I.- CUESTIONES PREVIAS:
El nuevo socialismo del siglo XXI parte de la crítica radical al dogmatismo y al monismo doctrinario y mono-cultural que caracterizó al socialismo burocrático del siglo XX. En el presente se viene reconociendo una diversidad de posiciones socialistas y marxistas en el seno de lo que convencionalmente denominábamos socialismo y marxismo en singular. Por tal razón no habrá un socialismo del siglo XXI, ni el de Dieterich, ni el de Buzgalin, ni el Moulian, ni el de ningún marxismo-leninismo. No habrá apelaciones a una Ciencia, a una Razón, a una Historia, a un Sujeto, a un Progreso. Existirán opciones y modelos socialistas. Opciones abiertas, modelos abiertos, racionalidades plurales construyendo vías específicas y particulares de socialismo.
Una nueva matriz de sentido y significación viene desmontando y recreando a los nuevos socialismos. La democracia participativa, deliberativa y protagónica viene re-significando a los socialismos, no sin peligros y recaídas autoritarias. Esta nueva situación es un logro democrático-radical, post-ilustrado e incluso postoccidentalista del nuevo socialismo. El nuevo socialismo desinfla la hegemonía mono-cultural del viejo socialismo burocrático. La inter-culturalidad desmonta el etnocentrismo de la codificación marxista. Se habla de constelación socialista y de constelación marxista, y no de un pensamiento único socialista o marxista. Incluso se puede ser socialista desde el postmodernismo y desde el post-marxismo, asumiendo la crítica al vínculo entre neoconservadurismo y algunas figuras espirituales del postmodernismo. Nada es perfecto, estimado maestro.
Se puede construir el socialismo de muchas maneras, se puede recrear el marxismo de múltiples modos. Sin embargo, hay modos mejores de construir ordenamientos socialistas y pensamientos marxistas. El pluralismo reconoce que existen peores modos de hacer y pensar las cosas: por cierto, el pensamiento único, dogmático, monista, el que excluye la diferencia, la diversidad y la complejidad. Con ese pensamiento no habrá revolución, a lo sumo inercia populista.
Frente a enunciaciones como Estado socialista o democracia socialista, es indispensable repensar la democracia socialista sin la forma-estado monista, sin la forma-estado capitalista, sin la forma-estado despótica. El Estado Socialista es radical-democrático y pluralista o será el Leviatán Burocrático-autoritario del socialismo inexistente. La cuestión democrática es sustantiva como desafío para el Estado Socialista. En fin, sin pluralismo en el interior del campo socialista, no habrá nuevo socialismo. Renacerá el marxismo soviético y todas las figuras despóticas de la constelación marxista-leninista, pero no el pluralismo socialista, el que reconoce diferencias internas, corrientes de opinión y minorías legítimas con derechos. Sin lucha de tenencias en cada campo de nucleamiento político, y sin juego de fuerzas entre gobierno y oposición no habrá democracia socialista.
Quienes comparten la gramática democrática reconocen que la opción socialista, si a su vez reconoce otras opciones ideológico-políticas, permite la democracia sin fin. El fundamentalismo neoliberal y la ortodoxia marxista-leninista sueñan con absolutos. Todavía son monoteísmos mal sublimados, onto-teo-logías racionalistas, con un dios severo y oculto que ha tomado el lugar del ideal y del deber absoluto, de manera superyoica, sin juego, sin paradojas, sin complejidad y sin placer.
Para algunos, no hay que adjetivar como democrático al socialismo. Suponen que el socialismo es en si mismo democrático, metiendo la cabeza como el avestruz en la trágica experiencia despótica del socialismo burocrático del siglo XX. Reactivan la moral heroica de la mitología socialista del siglo XX, sin procesar la sombra del GULAG, la Nomenclatura y el culto a la personalidad de Stalin, Mao y sus figuras sustitutivas.
Descalifican al socialismo democrático como un eufemismo de la socialdemocracia-reformista sin pasearse por el carrusel histórico del socialismo inexistente. En el siglo XIX, ser socialista pasó por ser socialdemócrata, en el XX por ser bolchevique. En el XXI, el socialismo planteará la radicalización de la democracia como posibilidad socialista: no democracia social-liberal, sino democracia radical, democracia revolucionaria, pluralista, ni monista ni absolutista.
El pluralismo radical es uno de los principios revolucionarios mas incomprendidos del siglo XXI, es la escuela de la diversidad, de la complejidad, de los matices. Se trata de un nuevo elogio de la diversidad. Sin tentativas únicas, uniformes, homogéneas. Asumiendo las paradojas, y sin confundirlas con el relativismo ni con el absolutismo, ni con el particularismo ni con el universalismo. Allí hay un desafío a una nueva inteligencia colectiva, sin olvidar las tensiones, conflictos y antagonismos que los adversarios históricos del socialismo plantean al nuevo socialismo. Un socialismo libertario, democrático, y pluralista-radical, pero sin miopías históricas con el fascismo, el autoritarismo del capital, el elitismo político y el ejercicio de la dominación, la opresión, la hegemonía, la negación y la exclusión, productos típicos de la lógica político-cultural del capital. Que quede claro…
II.-SOBRE LA REFORMA CONSTITUCIONAL COMO MITOLOGIA DEL CAMBIO:
Una reforma es eso, una reforma. ¿Por que tanta pasión con una reforma que es limitada por forma y esencia? Desnaturalizar una reforma legal-constitucional y transformarla en la mitología del cambio es la trampa de la transición legalista. La transición es política constituyente, no legalismo constituido. Adicionalmente, hacerla mal y transgredir el juego de lenguaje del “constitucionalismo” es tratar de hacerle trampa a los que inventaron la trampa constitucional. Peligrosa ilusión. Los enemigos del proceso revolucionario esperan con calma la consumación de su esperado “fraude constitucional”, para apoderarse de los dispositivos de defensa-protección constitucional. Luego salir a la arena internacional y a la opinión pública nacional, defendiendo la legalidad constitucional. Acusarán a Chávez de una “alteración del orden constitucional”. Sacarán sus cartas interamericanas democráticas, irán a la vieja y sabia Europa, a la ONU y a la corte celestial en el Vaticano. Y tienen razón, saben jugar su juego de razón democrático-liberal.
La revolución democrática y socialista debe saber jugar bien en los límites de la trampa constitucional, pero debe saber jugar mejor en el escenario constituyente. En estos momentos, no hacemos bien ni lo uno ni lo otro. Hacerlo bien implica no violentar los principios constitucionales, que son también nuestros principios constituyentes, profundizar la democracia sin necesidad de concentrar y centralizar los poderes, reforzar la iniciativa popular, no tutelarla, mejorar la administración de la pesada burocracia, no hipertrofiarla, darle forma a la democracia de consejos a partir de los consejos existentes, no convertirlos en jarrones chinos, planificar desde abajo, con la gente, no en oficinas técnicas de comisiones burocratizadas, avanzar en la descentralización des-concentradora hacia el poder comunal sin necesidad de peajes centralistas, no buscar atajos en formulas desgastadas en los socialismos burocráticos del siglo XX.
Estamos entrampados. Solo el poder constituyente hace revoluciones, además de una que otra constitución. Pero una constituyente se hace con una acumulación de fuerzas sociales y políticas que no existen de manera orgánica y articulada; sino en algún sentido, movilizadas alrededor de una gobernabilidad unipersonal, atornilladas en la deriva cesarista de la revolución bolivariana.
Desde 1999, no hay construcción de un intelectual colectivo socialista, solo reforzamiento de la capa burocrática, de la lumpem-burguesía parasitaria, del capitalismo de Estado. Cuando se asoma un rastro de discurso y praxis socialista se percibe inmediatamente la costura del viejo y añejo estalinismo-burocrático. El socialismo del siglo XXI no es socialismo de funcionarios públicos, del gasto público y de las misiones. Hace falta mucho más.
Hay viejo socialismo en la reforma. Allí esta la estadolatria que tanto Gramsci como Poulantzas desmontaron: el estatismo autoritario. La hipertrofia de la rama ejecutiva de la forma-estado, la tutela vertical de toda prefiguración de la autogestión y el autogobierno popular, la propiedad sin fin del Estado, e incluso el peor de los escenarios: la fabricación de una nueva constitución hecha como traje a la medida para una transición termidoriana. No se necesitará un Carmona Estanga que disuelva todos los poderes, ya le hicimos el trabajo. Pero nuestro infantilismo hacia la permanencia absoluta de Chávez en un cargo ocasional, quiere una constitución a la medida de las buenas intenciones del Comandante. Estamos creando nuestra trampa constitucional, en medio de nuestro desconocimiento de no haber sido capaces de pensar-hacer una revolución democrática y socialista, sin una tutela psicológica que recrea la mitología cesarista, que es reaccionaria de todos modos.
Chávez ha sido el catalizador del proceso de cambios, pero ¿Será el único y el infalible catalizador? Sin creación de nuevos espacios y fuerzas catalizadoras, el Comandante se va a fundir. Hay signos de desajustes en la gobernabilidad, de fallas de sensibilidad en el pilotaje. Tener el timón en la mano, no implica automáticamente que se tenga control de la dirección de la nave. El timón mismo es un dispositivo complejo, hay mediaciones y subsistemas que fallan, hay mucho pote de humo y simulacro de revolución. Mucho autoengaño, que es lo mas difícil de combatir.
Las expectativas sobre la eficacia de una reforma constitucional es uno de ellos. Los cinco motores constituyentes lucen en neutro, mucha propaganda, mucho ruido pero pocas nueces.
III.- SI ESTA EN JUEGO UNA CONCEPCIÓN RADICALMENTE DISTINTA DEL SOCIALISMO:
La reforma constitucional y la transición al socialismo, no solo interpelan la diferencia entre socialismo de estado y socialismo democrático. También interpelan la diferencia entre dogmatismo/pensamiento único y la complejidad/pensamiento diverso. El reto sigue siendo plantear la construcción de una inteligencia general que desmantele nuestra cultura política heredada de la “adequidad”, incapaz para construir una dirección intelectual, moral y política que no reproduzca los vicios del caudillismo.
Necesitamos al menos 25.000 nuevos liderazgos que prendan los motores multiplicadores para una revolución democrática y socialista, no la mitología cesarista. Se requieren no aclamadores, sino catalizadores del cambio. Hay que preparar relevos generacionales en la democracia socialista, no quemar a generaciones enteras bajo los vaivenes de la mitología cesarista. El PSUV puede ser una esperanza, pero también una tragedia.
La vieja izquierda venezolana es autoritaria, monista y dogmática. Su dialéctica desemboca en maniqueísmos, en contradicciones simples y unilaterales. Chávez la ha catapultado al poder del Estado, pero la ha combinado con la mentalización del pragmatismo militar, para aceitar la maquina burocrática. La vieja izquierda no hace ninguna revolución, con algunas excepciones, ni la hizo ni la hará. En la vieja guardia socializada en los dogmas del estalinismo-burocrático no hay espacio para abordar la complejidad y los límites de la dialéctica, para pensar contradicciones complejas y sobredeterminadas. Solo hay dos: la verdad y el error, no hay verdades ni errores. Delegan la verdad en el Líder infalible, y combaten la mentira de los demás. Pero no su propia mentira. Su racionalidad es binaria, digital, con oposiciones simples tanto paradigmáticas como sintagmáticas. Es una lengua dura e inflexible. No esta preparada para asumir la creación heroica del nuevo socialismo, porque fue educada a repetir los ruinosos dogmas del viejo socialismo.
Mientras cojeamos por esta pata, el pragmatismo civil y militar, avanzan en la conquista de la fortaleza estatal, en función de negocios y movilidades verticales ascendentes, como cohetes espaciales. Los nuevos ricos, la boliburguesia, la nomenclatura, los caza-contratos, los capitales rojo-rojitos hacen su agosto. Y todo esto por carecer de una verdadera escuela popular de nuevo pensamiento socialista y democrático, solo una consigna: una patria, una escuela… pero, donde?
IV.- SEAMOS OPTIMISTAS, UNA VEZ MÁS:
Es hora de poner en remojo las barbas propias de algunos factores del campo revolucionario. El siglo XX demostró que el llamado marxismo-leninismo fue un invento castrador de los aparatos político-culturales estalinistas. El marxismo-leninismo podrá servir para administrar consignas, para aceitar una psicología de masas, pero no para acompañar ni catalizar críticamente un proceso liberador. Hay que reivindicar del nuevo socialismo del siglo XXI la diversidad de planteamientos y pensamientos contra-hegemónicos, su ruptura con el pensamiento único neoliberal y contra la inercia del pragmatismo del “ponme donde hay”.
Es el pluralismo crítico y contra-hegemónico el que puede re-fundar la praxis teórica del nuevo socialismo del siglo XXI, (y lo viene haciendo de hecho desde diversos movimientos sociales, políticos y gobiernos de izquierda), no la racionalidad burocrática, ni la doctrina de aparato, ni la manipulación intelectual ni los dogmas trascendentales de un discurso anquilosado en argumentos y citas de autoridad.
El PSUV y los partidos aliados: Una organización política unitaria socialista es una asociación voluntaria de ciudadanos y ciudadanas que se proponen luchar por la democracia, por la pluralidad, por la solidaridad, por las transformaciones políticas, sociales, institucionales, económicas, jurídicas y culturales destinada a eliminar la explotación, la dominación, la opresión, la desigualdad, la injusticia, la exclusión y la miseria con el objetivo de construir el socialismo radical-democrático. No se trata de masas anónimas, ni de engranajes, se trata de personas de carne y hueso, de cuerpos y voces que luchan por la liberación de las privaciones absolutas y relativas.
Cuando se cuestiona la vieja izquierda estalinista no se lleva agua al molino de la contra-revolución. Este espíritu sectario, dogmático, fosilizado y propenso a elevar la voz cada vez que se refutan sus argumentos debe tener el menor espacio posible en el campo revolucionario. Se trata de fortalecer el proceso de formación política y de aprendizaje crítico que los diversos movimientos sociales y populares realizan, desde diversas modalidades de investigación-acción-formación-comunicación sobre la propia memoria histórica y realidades de las luchas populares y nacionales.
El diálogo crítico y abierto es consustancial al nuevo socialismo del siglo XXI. Si no es así, estamos en el viejo socialismo del siglo XXI. El Nuevo Socialismo del siglo XXI requiere la garantía de mayores libertades personales y sociales, comparadas con las libertades formales de la democracia burguesa, la superación de cualquier culto al cesarismo como figura del liderazgo, la demolición a la doctrina del auto-decretado “rol dirigente” del aparato político, cuando lo que se requiere es más participación, más debate, más protagonismo popular, la selección de liderazgos sociales y políticos a través de elecciones libres, el reconocimiento de corrientes, grupos y tendencias diversas y plurales que utilizan la metódica democrática para acordar principios de acción comunes, una ética de la responsabilidad mas que una disciplina de centinelas ideológicos.
El debate sobre el socialismo, el partido, y sobre la idea misma de revolución, muestra palmariamente el fondo de estas contradicciones. No hay que esperar mucho desde el poder constituido. Las fuerzas emergentes están en otros lados. El poder subversivo de la crítica hará su trabajo. La apuesta por una expansión radical de los espacios de libertad (otra idea de 'democracia') abre otros caminos. Las operaciones administrativas concertadas entre aparatos no agregarán nada a esta dinámica. La estrategia debe orientarse hacia el terreno de la organización del poder popular, con verdadera autonomía organizativa y de lucha, con nuevas modalidades de gestión política. El pluralismo radical puede fecundar este proceso, no quiere decir que existen varias verdades sino que ninguna persona o grupo tiene el monopolio de la verdad. Y mucho menos en cuestiones de Socialismo y revolución democrática.
En fin, una cosa es cierta. La clave del nuevo socialismo esta en el poder popular y los nuevos enfoques contra-hegemónicos, en el poder de multitudes constituyentes y en su inteligencia general, como intelectual colectivo revolucionario. La reforma es un pretexto, veamos allí como colar las enunciaciones de la democracia socialista, pluralista y radical. Para que el límite mínimo sea el Constitucionalismo Democrático, y no el no se sabe que de la discrecionalidad de mito cesarista.