¿Revisión, rectificación y reimpulso revolucionario?

Sin democracia sustantiva no hay socialismo

“La libertad es un sinónimo de la Revolución; es decir, la puesta en acto de relaciones sociales que se definen, tanto por su contenido intrínseco, como por su oposición a las relaciones de dominación”. (R. Lanz; Razón y Dominación, p. 256)

Luego de los resultados del 2-D, hay que pasar a analizar cuestiones sustantivas del revés electoral de la propuesta de reforma, de cara al debate, aún ausente, sobre los procesos de transición al nuevo socialismo del siglo XXI. El asunto a debatir es el doble carácter democrático, tanto del proceso de transición, como del proyecto socialista que otorga sentido y significación al movimiento nacional-popular. Esto implica reconocer que es en la extensión del campo de luchas democráticas al terreno de la sociedad civil y del Estado, donde reside la real posibilidad de una estrategia socialista contra-hegemónica.

No se puede derrotar la hegemonía ideológico-cultural del imaginario capitalista sin la construcción de nodos democráticos alternativos de “buen sentido ético-cultural”. La lucha ético-cultural se hace desde sensibilidades, razones y pasiones que pasan por persuasiones, por influencias, por mensajes y argumentos convincentes. Y primero, hay que descongelar prejuicios históricos sedimentados por prácticas-aparatos (las mentalidades reaccionarias, la sub-cultura del inciso sexto que aun persiste en Venezuela), desde se seleccionan los lugares, valores y reglas que construyen la concepción del mundo dominante. Hay que debilitar un bloque ético-cultural dominante (capitalismo), y fortalecer un bloque ético-cultural alternativo (socialismo). Son dos movimientos correlativos, no uno solo. Y el problema es mas grave cuando se hace todo lo contrario: fortalecer el bloque ético-cultural que se combate (abonándole la democracia y las libertades políticas al capitalismo), y además no se hace nada para superar las debilidades del programa ético-cultural propio (no distinguiendo el socialismo que se promete con el viejo socialismo que sencillamente fracasó).

Recordemos que una narración ideológica, un imaginario dominante, obtiene su doble aseguramiento por “mecanismos de defensas colectivos e individuales”. Y esta organización de defensas, aparecen en los presupuestos, actitudes, gramáticas, creencias de los grupos sociales, en su inconciente social, en términos de Fromm. El acento para modificarlas no está entonces, en lo instituido, ni en confiar en diseños clandestinos de reforma, sino en lo instituyente, en el debate y deliberación en la esfera pública. Pero para poder debatir, no se puede evadir el debate. No se puede evadir la discusión de fondo, que requiere tiempos y espacios. Si se decreta que no hay tiempo ni espacio para debates, sino para acatamientos de líneas políticas, entonces hay que revisar a fondo la metódica empleada.

Plantear el socialismo no es tan sencillo como el populismo. El consenso valorativo en Venezuela es muy limitado frente los consensos utilitarios. Y para superar esta situación se requiere tiempos y acciones de profundo calado en la cultura política. No voluntarismos coyunturales. El Poder constituyente permite el gran calado, la iniciativa constituida es un índice de coyunturalismo.

Comencemos por esta primera revisión. Decir ahora que tiene que hacerse por iniciativa popular es un grave error. ¿Y por que no se hizo así desde el principio? ¿Por que no decidió el pueblo socialista en asambleas constituyentes, si la vía era una reforma u otra vía? ¿Quiénes decide que, en donde, con quiénes, cuando, donde, como, para que y por que? Lo que se sintió fue tono impositivo, mando único, concentrado y centralizado.

En segundo lugar, a diferencia de la izquierda, la derecha grita histéricamente orden, constitución, seguridad, función de mando. Lo peor que puede ocurrir es que el espíritu de derecha se trasvase a la izquierda. Una izquierda que grita gobernabilidad y reforma constitucional, en vez de construir en la práctica, poder popular constituyente, democracia, justicia, cambio cualitativo de las condiciones de vida y liberación, se desdibuja como izquierda.

Gritar a los cuatro vientos que justificamos el socialismo radical (y decirlo no implica necesariamente serlo), y luego pasar a decir que “no somos extremistas”, es una falta de consistencia ideológica y de responsabilidad política. Lo que evidencia este doble juego, es que no se tiene claridad sobre el modelo socialista. O se está construyendo un socialismo sin carta de navegación, o la carta de navegación es impresentable. Las dos opciones son terribles. De dobles mensajes está empedrado el camino de la derrota política. Revisemos los dobles mensajes que condicionaron en alguna medida la campaña de la reforma constitucional. Solo ilustraré uno. De felicitar y ordenar publicar el discurso del entonces Ministro de la Defensa Raúl Baduel, a pasar a descalificarlo en sus ideas, no solo como traidor por su conducta, sino como socialdemócrata, es un signo de desvarío ideológico. Si Baduel era un socialdemócrata que exigió claridad para debatir un socialismo democrático, llegando a cuestionar el modelo bolchevique y el tabú supremo de la vía cubana al socialismo, entonces Marx, Engels y Rosa Luxemburgo son socialdemócratas.

Chávez no ha podido diferenciar su propuesta socialista del socialismo cubano. Y todos los estudios indican que en Venezuela, el socialismo al cual se aspira está alejado en muchos aspectos de la vía cubana al socialismo. Es un error, perder la flexibilidad necesaria para una vía venezolana a un nuevo socialismo. El doble mensaje en el caso de Baduel está en valorar positivamente su discurso; para luego, pasarlo a las “filas excrementicias” del enemigo. Esto sigue generando gran confusión. Igual suerte ha tenido “Podemos”. Y el ambiente de cacería de brujas que se monta frente a la diferencia política, no contribuyen a fortalecer sino a debilitar la proyección democrática del mensaje, porque no se hace desde la consistencia ideológica, sino desde la reiteración de dogmas incuestionables (el mito de las dos izquierdas) o lealtades ciegas (Líder máximo e infalible).

El tema de fondo es: ¿Por que la revolución bolivariana se niega a denominar al modelo socialista que justifica como socialismo democrático? Decir que el socialismo es de por sí democrático niega toda evidencia histórica. Es una salida orwelliana de baja densidad ética e intelectual. Así no se convencerá más que a los ya convencidos por la vieja izquierda de aparato, y no se alcanzará nunca una mayoría electoral.

Sin asumir el reto democrático no habrá nuevo socialismo. Y para asumirlo hay que saber que significa un socialismo consustanciado con la gramática democrática. En tercer lugar, la dirección ético-cultural predominante en una sociedad depende del entrelazamiento de relaciones de fuerzas y la producción se sentido. “Fuerzas y sentidos en campos de tensión, articulados a bloques discursivos” que se posicionan en el campo imaginario y simbólico del poder. ¿Socialismo? ¿Capitalismo? ¿Fascismo? ¿Democracia? Las palabras no son neutras, las imágenes tampoco, la realidad menos. Los acentos ideológicos contienen cargas, pasiones, fuerzas, historias, implicaciones. Socialismo implica nuevos modos de ser-hacer-en-el-mundo. Socialismo no puede ser un revival del Leviatán despótico (la forma-Estado menos despótica es o la más democrático, o la que liquide la forma- Estado para dar paso a una comunidad libertaria).

Fueron las debilidades democráticas de la propuesta socialista, no la campaña mediática, el factor determinante Las del éxito de la campaña de miedo-terror opositor. La pesada herencia del formato bolchevique, tributario del imaginario jacobino, sigue siendo un lastre para impulsar un nuevo horizonte socialista de contenido radical-democrático (Laclau-Mouffe dixit). Multiplicar los espacios políticos e impedir que el poder (político, económico, ideológico, cultural, militar) sea concentrado en un punto son precondiciones de toda transformación realmente democrática de la sociedad. Allí no hay asesoría del socialismo burocrático que valgan. No hay consuelos leninistas. Se trata de demostrar si existen o no capacidades políticas, morales e intelectuales para relanzar un proyecto socialista radicalmente democrático de cara a los desafíos nacionales, regionales e internacionales para el siglo XXI. El problema como señaló insistentemente Rosa Luxemburgo, es que no se puede desconocer la democracia, la soberanía popular, las libertades democráticas (no las libertades económicas liberales) en la construcción del socialismo:

“La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial.”
(Rosa Luxemburgo; la Revolución Rusa)


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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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