Pedir a los candidatos que presenten un programa de gestión de gobierno con que nos pretenden gobernar, las corrientes generales de la comunidad son claras respecto a la gestión del sistema de gobierno que queremos. Los más, estamos por un espíritu de prudente parsimonia y sabia contención, espíritu opuesto a toda impaciencia y precipitación, que atiende ante todo a no abusar del crédito de su administración. Otros, de buena fe los más de estos, pero azuzados por gentes que ponen su interés personal e influencia sobre todo, otros, digo, quieren lanzar a su gobierno por caminos de incierto resultado, quieren hacer de su feudo uno de los primeros del país, se les llena la boca con todo eso de nuestro dinero, nuestra prosperidad, les ciega un mal entendido orgullo y quieren echar la casa por la ventana. Estos no sueñan más que en grandezas y engrandecimientos, en prevaricación, en esplendideces, en verdadera estupidez. La cuestión se reduce o a dejar a nuestro país que viva, prospere y se redondee según sus fuerzas, sin más que quitarle trabas y sostener su crédito, o provocar un engañoso engrandecimiento por medios artificiales. Entre uno y otro sentido hay la misma diferencia que hay entre el trabajo y la explotación. Los progresos del trabajo suelen ser lentos, pero constantes y fecundos; la explotación, por el contrario, sacude, produce alzas enormes y luego trae el ramalazo de la reacción. Y sirva esta observación para los revolucionarios teóricos por sistema, que son de la misma madera que los explotadores, les ayudan y no pocas veces y muchas se confunden y encarnan en uno. Es, sobre todo, la hegemonía y el mangoneo de una trinidad con todos sus componentes, es convertir a nuestro país en feudo. Es el satisfacer, a la vez que los intereses de ciertos señores hechos piña apretada, que su soberbia y su amor propio heridos por la resistencia de los excluidos que no comen su pan y no tienen venda en los ojos.
Es cierto que, nadie puede prever las condiciones en que se plantearán los asuntos en los gobiernos, pero sí podemos pedir a los candidatos que declaren si están por beneficiar a las comunidades o por beneficiar a los poderosos, y. sobre todo, no es de creer que de aquí en adelante no se haga ese conjunto de negocios de que es centro la comunidad, cuya necesidad no ven por hoy los más de los explotadores. Vengamos a la realidad desde el sueño progresista, sabemos muy bien que una ciudad es para sus vecinos; que los alcaldes y gobernadores y que éstos no son precisamente sus propietarios, y que en una ciudad, lo mismo que en todo, la suntuosidad es realmente improductiva y sólo como superflua puede permitirse. Hay que ver si esa brillante y fantasmagórica vía de progreso no enriquece a los poderosos a costa de la comunidad; hay que ver si todo ese esplendor de obras suntuosas, no ha de encarecer la vida, aunque asegure y eleve el valor de las rentas y de los terrenos. Y no se nos diga que si crece la riqueza pública gana la comunidad, porque esto no es verdad. Cuanto más se enriquecen los ricos, los pobres se empobrecen más, y junto a fabulosas fortunas, se mueren de hambre, y de la peor hambre, millares de personas. La cuestión que debatimos no es en el fondo más que está: ¿está el país en disposición de gastar lujo? Y el lujo, el puro lujo es improductivo. Con el lujo que para nuestro país nos piden mejorarían las fortunas de los poderosos, pero encarecería la vida de las comunidades. Lujo, puro lujo, ésta es la cuestión. Y una ciudad no se hace para los ojos ni para los propietarios, se hace para la vida de sus vecinos.
Todos conocen la realidad que ha seguido a aquellas ilusiones, y los pobres más que nadie. Míseras leyes, resultados mezquinos de aquel inmenso engranaje de teorías anunciadas con tanta erudición y pompa. Y digamos ahora: ¿Qué sucedería si se apoderaran de los gobiernos regionales los oposicionistas? Hoy puede darse el caso de que el primer parvenu falsee por dinero la voluntad popular comprando conciencias, hoy un rico sin más armas que su soberanía y sus millones compra una representación pública. He aquí uno de los efectos de ese progreso que los ha enriquecido, y ese efecto, cuyas consecuencias son atajables aún, es más que nada un síntoma. Un síntoma de lo que puede llegar a ser nuestra querida Patria, si nos dejamos seducir por cantos de ballena. Siempre podría decirse que pueden llevar el país a aquella altura lo que de los adecos se dice, que hicieron algunos hospitales después de haber hecho los pobres, donde con la riqueza de unos pocos aumente la miseria de las mayorías y encarezca la vida.
Para lograr los objetivos de conseguir la mayoría de las alcaldías y gobernaciones, por lo menos las más importantes, tenemos que organizarnos, unirnos y apoyar las decisiones de la dirección del partido. En este proceso una capa de burócratas, secretarios de sindicatos y otras organizaciones, diputados, alcaldes, gobernadores, ministros, se eleva por encima del sector explotado. Los elevan tanto sus condiciones materiales de vida como su influencia política. Pocos son los que mantienen una íntima relación con el pueblo y permanecen leales a sus intereses. Los más empiezan a mirar a los que están por encima de ellos en lugar de mirar a los que están debajo. Empiezan a ponerse de lado de la burguesía, olvidando los sufrimientos, las miserias y las esperanzas de las clases populares. Esta podría ser la causa de nuestro fracaso y nuestra derrota en el noviembre venidero. Máximas tales son las que mantienen a muchos egoístas apartados del combate, de las luchas sociales, y el refinado espíritu de egoísmos de que venimos tratando es el que les sugiere las razones todas para excusar su ayuda al gran combate. Aducen su nulidad, su impotencia, su poquedad, huyen para no ser vencidos, dejando la victoria incierta por el cierto no vencimiento. El no preocuparse más que de sí mismo, de la propia salvación, es el mejor modo de no conseguirla, de encerrarse en un estancamiento, de privarse del verdadero progreso.
Salud Camaradas:
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net