En otros momentos y lugares hemos cuestionado las mentalidades reaccionarias del inciso sexto en Venezuela. Mentalidades reaccionarias que pretenden liquidar simbólicamente al imaginario socialista. La tesis neoconservadora de levantar un muro de contención mundial a la izquierda social, política y cultural ha sido parte del programa estratégico del “globalismo trilateral”. A partir del análisis de esta situación, es conveniente distinguir los juegos y las formas de la crítica político-cultural en la actual coyuntura política. Ciertamente, hay que cuestionar sin concesiones ni chantajes las formas y contenidos burocrático-despóticos de concebir el proyecto socialista. Pero, hay que mirar al mismo tiempo, y con igual dedicación, el antagonismo fundamental que mueve a las fuerzas de la transformación social: las luchas anticapitalistas. Defendiendo y justificando al capitalismo, a la modernidad occidental, al liberalismo económico, a la democracia elitista-representativa, al coloniaje cultural y al individualismo posesivo no será posible luchar contra los fenómenos de desigualdad, opresión y exclusión que trazan las asimetrías e injusticias de la sociedad contemporánea.
Las viejas fuerzas de la derecha capitalista, cuando se vieron agobiadas por momentos de ascenso revolucionario y crisis de la hegemonía liberal, acudieron a los formatos reformistas del consenso liberal-socialdemócrata (cuyos inventos fueron el Estado social de partidos, el Welfare State y la economía mixta de Bienestar). Cuando la izquierda mundial entró en un profundo bloqueo histórico, abandonaron estas fórmulas de consenso político y control social, para dar paso a una ofensiva mundial contra los movimientos populares, los partidos socialitas-comunistas y la izquierda cultural. Sustituyeron viejas tácticas de cooptación y transformismo, por programas de shock social y guerra político-cultural. Levantar una campaña de confusión, desinformación, manipulación y miedo frente al imaginario de transformación socialista ha sido tarea fundamental de los funcionarios orgánicos de la derecha capitalista. Desde operaciones psicológicas encubiertas, pasado por el bombardeo mediático hasta aparentemente inocuas intervenciones culturales han formado parte de este laboratorio de guerra ideológica. Incluso, sus mejores funcionarios provienen de las filas del ultra-izquierdismo retórico, ahora reciclados por la subcultura del dinero.
Plantear que todo imaginario socialista implica la negación del pluralismo, de la libertad y de los derechos humanos muestra, de modo grotesco, hasta donde puede llegar la retórica reaccionaria para contener los cambios indispensables. No hay que perderle el paso a estos discursos, a estas matrices de opinión, a estos usos políticos del miedo-terror difuso, que reaparecen con cierto vigor cada vez que la izquierda pasa por momentos de repliegue, por reflujos, por reveses electorales o el estancamiento de sus luchas. De sobra es conocido el viejo y estúpido argumento conservador que fue refutado no precisamente por Marx, sino por Weber, acerca de la apología de lo existente. Como decía el sociólogo alemán, solo luchando por lo imposible es que logramos alcanzar lo posible. Nada de apologías ni fetichismos de lo existente. El cambio social, político, económico, cultural ha desplazado a las nostálgicas racionalizaciones del orden y la estabilidad de las estructuras e instituciones del capitalismo. El imaginario del socialismo y las fuerzas de la izquierda reaparecen en la escena política y social, porque el programa de la derecha neoconservadora/neoliberal es un absoluto fracaso para construir una sociedad donde la dignidad humana, la justicia, la libertad democrática y la solidaridad de todo un pueblo puedan construir un mejor-vivir.
Pensamos mas en lo concreto, que están éticamente desacreditados para dictar cátedras de democracia, quienes avalaron atentados a la dignidad humana, como por ejemplo, los que justificaron el “disparen a matar” como lección moral en los sucesos del 27 de febrero de 1989, y que volvió a repetirse para los golpistas días del 11 y 12 de abril del 2002. La palabra democracia desborda con creces su diminuta capacidad para respetar la vida y la dignidad humana. No perdamos de perspectiva a la derecha neoconservadora agazapada, y a sus portavoces ideológicos. Ellos pretenden capitalizar ahora la crítica que desde sectores intelectuales de izquierda se hacen frente a fallas, insuficiencias y errores del gobierno revolucionario. Incluso llegan a más, les molesta que el propio Gobierno considere algunos aspectos de estas críticas; y pueda llamar a revisar, rectificar y reimpulsar el proceso de cambios en Venezuela.
La retórica reaccionaria activa sus ataques contra quienes promueven la profundización de los aspectos ético-culturales e intelectuales de la transformación. Incluso niegan la posibilidad de una renovación radical del imaginario socialista. Una revolución socialista genuina se basa en el protagonismo del poder popular, es inspirada por la tesis de la radicalización de la democracia y por un arco muy diverso de pensamientos críticos. Allá aquellos que no pasaron, en la práctica histórica, el examen de la democracia sustantiva y de los derechos humanos. Allá aquellos que los persiguen los fantasmas de sus propias sombras ideológicas: el rostro oculto del fascismo. En fin, el Imaginario Socialista sigue cabalgando los horizontes del mundo, mas allá de los patéticos gestos de la esterilidad para pensar de otro modo que expone nuestra derecha, a través de sus retóricas reaccionarias.
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