revoluciones. Mientras vamos a la discusión de la reforma constitucional, la contrarrevolución sigue conspirando, fabricando su burrundanga y expeliéndola por cañerías insospechadas; aparece gente arrepentida y confundida, saltadores de talanquera, lobos vestidos de oveja; y se ven caras arrugadas, de burro embarcado, de rabia contenida. En el aquelarre mediático los demonios anatematizan la propuesta de reforma, fantoches políticos recitan sus líneas con ínfulas de actorcillos de vodevil, expertos asesores en economía paleolítica y eruditos en sancochología lunar dictaminan su fracaso
Aunque han rodado en todos sus intentos por desestabilizar el país, han venido mejorando sus tretas y subterfugios. Con cierto éxito han infiltrado personas con “apariencia revolucionaria” en algunos consejos comunales; están creando redes populares para enfrentarlos, difamarlos y debilitarlos. Todo muy bien organizado, son financiados por la banca y empresas privadas, entrenados en el seno de gobernaciones y alcaldías. Su objetivo: llegar a los sectores populares, mimetizarse con los concejos comunales, batallones, etc, promover como alternativa las llamadas “redes populares democráticas” para luego generar una escalada de protestas y desorden. Esto es muy delicado porque indica que acechan al poder popular, que están concientes que deben depositar sus larvas en el seno del poder constituyente antes del revolcón referendario que se les avecina.
Por si esto fuera poco, al mismo tiempo y en muchos casos con subterránea interacción con sectores de la oposición, la consabida quinta columna distorsiona, interpreta, supone, retrasa, impide, repudia, duda, sospecha y contamina las directrices y estrategias que surgen al calor del proceso. Aunque el huracán revolucionario, cual ciclópea centrífuga, los arrolla y expulsa, algunos se agarran con fuerza y maña a la soga del poder. Considero clave una frase del Comandante en su discurso ante La Asamblea Nacional y el País durante la presentación de la actual propuesta de reforma: “incrustar en la constitución el poder constituyente, el poder popular”, porque al tiempo que representa el epitafio de la democracia representativa, desata la energía mas portentosa para una revolución: el poder creador del pueblo. El deber es con la Patria, tengamos plena conciencia de que la discusión de la reforma en cada batallón es crucial, que elegir los voceros y voceras es vital, que conformar las diferentes mesas de trabajo es fundamental, que estar alertas a los mensajes a García del Comandante y sus rabo e’ cochino es primordial, porque no debemos permitirle a la contrarrevolución, abierta o entaparada, la capacidad de sorprendernos.
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