Simón Rodríguez: un revolucionario que siembra inquietudes

Es que uno se imagina a varios de los ministros del Camarada Presidente como lugartenientes de Bolívar, Simón, en 1825 o 1826 o algo más acá, cuando el maestro Simón Rodríguez, malquerido por la iglesia desde sus años mozos, le habla de la Educación Popular, de la enseñanza teórica y la práctica, para todos juntos, sin diferencias de clases, es decir colocar al hijo del mantuano, de don fulanito de tal o de un General Héroe de la Independencia, imagínese en este caso al menor de los hijos de de Santiago Mariño, al lado del hijo de un campesino o de un indígena o de un negrito traído de África; entonces se armaría la sampablera, como efectivamente se armó en aquella época, pues para el mismísimo Gran Mariscal Sucre aquella vaina sólo se le podía ocurrir a un loco como Simón Rodríguez y de inmediato le dijo al Libertador que tales propuestas iban a prender un brollo de padreyseñornuestro, por lo tanto era mejor sacudirse a su maestro.

Así sembró inquietudes aquel Simón Rodríguez, quien siendo un mozo no quiso llevar el apellido de su padre, y tomó el de su madre; ese mismo muchacho que le armó un zaperoco a su hermano Cayetano Carreño (éste si llevaba el apellido del padre) porque desperdiciaba su talento haciendo composiciones para la iglesia. El general Florencio O´Leary, edecán del Libertador, llegó a escribir: “Extravagantes en sumo grado eran las ideas religiosas de Rodríguez”.

Y es aquel joven, que a temprana edad se hizo maestro, fue capaz de escribir “Los maestros de Escuela han sido, son… y serán mientras dure la monarquía… (que será hasta el fin del mundo) unos pobres dependientes o ayos mal pagados, especies de bocinas que suenan como las soplan: su oficio es engañar muchachos por orden de sus padres”.

¡Bárbaro, camaradas! Y esa fue la educación que heredamos y que todavía, de cierta manera, hemos conservado hasta nuestros días.
Esto quiere decir que el nombre de Simón Rodríguez no llega sólo al nombre de un programa, a la estatura o el afiche, va mucho más allá, más a la hondura de los huesos en este proceso; tan anti orden establecido fue su postura que su figura fue olvidada aproximadamente durante cien años por la historia oficial, manejada precisamente por las élites de poder. Se creó en torno de su nombre una “leyenda negra”, denostadora, calificándosele con epítetos como “loco”, inmoral”, “libertino”, “tahúr”, “tramposo”,” destructor de templos”, etc.

Eminencias de la historia oficial de América, como Vicente Lecuna en Venezuela, han compartido muchas de estas expresiones, desmeritándolo hasta proyectarlo como un ser semi-caricaturesco y desequilibrado.
Simón Rodríguez, unido clandestinamente al movimiento de Gual y España, abogó desde muy temprano por la formación de un hombre republicano, de principios inflexibles; se inclinó por el surgimiento de naciones “fundadas y no establecidas”, sustentadas en valores libertarios; es decir, que rompieran totalmente con la corona española; al punto de que, contrario a Bello, propuso hasta una ruptura con la ortografía, la estructura y las normas del español.

Para Simón Rodríguez cualquier intento de luchar por la independencia de nuestros países, pasaba por el conocimiento de lo étnico, geográfico, lingüístico, social, de las costumbres y de lo religioso de este mundo nuevo.
En 1828 escribe una gran obra, “Sociedades Americanas”, desde la que despierta inquietudes, resquemores, miedos y rechazos en la clase alta. En ella insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que sintetiza su frase: “La América Española es Orijinal = Orjinales han de ser sus instituciones i su gobierno = I Orijinales sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos”. Por eso propone escuelas capaces de “colonizar el continente con sus propios habitantes”.

Y en ese mismo libro acusa a las clases dominantes: “El deseo de enriquecerse ha hecho todos los medios lejítimos, i todos los procedimientos legales: no hai cálculo ni término en la Industria — el egoismo es el espíritu de los negocios , i los negocios la causa de un desórden , que todos creen natural , i de que todos se quejan”.
Por eso el nombre y la figura de Simón Rodríguez inquieta mucho, pues simboliza la transformación a fondo, la invención de un modelo novedoso que rompa con todo tipo de dominación colonial. Y eso, camaradas, entre mucho de los cercanos colaboradores del Presidente, huele a revolución de verdad verdaíta, por lo que deben cogerle miedo.

En estos días en que se celebra tanto su nombre en actos oficiales dentro de instituciones públicas, es bueno saber que su pensamiento estuvo siempre al lado de la revolución, contrario al poder.

salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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